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El estante de lo insólito

Tablero de imposibles. El ajedrez

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Ilustración Manjarrez

El ajedrez se usa comúnmente para asentar una postura intelectual o sentido estratégico, los mismo en una serie animada, una caricatura política o un curso de hágalo usted mismo. Sus orígenes son de discusión múltiple pero parecen centrarse en tres ejes básicos: principios del juego en China; desarrollo y estilización en Persia e India; definición reglamentaria y técnica en su paso por Europa tras convertirse en juego de árabes y españoles.

La verdadera derrota

A

ño de 1972; en la tierra de Islandia se desarrolla un episodio peculiar de la Guerra Fría: los campeones de ajedrez de Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentan por el título del mundo. Los protagonistas son Boris Spassky, el campeón reinante, y el prodigio desbocado de Bobby Fischer, el gigantón que a los 14 años se hizo campeón nacional en la Unión Americana y se convirtió en gran celebridad. La cosa representa mucho. Los excesos escenográficos son elocuentes con las banderas de ambos países puestas en toda la publicidad, incluido el propio espacio de juego entre los contendientes, especialmente el tablero guía en que los asistentes y televidentes siguen el desarrollo de la partida.

El encuentro es el avistamiento moderno de los caballeros que pasaban al frente en representación de los ejércitos. La caída de una sola armadura impedía que murieran cientos. La victoria de un hombre con saco, su eficiencia táctica y sabiduría estratégica ofrecen, desde la visión del deporte ciencia, la idea de que una nación era más inteligente y mejor dotada que la otra. Así. Sesenta y cuatro escaques con sus trebejos de madera cernida, son la representación simbólica del poderío militar y la soberbia de las dos grandes potencias del mundo.

Mientras los líderes y sus poblaciones siguen la partida con unos nervios normalmente atenidos a otros frentes, Bobby Fischer llega tarde, se queja del exceso de micrófonos, de cámaras, de ruido, de gente. Se dice perseguido por espías, síquicos… Spassky se descontrola, se indigna… se desconcentra. Las partidas y los días se suceden entre frío que atraviesa las aún entonces admiradas pieles de animales. Al final, Fischer se corona y el vómito mediático hablan del hombre, del genio, y claro, las crónicas engrandecen a la patria poderosa. Las odas hiperbólicas llegan a gente que nunca ha estado frente a un tablero y en secciones periodísticas en las que nadie sabía que aquello existía.

El ajedrez nunca volvió a ser el mismo al mirarse como en la imaginaria fabulosa de las viejas leyendas: los reyes que jugaban ajedrez en las cortes para matar el tedio, los filósofos que encontraban respuestas en un gambito de dama. Es considerado uno de los duelos más importantes en la historia del ajedrez. De hecho, mientras Spassky era la continuidad del dominio ruso sobre el tablero, una disciplina oficial que se aprende desde la infancia y que ha estado colmada de rusos en la cumbre (la caída de su campeón en aquel encuentro, significó no tener a un ruso como número uno desde 1948), para Estados Unidos significó el surgimiento de escuelas y campeonatos… a pesar de Fischer, quien se negó a defender el campeonato y perdió reglamentariamente el título en 1975, antes de perder la cabeza, volverse antisemita, y hacer discursos que dejaron una imagen triste del hombre en el retiro.

Son innumerables los reportajes y documentales sobre los partidos y sobre Fischer en particular, pero podemos calificar como imprescindibles el documental Bobby Fischer Against The World (Liz Garbus, 2011), con material extraordinario del suceso y su tardía y gris revancha de 1992 en Yugoslavia; la cinta La Jugada Maestra (Edward Swick, 2014) con Tobey Maguire como Fischer; y el largometraje de Steven Zaillian En busca de Bobby Fischer (1993), donde un maestro trata de aprovechar el prodigio de un niño ajedrecista para convertirlo en el nuevo Fischer que impacte al deporte.

La partida fílmica

El cine está lleno de imágenes ajedrecísticas (cientos de películas con escenas directas o referencias), sea como mero recurso ornamental y transitorio, o como percutor dramático definitorio de la historia. Algunas imágenes son ya parte de la formación cinéfila, como ver al melancólico Humphrey Bogart como Rick en Casablanca (Michael Curtiz, 1943) enmarcándose en humo mientras ejecuta análisis de movimientos en su tablero de ajedrez al tiempo que bebe champaña, firma cheques o atiende al molesto Mr. Ugarte (Peter Lorre).

