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Humberto Beck recoge en un ensayo los postulados del pensador austriaco

Recupera historiador la crítica de Iván Illich a la modernidad

Propuso una conciliación entre igualdad y libertad mediante los límites, explica en entrevista con La Jornada

Sus postulados tienen un nuevo momento de pertinencia relacionado con el desarrollo de tecnologías digitales y la evolución en el mundo del trabajo, sostiene

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“Muchas personas identifican la derecha con la libertad y la izquierda con igualdad es como el debate entre socialistas y capitalistas donde se asocia al capitalismo con la libertad y al socialismo con la igualdad’, afirma en entrevista con La Jornada Humberto Beck, autor del libro Otra modernidad es posible: el pensamiento de Iván Illich, publicado por la editorial Malpaso MéxicoFoto cortesía del ensayista
 
Periódico La Jornada
Martes 29 de agosto de 2017, p. 4

Para el historiador y ensayista Humberto Beck (Monterrey, 1980) es muy importante recuperar el pensamiento del austriaco Iván Illich (1926-2002), porque escribió una de las críticas más profundas y vigorosas sobre la modernidad, la cual es comparable con otras de gran relevancia como las de la Escuela de Frankfurt de Herbert Marcuse.

En entrevista con La Jornada, con motivo de su libro Otra modernidad es posible: el pensamiento de Iván Illich, publicado por Malpaso México, Beck dice que en la actualidad “hay en el pensamiento político moderno un conflicto, una tensión entre la libertad y la igualdad. Muchas personas identifican la derecha con la libertad y la izquierda con igualdad; es como el debate entre socialistas y capitalistas, donde se asocia al capitalismo con la libertad y al socialismo con la igualdad.

“Creo que en Illich –esta es mi interpretación– hay una conciliación entre igualdad y libertad mediante los límites. Si la tecnología, la economía, las organizaciones burocráticas tienen ciertos límites y sólo hacen determinadas cosas y no otras, eso va a crear condiciones sociales en favor de una convergencia entre la libertad y la igualdad y no un conflicto.”

El texto de Beck, que parte de la premisa de Giorgio Agamben de que es hasta este siglo que le ha llegado a Illich su momento de ser legible, explica que en un mundo social marcado por el predominio de la información y la globalidad, una política de los límites equivaldría a imaginar, junto con otras maneras de distribución de la riqueza, nuevas formas de distribución del conocimiento y nuevas modalidades para los vínculos entre los seres humanos, sus herramientas y su entorno; equivaldría, también, a enunciar un potente aviso de que la modernidad se funda, ante todo, sobre la crítica de sí misma.

“Su crítica –comparte Beck– la escribió de 1960 a 1970, y ahora es muy distinto, pero en ese giro de cambios históricos el pensamiento de Illich encuentra un nuevo momento de pertinencia relacionado con el desarrollo de tecnologías digitales que tiene que ver con la evolución en el mundo del trabajo.”

Contraproductividad

Humberto Beck opina que uno de los diagnósticos de Illich más certeros o más valiosos es que creó la noción de la contraproductividad, que se hace presente cada vez que las herramientas, al crecer más allá de cierta intensidad, se transforman inevitablemente de medios en fines y frustran la posibilidad del logro de un fin.

Es un diagnóstico sobre la manera en que funcionan las instituciones del mundo moderno; por ejemplo, están la escuela, la medicina y los transportes que no producen lo que se supone necesitan producir, sino su opuesto.

Humberto Beck considera que además de la crítica de la modernidad, Illich heredó que otro tipo de modernidad es posible y es lo que llama la convivencialidad de que las capacidades críticas y de innovación tecnológicas de lo moderno tal como han estado desplegadas son problemas para la autonomía y la equidad.

En el libro, el autor también hace referencia al consumismo. Al respecto, explica: “Esa es otra dimensión de la crítica de Illich; la primera sería las herramientas modernas, entendiendo a éstas como objetos concretos pero también cómo las instituciones están organizadas de cierta manera que crean lo opuesto que tienen que producir y eso es sólo un rostro de otro fenómeno, la conversión de todos los aspectos sociales en mercancías que se compran y venden en un mercado.

Esa expansión de la modernidad nos convierte cada vez más en consumidores de todo, no sólo de productos, sino también de servicios, de experiencias y de relaciones. Todo se monetiza, todo se convierte en una mercancía industrial y eso sólo beneficia a un grupo minoritario que es el que tiene el acceso a los recursos económicos.

El autor aclara que el libro propone caracterizar las particularidades de la crítica illichiana de la modernidad, en especial desde un estudio de la etapa de su producción intelectual que abarca de la aparición de La sociedad desescolarizada, en 1971, a la publicación de El trabajo fantasma, 10 años después.