Opinión
Ver día anteriorLunes 30 de octubre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el Otro Lado

La zozobra del TLCAN

E

n el contexto de las negociaciones sobre el TLCAN, Donald Trump nuevamente ha echado mano de la demagogia barata que durante la campaña vendió a miles de trabajadores de Estados Unidos (EU), cuando responsabilizó al tratado por la pérdida de sus empleos. La misma falsedad es ahora el pretexto para rechazarlo o imponer condiciones imposibles de aceptar. A esa demagogia, es necesario agre­gar la ignorancia en torno de lo que el tratado es o debiera ser. Con motivo de los tres primeros años de la firma del TLCAN, el economista y diplomático Sidney Weintraub advirtió que el tratado debía entenderse como algo más que un instrumento comercial (FCE 1977). Es un medio, escribió, para mejorar la eficiencia y estimular la productividad de las tres naciones firmantes, lo que finalmente redundaría en una mayor prosperidad de la región. Más de 20 años después, lo dicho por Weintraub, en cierta forma, se ha cumplido. Ha estimulado la eficiencia y productividad de las tres naciones y propiciado el crecimiento de algunos sectores de la economía, pero también ha causado el deterioro de otros, en México el agrícola, tal vez el más dramático y contrastante.

Sería mucho pedir a Trump que entendiera algo tan evidente como lo escrito por Weintraub. Los pactos comerciales, como el TLC, no son la panacea que resolverán los más ingentes problemas de los países, en el caso de México la proverbial pobreza y desigualdad. Sin embargo, en un mundo cada vez más integrado el aislamiento frecuentemente tiene consecuencias más negativas que benéficas. Es justo que los trabajadores reclamen mejores empleos y salarios, pero es reprobable que se les engañe con la idea de que aislándose lo lograrán. Lo lamentable es que el pensamiento ultranacionalista de Trump haya permeado tan profundamente en millones de trabajadores estadunidenses. Los empleos no regresarán o permanecerán en EU porque él lo decida. Carrier no ampliará sus instalaciones en Monterrey, pero aun así despedirá a cientos de trabajadores; Ford abandonará su proyecto de expansión en México, lo trasladará a China. Es la tasa de ganancia la determinante.

De ello hay constancia cuando importantes sectores económicos, como el automotriz, el agrícola y con ellos la poderosa Cámara de Comercio han insistido en que romper el TLCAN es suicida para los estadunidenses, o para decirlo más claro, para sus intereses que son los que cuentan, no los de los trabajadores, como la historia lo enseña.