Hay ajedrez futurista de hologramas en Star Wars (George Lucas, 1977); de caballeros de piedra capaces de asesinar a estudiantes entrometidos en Harry Potter (Chris Columbus, 2001); de computadora omni-prepotente HAL 9000 dando jaque mate al astronauta Frank Poole (Gary Lockwood) en 2001. Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968); la poética del juego contra la muerte desplazando los trebejos en partida con mar de fondo en El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957); el desquiciamiento (muy criticado entre profesionales por dar una idea de que el ajedrez puede enloquecer a quien sea) de la perfección del juego basado en el relato de Vladimir Nabokov en La Defensa de Luzhin, (Marleen Gorris, 2000); la investigación que nace de la restauración de arte con pintura conteniendo una partida de ajedrez en La Tabla de Flandes (Jim McBride, 1995; sobre la novela homónima de Arturo Pérez-Reverte); la mutación del personaje vuelto aguerrido revolucionario que inventa su propio juego luego de ser censurado por artículo periodístico sobre el ajedrez en El Juego de Arcibel (Alberto Lecchi, 2003); la verídica historia de la jugadora de Phiona Mutesi Uganda que pudo aspirar a una vida distinta al resto de su gente gracias a su talento ajedrecístico en La reina de Katwe (Mira Nair, 2016); variaciones desconcertantes del juego entre mafiosos y partidas carcelarias en Revolver (Guy Ritchie, 2005); duelo de capuchas legendarias en la partida que juegan los héroes del encordado en Santo y Blue Demon VS Drácula y El Hombre Lobo (Miguel M. Delgado, 1972); o la observación fidedigna de los conflictos estratégicos y emocionales de los contendientes en el desarrollo de un encuentro por el título del mundo en la genial La Diagonal del loco (Richard Dembo, 1984).

En El espía que sabía demasiado (Thomas Alfedon, 2012), Smiley (Gary Oldeman), regresa al departamento del fallecido líder Control (John Hurt), y descubre entre sus cosas un ajedrez en que las piezas tienen las fotografías recortadas de los diferentes miembros de su oficina de espionaje. El desarrollo de la trama recordará el posicionamiento de los personajes y su pieza asignada. ¿Quién descontroló el tablero del espionaje británico?

La incursión de los temibles Nexus 6 en la torre Tyrell en Blade Runner (Ridley Scott, 1982) es posible cuando el androide villano Roy Batty (Rutger Hauer) convence al medroso trabajador Sebastian (William Sanderson) de sentenciar una jugada en su partida ajedrecística contra Tyrell. “ Kind of a rainstorm right Sebastian?”, inquiere el todopoderoso ejecutivo Eldon Tyrell (Joe Turkel) al verse derrotado en el tablero.

El hombre contra la máquina

En 1996 Garry Kasparov se enfrentó a la súper computadora de IBM Deep Blue. Un armatoste de alta tecnología que parecía en ese año una cosa de ciencia ficción con chips con ejecuciones específicas sobre ajedrez. Era capaz de analizar 200 millones de posiciones en el tablero ¡por segundo! Kasparov se quejó agriamente (según la mayoría de los expertos, con razón), sobre la forma en que la máquina se condujo en las partidas que los enfrentaron.

Kasparov. El Único

Garry Kasparov derrotó a Anatoly Karpov tras cuarenta y ocho partidas en un periodo de juego que tuvo que dividirse entre 1984 y 1985, lo que lo convirtió en el campeón del mundo más joven de la historia a los 22 años. Polémico, intenso, brillante, analítico como nadie, y ahora político de izquierda, Kasparov es el único que ha tenido la claridad de observar la historia de su deporte desde todos los ángulos, haciendo propuestas estructurales de organización (se peleó con la federación internacional y creó su propio organismo y competencia mundial), y ha escrito libros deslumbrantes para entender a los maestros históricos (La serie editorial Mis grandes predecesores; 2003 y 2004), las partidas y competidores como estrategia, y hasta hacer la relación de la ciencia del ajedrez con las minucias cruciales de la vida cotidiana en la cátedra que es el libro Cómo la vida imita al ajedrez (2007).

Posdata: Demasiada literatura sobre el tema, pero vale refinarse un clásico: El juego del ajedrez del lombardo Jacobo de Cessolis (muchas ediciones, pero vean la de Siruela que retoma la edición en castellano de 1549), comparando el juego con las clases sociales, como una crítica de los poderes y sus sometidos. En otro tenor, se disfruta el repaso del ajedrez como recuperación de una vida y su crónica familiar en La vida que se va, de Vicente Leñero.

Twitter: @nes