Editorial
Ver día anteriorJueves 20 de julio de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Trump: xenofobia y doble moral
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l presidente estadunidense Donald Trump obtuvo ayer en la Suprema Corte una victoria parcial en su intento de imponer un veto migratorio contra los ciudadanos de seis países musulmanes y cerrar temporalmente la entrada de refugiados de todo el mundo. En contraste con este avance de la política xenófoba del mandatario, BBVA Bancomer dio a conocer ayer un estudio según el cual durante los primeros seis meses del año −cinco de ellos transcurridos con el magnate al frente del gobierno− las deportaciones de mexicanos se redujeron 30 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2016, cuando el demócrata Barack Obama despachaba en la Casa Blanca.

Con la autorización judicial para reforzar de manera provisional las restricciones al ingreso de refugiados, el político republicano tiene en sus manos un instrumento para dejar fuera a un número enorme de potenciales migrantes, sobre todo a los pertenecientes a la fe islámica, pero los datos duros, como el análisis ofrecido ayer por el documento referido, muestran que hasta ahora no se ha producido la ofensiva generalizada con que Trump sedujo a sus votantes y escandalizó a la opinión pública mundial. Se impone una reflexión del por qué de esta disparidad entre el discurso de odio impulsado por el magnate desde que se encontraba en campaña electoral y sus acciones concretas para expulsar del país a los ciudadanos extranjeros.

Una posible respuesta se encuentra en que tal discurso intolerante haya sido articulado de manera hipócrita con fines electoreros y hoy se le dé continuidad como parte de una estrategia demagógica dirigida a los sectores más retrógrados de la sociedad estadunidense, entre los cuales Trump recoge a sus adeptos, mientras que el propio mandatario y su entorno cercano son conscientes de la dependencia que la economía estadunidense tiene hacia los trabajadores migrantes. Cabe recordar, a este respecto, las quejas de empresarios, principalmente en los ramos agrícola, de la construcción y de servicios, en el sentido de que ningún trabajador local está dispuesto a tomar las plazas dejadas por los migrantes –realidad demostrada en modo por demás incontestable e irónico en marzo pasado, cuando se reveló que el viñedo de Eric Trump, hijo del presidente, solicitó un permiso para contratar trabajadores extranjeros al no encontrar estadunidenses que quieran cosechar uvas.

Otro escenario que podría explicar esta aparente esquizofrenia política es que el ex presentador de televisión se vea impedido para ejecutar sus propósitos, debido al empantamiento que ha marcado a su gobierno, parálisis mostrada en derrotas tan notorias como el fracaso en su intento de desmantelar el sistema de salud creado por su antecesor, popularmente conocido como Obamacare. En esta línea deben considerarse también las investigaciones judiciales y legislativas en curso por los contactos de sus colaboradores –incluidos su hijo mayor, Donald Jr., su yerno y su jefe de campaña– con funcionarios rusos y personas vinculadas al Kremlin para obtener información que descarrilara la candidatura de su rival, Hillary Clinton, renglón en el que ayer mismo estalló un nuevo escándalo al saberse que Trump sostuvo una reunión furtiva con Vladimir Putin en el marco de la cumbre del G20 en Hamburgo.

Sea porque nunca ha tenido la intención verdadera de cumplir con sus promesas de campaña xenófobas o porque cuenta con márgenes de maniobra más estrechos de lo que admite públicamente, lo claro es que la administración Trump carece de dirección alguna basada en una lectura realista del mundo y, por el contrario, muestra un divorcio creciente entre sus dichos e intenciones y la realidad.