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Con 58 años de edad fue el primer mexicano en completar el reto de los Siete Mares

Todos tenemos un canal que cruzar, dice el nadador de aguas abiertas Antonio Argüelles

Es importante la activación física, no hay excusas para dejar de movernos, señala

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Argüelles señala que cuando entra en crisis recurre al chi kung para concentrarse y buscar energía para seguirFoto cortesía del nadador
 
Periódico La Jornada
Viernes 11 de agosto de 2017, p. a14

El agua fría golpeaba el cuerpo de Antonio Argüelles. De pronto una ola lo sacudió y aunque por instantes el temor lo atacó, se sobrepuso y logró llegar a la rocosa costa de Escocia. El cansancio era pesado; había nadado 32 kilómetros en más de 13 horas, pero también lo dominaba la sensación de tranquilidad, ya que a sus 58 años de edad se convirtió en el primer mexicano en cumplir el reto de los Siete Mares.

Argüelles comenzó este desafío hace 18 años, cuando cruzó el Canal de la Mancha. Entonces lo hizo como una prueba personal, pero hace tres años lo invadió la curiosidad de completar los Siete Mares.

Así, entre 2015 y 2017 atravesó el estrecho de Gibraltar, el de Tsugaru, el Canal de Catalina, el de Molokai, el estrecho de Cook y el pasado viernes concluyó el reto con el Canal del Norte, al que consideró el más complicado.

Todos tenemos un canal que cruzar, afirma Argüelles al hacer una metáfora entre la vida cotidiana y la proeza que alcanzó. Para algunos es dejar de fumar, dejar de ser sedentarios, y para otros es cruzar el mar, agrega en entrevista con La Jornada.

El empresario no es un novato en el mundo de la natación. Fue el primer mexicano que conquistó en 2009 la triple corona en aguas abiertas al completar el Canal de la Mancha, el de Catalina y el maratón acuático de Manhattan.

Fue una hazaña que decidió realizar como regalo por sus 50 años de edad. Y así como fue el primer tricolor en alcanzar esa meta, también quiso ser el pionero en concluir los Siete Mares.

Reto invernal

Comenzó con el estrecho de Gibraltar, ese espacio que divide y une al mundo africano con el europeo, cruce que el propio Argüelles describe sencillo.

Después vino uno de los retos complicados, el estrecho de Tsugaru, en Japón, donde estuvo una semana en una pequeña localidad y en el que enfrentó un oleaje impetuoso.

El Canal de Catalina es un cruce que ya todo el mundo hace, miles de personas lo atraviesan, indica. Por tal motivo, decidió concluirlo en temporada invernal, cuando la temperatura baja hasta los dos grados centígrados, lo que representa el mayor suplicio para este nadador: el agua gélida.

Atravesar el estrecho de Molokai, en Hawái, lo revitalizó; fue la travesía más larga en la que dio brazadas en el mar por 23 horas con 18 minutos.

Fue muy emotiva la llegada, porque nadie creía que lo iba a cruzar; cuando llegué a la costa me aplaudieron. Ahí vi que podía pasar un día nadando, exclama.

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Antonio comenzó su desafío hace 18 años, con el Canal de la ManchaFoto cortesía del nadador

El penúltimo punto fue el estrecho de Cook, callejón mari-no en Nueva Zelanda donde el viento golpeaba a contracorriente mientras el nadador encaraba el mar helado.

Me mostró que tenía esa fortaleza para ser buen nadador de aguas abiertas, afirma con voz gruesa. Al finalizar el estrecho de Cook llegué a un pequeño monte que estaba lleno de gaviotas, panorama con el que borrró los estragos de la ardua travesía.

Para Argüelles cada recorrido le dio fortaleza, pero reconoce que el Canal del Norte, último tramo de este reto, fue el más complicado porque tuvo que enfrentar un fuerte oleaje, nadar entre las rocas y soportar el agua fría.

Fue horrible. La llegada estuvo muy complicada porque la costa era una zona de muchas rocas y me puso una revolcada el mar. Sí, fue interesante porque me asuste mucho, pensé que me iba a pegar, recuerda.

El Canal del Norte, pasaje en el mar que sólo han atravesado 47 personas, fue una experiencia trascendental para Argüelles: me permitió una conexión espiritual con la naturaleza, sobre todo por la complejidad de combatir el tormento del mar álgido.

Al dolor que provoca el agua fría no te acostumbras, tienes que apreder a que te va a doler, pero no te tiene que distraer. Debes tener una fortaleza mental para sobrellevarlo, apunta.

Cuando entro en los momentos de crisis recurro al chi kung y a la técnica de la perla para concentrarme y buscar energía, revela con entusiasmo. La diferencia entre cruzar un mar y no es tu fortaleza mental, sostiene.

La mejor medicina

El también director de una universidad señala que con este esfuerzo pretende demostrar la importancia de “dejar la vida sedentaria que lleva la mayoría de la gente. Hay que olvidar las excusas y poner atención a lo que requiere nuestro cuerpo.

A mí me gustaría que entendieran que México vive un problema de obesidad, tenemos una epidemia, debemos movernos. Lo que hago es demostrar que no hay edad ni excusa para seguir, expresa, y agrega deberían entender que la activación física es la mejor medicina que hay.

Argüelles dejó un nuevo precedente entre aquellos que se atreven a retar al océano con la fuerza de sus brazadas. Aunque por ahora su siguiente proyecto será descansar, estar lejos del agua helada.