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Reforma de normales: otra vez postergada
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as escuelas normales tienen una larga trayectoria en la historia de la educación mexicana. Se fundaron como instituciones que formaban a los docentes en las primeras etapas del desarrollo de nuestro país. Desde sus orígenes estuvieron impulsadas por ideales liberales, y arroparon una consigna relevante: impulsar el desarrollo de la sociedad. Sin duda, los momentos del normalismo se han estudiado en función de periodos sexenales, o de generaciones de políticas educativas. En todos los episodios han estado presentes.

Es necesario voltear la mirada hacia estas instituciones, porque han sobrevivido más de un siglo en la conformación de nuestro país. Y desde sus áreas locales de injerencia, se convirtieron en sembradoras de ideales y de proyectos que impulsaron mejoras en los contextos sociales donde laboraron sus egresados. Ser profesor, era un oficio de alto reconocimiento social. Los profesores normalistas han sido pieza clave de la configuración social y económica del ámbito urbano y del rural.

Las escuelas normales surgieron en la recta final del siglo XIX, y posteriormente se incorporaron a la política posrevolucionaria. Cuando la educación se volvió un derecho social prescrito por el artículo tercero, las normales se convirtieron en el principal eslabón para aterrizar las aspiraciones de la nueva política educativa, tanto para la formación de docentes, como para la expansión de la educación básica.

Recordemos que la Secretaría de Educación Pública, se creó en 1921, cuando la tarea educativa era una demanda social de grandes magnitudes, y un proyecto para el que las políticas educativas tuvieron que complementarse por otras más vigentes. Muchas acciones educativas sexenales, e incluso el plan de 11 años, se han agotado, y han tenido que reelaborarse de manera constante. Administraciones van y vienen. Los secretarios entran y salen. La educación se convierte en botín político, pero las normales, se han mantenido en pie firme durante todos estos años.

Los beneficios de las escuelas normales, han tenido una profundidad que cada vez ha venido a menos. Que cada son más criticadas, y cada vez es menos apoyadas. Cuando el analfabetismo era la condición mayoritaria de la sociedad mexicana, el normalismo impulsó la habilitación de la sociedad por medio del trabajo de enseñanza. Y como parte de las políticas educativas, el analfabetismo empezó a reducirse con el trabajo constante de muchas décadas.

Las escuelas primarias eran la piedra angular del desarrollo social. Poco a poco se fueron cubriendo los seis grados para culminarla. Después se fue invirtiendo en la apertura de escuelas secundarias, y después en educación media superior. En todas las décadas que han significado crecimiento del sector educativo, las escuelas normales han estado presentes en la prestación de servicios de enseñanza, pero también en la organización social y política en todos los rincones del país.

Por décadas se fue formalizando la educación pública. Se fue consolidando la oferta de otros niveles educativos hasta llegar a la educación superior. El trabajo de los profesores normalistas ha sido la base de todas las profesiones que se forjaron en el siglo XX. Por décadas, la población ha incrementado sus niveles de escolaridad, y logro de careras técnicas o de profesionales. Pero las normales, habían permanecido relegadas, rezagadas de las nuevas generaciones de políticas educativas. Incluidas en el discurso, pero seriamente desatendidas.

Desde 1978 la Ley para la Coordinación de la Educación Superior, ya incluía a las escuelas normales, pero no se percibieron beneficios para la formación de docentes. Luego, desde 1984, se impulsó una reforma, por medio de la cual, las normales empezaron a otorgar títulos de licenciatura para la profesión docente. Sin embargo, el desarrollo profesional de las escuelas normales empezó a enfrentar una serie de obstáculos, inercias y contradicciones, de los cuales todavía no ha salido bien librado.

Las reformas a la educación normal se concentraron en las modificaciones curriculares de 1997 y de 2012. Pero ha faltado un conjunto de acciones sistemáticamente organizadas que trasciendan la profesionalización de los docentes de educación básica. Más allá de la infraestructura y de la actualización pedagógica, hay temáticas serias, como la tutela del estado, o el régimen jurídico de las instituciones, o la inversión en investigación, o los regímenes contractuales, o la descentralización de los servicios educativos de formación docente.

En estos momentos de estrategias nuevas para la educación normal. Hay que recordar las relatorías de los foros de consulta de 2014 sobre las escuelas normales, hay que consultar las directrices para mejorar la formación inicial docente publicadas por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación desde 2015, o el diagnóstico digital, que hicieron en la Subsecretaría de Educación Superior desde ese mismo año.

Todo está dicho. Pero el secretario de Educación invitó a todos a su fiesta para anunciar que próximamente anunciará la Estrategia Nacional de Transformación y Fortalecimiento de las Escuelas Normales. Esa estrategia irá de la mano del modelo educativo de educación básica, con la misma inseguridad de que sea aplicada en el próximo sexenio.

*Jefe de Redacción de Voces Normalistas