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Las diferentes maneras de escuchar el agua
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Periódico La Jornada
Sábado 18 de noviembre de 2017, p. a16

En los estantes de novedades discográficas esplende un manantial.

Hélène Grimaud perspectives es el título del nuevo álbum de esa pianista francesa, una de las heroínas del Disquero.

Ella es sinestésica: al tocar el piano y cuando escucha música, percibe colores.

Vive con lobos, y ha creado una fundación para protegerlos. Ha escrito tres novelas. Es activista en defensa de los derechos de los animales y de los humanos también.

Su manera de interpretar el piano tiene coherencia con todo lo anterior.

Aunque resulte obvio, conviene narrar el procedimiento del Disquero para reseñar: no es hasta después de escuchar un disco el suficiente tiempo (semanas) que llega la decisión de recomendarlo.

No es hasta que la experiencia de la escucha ha fructificado en ideas, que llega el trabajo de documentación y contexto. Intentar comunicar lo que se ha entendido y lo que no.

Siempre priva lo que se escucha. El sonido. Lo que los expertos denominan la materia acusmática.

La información llega como apoyo, argumentación o desmentido de las ideas, pues uno de los principios del Disquero es la convicción de que todos escuchamos de manera diferente, siendo la escucha la experiencia fundamental.

Todo esto para, ahora sí, compartir mi experiencia de escucha, mi perspectiva de este álbum titulado perspectives:

Es un vasto mural donde se plasman las diferentes maneras de percibir el agua.

Todas y cada una de las 31 ventanas que se abren en ese número de pasajes musicales que interpreta Hélène Grimaud en este disco, son líquidas.

Ventanas líquidas.

Liquidámbar. Ese árbol completa la idea: un estallido vegetal, sabia savia, destila hacia todas direcciones desde el fondo de la Tierra.

El elemento agua no está representado en este disco por sus formas conocidas: lluvia, olas, brisa, río.

Percibimos rocío, sorbemos, nuestra piel se moja, el mundo se ilumina.

Desde las dos piezas iniciales del disco uno de este álbum doble, el Preludio y la Fuga en Re menor, el agua se incorpora como uno más de nuestros sentidos. El sentido agua. Se entremezcla y convierte a los sentidos en elementos. El elemento oído.

El segundo track refuerza la idea: la Sonata 31 de Beethoven, llamada Tempestad, es una manera de recitar los sonetos de Shakespeare a suspiros.

La manera en cómo Hélène Grimaud toca Beethoven vierte hilos temblorosos de agua, cada hilo es un suspiro.

Lo que sigue alcanza niveles de prodigio: la tercera de las seis danzas rumanas de Béla Bartók es un ensueño: aguas danzarinas, de cristal.

Llegado a este punto, cavilé: ¿estoy llevando al extremo una idea?, ¿realmente es agua el contenido de este disco?

Fue cuando pasé a la etapa de investigación documental y, oh sorpresa, me encontré con una reseña que escribí el 26 de marzo de 2016, ¡de un disco de Hélène Grimaud, y el disco se titula Water!

Este es el texto:

https://goo.gl/ZK2cw6

Al revisarlo, confirmo no solamente que mi intuición y mi oído me condujeron por el camino correcto, sino que se trata también de caminos nuevos. Senderos líquidos.

Es decir que el concepto que esgrime Hélène Grimaud cuando escancia agua, como un efecto, al tocar el piano, es en realidad muy amplio.

Su disco Water, además, tiene que ver mucho con lo visual, no solamente con su poder de sinestesia, sino con las artes performativas, pues se trató de un disco grabado en vivo donde hubo efectos lumínicos y al principio había solamente un piano y de pronto el piso se comenzó a llenar de agua y en medio del agua camino Hélène para sentarse al piano y tocar obras cuyo tema es el agua y esa reseña es la que está en el vínculo de aquí arribita.

Las virtudes de su nuevo disco son mayores.

Al tratarse de un disco misceláneo, los obstáculos son máximos, pues las ideas pueden extraviarse. En cambio, con su toque, su intención, su gesto de sonido, Hélène Grimaud forma un océano con autores tan aparentemente disímbolos, desde Bach hasta Bartók, pasando por los románticos (Chopin, Rachmaninov) y llegar a los exquisitos, como Debussy con su Cathédrale englutie y Franz Liszt y Les Jeux d’eux á la Villa d’Este. Lo dicho, juegos de agua.

Dije que Hélène Grimaud es una de las heroínas del Disquero. Una manera de explicar la causa es su capacidad de osadía, su audacia, su manera tan fina de atreverse, esgrimir ideas aventuradas y demostrarlas con argumentos pero sobre todo con sonidos.

En el caso de este su nuevo disco, cuando dice que Johann Sebastian Bach es un autor always in process of becoming, es porque su manera de hacer sonar su música es una aparición, un work in progress, el Nacimiento de Venus, el proceso creativo en estado puro.

El autor de las notas en el cuadernillo del disco tiene el acierto gigantesco de citar a Hélène y hacerla decir que Mozart se divierte con máscaras y que en el segundo movimiento de su Concierto 23 ella percibe una expresión dolorosa y de añoranza y va más allá cuando afirma que en el tercer movimiento, allegro assai, del Concierto 19 de Mozart, ella capta en esa efervescencia supuestamente feliz, una expresión que a veces se aproxima a la histeria y que nota ahí algo ligeramente inestable.

El autor del Disquero ya ha dicho que Mozart es su compositor favorito.

Parafraseando el inicio del poema Aullido, de Allen Ginsberg, puedo decir que he visto a las mentes más brillantes de mi generación rasgarse las vestiduras cuando alguien se atreve a emitir ideas que consideran contrarias a sus querencias. No te metas con mi Mozart, dirían, mientras yo sonrío y concedo la razón a la bella Helena: cuando digo que Mozart es mi compositor favorito es porque creo conocerlo y lo defiendo de los lugares comunes del tipo compositor infantil, tierno y dulce siempre y digo por el contrario que la música de Mozart contiene TODAS las emociones.

Es más, en un artículo que publicó la Revista de la Universidad, desarrollé mi hipótesis: Mozart murió por bullying laboral (el pinche obispo que le hizo la vida imposible, las envidias personalizadas por Pushkin en Salieri) y por bullying de sus acreedores (el infierno de las deudas) y eso debilitó su sistema inmune y fue presa de enfermedades hasta el momento no dilucidadas porque los neurocientíficos no han llegado al meollo de las emociones.

Todo esto redunda en interpretaciones mozartianas fuera, pero deveras fuera de serie de esas obras de Mozart a cargo de Hélène Grimaud en el disco que ahora recomiendo plenamente.

Y la manera como interpreta a Beethoven en este disco también resulta irresistible. Luego de escuchar su Beethoven, de asombrarme, de erizarme, leo a Hélène: lo que hace extremadamente moderno a Beethoven es su increíble vitalidad, su deseo de nunca darse por vencido y, desde luego, la dimensión filosófica de su música.

Después de escuchar a Hélène Grimaud y leerla, le creo todo.

Ah, y me sumo a su club: también soy de los que no se rinden.

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