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Donaciana, de 88 años, fue salvada por su hijo; sabe que lo que viene sólo es cuesta arriba

Esos escombros eran mi casa, herencia familiar; ahora sólo me quedan recuerdos: don Heriberto

Mujeres huaves crearon una cocina comunitaria para compartir comida con los damnificados

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Residentes de Atitalaquia, Hidalgo, organizaron una colecta de víveres y los repartieron entre damnificados de Ixtepec, OaxacaFoto Alfredo Domínguez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 14 de septiembre de 2017, p. 13

Huamúchil, Oax.

Mientras teje su red de pesca en su patio, don Heriberto Pineda Noriega, de 57 años, no deja de mirar lo que queda de su única casa. Herencia de sus padres, ahora sólo tiene recuerdos de las vivencias, porque quedó hecha escombros la noche del 7 de septiembre por el terremoto de magnitud 8.2.

El temor de réplicas y la alerta de tsunami causaron pánico entre las más de 200 familias que abandonaron hogares y se refugiaron por tres días en cerros o en las comunidades vecinas, como Cerro Iguana, Cazadero, La Blanca y Niltepec.

El pescador declara sobre el terremoto: ¡Todos volvimos a nacer, y el que no lo entienda, de verdad que no tiene sentimientos!, porque estamos vivos para contar esta gran tragedia.

Desde el pasado lunes las familias regresan a la comunidad poco a poco, siguen temerosos. Avanzan en grupos y comienzan a observar cómo el sismo destruyó sus hogares. Algunos lloran de alegría por estar vivos y otros de tristeza, como Heriberto, por perderlo todo.

Esa noche mi casa se derrumbó, pero le salvé la vida a mi hermana. Abrazados nos salimos y caminamos a la carretera, sin luz y con sólo una lámpara llegamos a Cerro Iguana, donde amigos y familiares nos dieron asilo y comida. Duele mucho, expresó.

En este pueblo de raza ikotjs (huave), 100 por ciento de los pobladores se dedica a la pesca; sin embargo, en estos días hay miedo y no han querido tocar sus lanchas que reposan a las orillas de la playa.

Las mujeres huaves se organizaron y armaron una cocina comunitaria. Con los víveres que dona la autoridad municipal preparan guisos y los comparten. Aquí todos se sientan, piden su plato y comen.

¡Aquí vienen los que se les cayeron sus casas y los que no, no hay distinción de partido político y nos hemos vuelto una familia, celebramos que estamos vivos, dice Sadiel Cruz López.

Donaciana Rivera Lerdo tiene 88 años. De sus labios apenas salen las palabras. Todo le duele y está triste. Sentada en su triciclo, porque no puede caminar, relata que al escuchar el gran retumbo que salió del mar pensó que era “el fin del mundo.

Mi hijo Bruno fue quien me sacó de la casa, me cargó y me llevó al patio, todo se derrumbó, perdí mis cosas, y de allí nos fuimos a Cazadero, allá nos quedamos dos días. Ya regresamos y vimos que esto fue una gran desgracia, relata.

Para Donaciana su única familia es su hijo Bruno. Los dos acuden a la cocina comunitaria. Ella por su edad no cocina y Bruno desde la noche del terremoto está estresado, vive tenso y desesperado.

Nos dicen que no va a volver a temblar, pero quién sabe, aquí pasan los marinos nos dan una cobija y una despensa, y se van, las cosas serán más complicadas de ahora en adelante, la vida es más difícil, lo único que nos queda es unirnos, insiste.

Heriberto reconoce que la vida en su pueblo tardará en recuperarse. El patrimonio se perdió, pero no las historias. En mi casa nací y crecí, ahora sólo quedan los recuerdos. Tengo fe que algún día la reconstruiré, no sé cuándo; mientras tanto viviré.