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19/S: El dolor y la esperanza

Muchas casas quedaron en pie, pero heridas de muerte

En Tlaqui, el temor provoca un éxodo y las familias aún no reciben apoyo
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Periódico La Jornada
Sábado 23 de septiembre de 2017, p. 4

Tlaquitenango, Mor.

El miedo que dejó a una familia el terremoto del pasado martes la hizo huir de este pueblo. Apenas dedicaron tiempo para dejar un papel pegado en el portón: Aquí no vivirá nadie. Mientras. Enigmas de la sacudida que en Jojutla derrumbó centenares de casas, pero en Tlaquitenango, municipio contiguo, destruyó varias decenas y dejó gran cantidad en ruinas; de pie, pero heridas de muerte.

A este poblado se le encadenan las desgracias. La que les heredó el sismo y mantiene en la zozobra a gran cantidad de familias que ven incierto el futuro: el sentido común indica que habrá una demolición casi masiva de viviendas, pero en el fondo –cuando la autoridad, por fin, recorra el lugar–, los moradores de Tlaqui se resisten a ese destino:

No ha venido nadie que me diga algo. Parece que ya no sirve, pero necesito la sabiduría de alguien que sepa para ver qué hago, expresa Juan Manuel Zúñiga, comerciante, quien muestra el inmueble que ineludiblemente ya no resistirá.

En la colonia Presidentes hay expresiones de desesperación, porque a la calamidad que les tocó vivir ese desgraciado martes, arrastran las consecuencias del añejo pleito entre el alcalde y el mandatario estatal. “¿Usted cree que el gobernador (Graco Ramíez) ya dijo que en Tlaqui todo esta bien?”

¿Y el alcalde? Aunque es vecino de la colonia Presidentes, no ha puesto un pie en el poblado para verlos. Pero qué tal cuando quería el voto, masculla Karina Flores sin contener su enojo.

El pleito tiene historia: Enrique Alonso, edil de Tlaquitenango, ya traía rencillas desde que estaban en el PRD. Que se agudizó cuando el gobernador quisó imponer el mando único policial, pero en Tlaquitenango eso no pasó. El alcalde se opuso porque le iban a quitar el dinero de la seguridad. Por eso aquí no hay mando único, explica Jonathan Vela, docente de profesión.

Y en esa disputa, el pueblo está casi abandonado. Por añadidura, la cercanía de Jojutla, el municipio más devastado de Morelos, ha concentrado toda la ayuda federal, dejando casi en el desamparo y en los humores de los gobernantes la atención.

Recorrer las calles de la colonia Presidentes implica desentrañar en algunas manzanas los efectos del sismo, pues muchas de ellas sólo tienen las fachadas intactas, en el interior, las viviendas están al borde del colapso. Pásele, si esto está por venirse abajo, invita Cirilo Manzanares, pensionado que con penurias logró introducir un par de polines de madera en la sala. Nomás para darse un poco de seguridad y vaciar la casa.

En la colonia hay un par de trascabos que remueven los escombros en una de las esquinas más golpeadas, pero no se trata de ayuda oficial que desmienta la versión generalizada de los residentes, pertenece a una constructora que estaba haciendo obras en la carretera que por ahora habrán de esperar en aras de la solidaridad.

Calles más adentro de la colonia se encuentra la zona más golpeada por el sismo, donde ni las fachadas resistieron. No ha venido nadie, reclama Alejandra Núñez, quien muestra los estragos del terremoto y los riesgos para la familia, que ha adoptado el patio de la casa como refugio hasta que llegue la vida.

Paradojas de la vida, una de las casas más dañadas pertenece al alcalde. Quizá sea la que milagrosamente se mantiene en pie. Sin embargo, su pronunciada inclinación la condena a la demolición, confirma un maestro albañil que realizaba obras de remodelación en el inmueble de tres pisos, antes del sismo.

Él coordinaba los trabajos de remodelación, donde ya no habita el edil, que ahora milita en Morena y, al fin, dedicado a la construcción no duda en señalar: No tarda caerse sobre la casa de al lado.