Opinión
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Una megaurbe caótica y sísmica
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oco más de un año después del temblor de 1985, el licenciado Manuel Camacho Solís me invitó a comer con Carlos Monsiváis y Jorge Legorreta. Era secretario de Desarrollo Urbano y Ecología y, en realidad, encargado de las tareas de reconstrucción de la capital del país. En esa horrible tragedia, el gobierno del presidente Miguel de la Madrid, fue rebasado por la ciudadanía, solidaria y efectiva al rescatar los muertos, atender a los heridos y damnificados. Estaba tan mal preparado el gobierno para actuar ante la tragedia, que el Ejército, en vez de ayudar a salvar vidas, impedía la ayuda de la población. Quedan para la historia del periodismo las crónicas que publicaron en La Jornada Elena Poniatowska (especialmente en el caso de las costureras), Jaime Avilés, Monsiváis, los reporteros y editorialistas.

En esa comida, Camacho Solís y después su colaboradora, Alejandra Moreno Toscano, nos trazaron el programa de restauración y consolidación urbana para evitar que la ciudad creciera más allá de sus posibilidades. Además de ayudar a los damnificados, estricto control de la construcción y el uso de la mejor tecnología contra los sismos; la revisión de edificios para garantizar su buen estado. Un programa global condicionado a contar con suficientes recursos fiscales y privados.

Monsiváis le planteó el impacto que para miles de habitantes del Centro Histórico significó abandonar sus vecindades tradicionales para vivir en la periferia. Había –le dijo– necesidad de reconstruir lo que el temblor echó abajo para que regresaran al entorno que desde tiempos lejanos era parte de su vida. Debía ser un modelo de ocupación inmobiliaria incluyente, elaborado con los grupos sociales locales y no uno de especulación. Una forma mixta –indicó– le devolvería la razón de ser al Centro Histórico. Agregó la necesidad de sancionar a las empresas culpables de más de un derrumbe de edificios y evitar la corrupción al conceder licencias de construcción.

Por su parte, Legorreta le expuso lo grave de permitir la expansión urbana sin la mínima planeación en la cuenca de México. Jorge estaba terminando su estudio sobre la invasión de tierras por familias que no tenían dónde levantar su casa. Un negocio que manejaban lideres al servicio del partido en el gobierno, especialmente en el estado de México. A cambio de votos, prometían darles agua, luz, drenaje y titulación de sus lotes. Le dijo que si no se detenía ese proceso, en 2020 tendríamos una megaurbe ingobernable, caótica y con serias deficiencias de servicios públicos. Y la capital del país ahogada por una periferia que crecía aceleradamente sin normas mínimas de planificación.

Por mi parte, le cité el problema de sobrexplotar el acuífero y no aprovechar el agua de lluvia para recargarlo, ocasionando así el hundimiento de la ciudad. Ello afectaba la extensa red de distribución del líquido, el drenaje y otros servicios. Por fugas en esa red se perdía más de un tercio del agua. Había que evitarlas lo más posible. Y en complemento, programas para instalar sistemas de ahorro de agua en cuanto lugar fuera posible, evitar su mal uso y cobrar lo justo por ella, pues los que menos dotación de líquido recibían pagaban más que los que disponían de él en abundancia y lo desperdiciaban. Insistí en que la ciudad y su periferia estarían más expuestas a los efectos de los temblores por estar fincada en lo que fue una zona lacustre, ahora cubierta más y más por los nuevos asentamientos humanos y la mancha de asfalto que destruían las áreas que servían para captar el agua de lluvia. Y, coincidiendo con Monsiváis y Legorreta, la urgencia de un acuerdo a escala federal y los gobiernos de los estados de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y la capital del país a fin de garantizar un crecimiento urbano sustentable, pues habría más sismos.

Parte del programa expuesto esa tarde por Camacho Solís se cumplió. En 1988 el nuevo presidente, Carlos Salinas de Gortari, lo designó regente de la ciudad. Camacho tendría ahora la oportunidad de terminar el programa que nos planteó. Lamentablemente tuvo en su contra muchos factores, especialmente de carácter político, como señalaré el lunes próximo.