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Dueños de un rostro y un corazón
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ace poco más de un año, en un homenaje con motivo de los 90 años de vida de don Miguel León-Portilla, el arqueólogo Leonardo López Luján en su participación lo pone de ejemplo del omácic oquichtli. En lengua náhuatl significa hombre maduro; aclara que para los antiguos mexicanos tal condición no se alcanzaba simplemente sumando días y años, sino al adquirir en forma paulatina un carácter resuelto y vigoroso, pero a la vez sensato, perspicaz y discreto. Metafóricamente, se decía que era dueño de un rostro y dueño también de un corazón; pero no de cualquier rostro, sino de uno sabio, y no de cualquier corazón, sino de uno firme como la piedra y resistente como tronco de árbol.

Una muy buena descripción del sabio humanista León-Portilla, quien a sus 91 años sigue pleno y activo. El Fondo Editorial del Estado de México acaba de editar un libro notable: Nezahualcóyotl, arquitecto, filósofo y poeta. En ella, el autor nos acerca al alma y la obra de ese personaje que también podría calificarse como omácic oquichtli.

A diferencia de otras obras, en esta se reúnen testimonios indígenas que hablan de la vida del personaje sus logros, penalidades y hazañas. León-Portilla hace converger palabras, signos jeroglíficos y pinturas de códices que integran la visión de quienes conocieron la persona y obra de Nezahualcóyotl.

Destaca don Miguel el valor que daban a los libros; muchos cronistas hablan de los amoxcalli, casas de libros y de pinturas, o sea, poseían vastas bibliotecas.

Explica el autor que aunque mucho se destruyó tras la conquista, no suprimieron por completo ni los antiguos códices, ni las tradiciones y relatos históricos. Sabios y ancianos indígenas que sobrevivieron transmitieron sus testimonios, con los cuales otros códices fueron pintados. Al paso de los siglos se convirtieron en fuente invaluable para el estudio del pensamiento y vida de los antiguos mexicanos.

En el libro se va siguiendo la vida del monarca tezcocano a través de distintos códices; León-Portilla nos comparte testimonios escritos que se intercalan con imágenes de los códices, cuyas delicadas pinturas cobran vida con sus explicaciones.

Como es característico en todo el trabajo del sabio don Miguel, tanto en sus libros como en las conferencias, su lenguaje es claro, sencillo, ajeno a la solemnidad y el rebuscamiento. Esto hace que escucharlo y leerlo sea un verdadero deleite ya que, además, en sus charlas, prevalece el sentido del humor lo que las hace muy amenas.

Seis capítulos integran el libro que comienza con el nacimiento de Nezahualcóyotl y concluye con su muerte. No exagero si les digo que se lee como novela épica, con el añadido de las imágenes y fragmentos de poesía, algunos de gran profundidad, en español y náhuatl. Se aborda su vida como guerrero, esposo, padre, arquitecto, ingeniero, poeta y filósofo.

El fascinante relato no omite los momentos oscuros en la vida del monarca tezcocano, que León-Portilla nos explica con su sabiduría y conocimiento del alma humana. Es de gran interés conocer todas las obras arquitectónicas y de ingeniería que realizó, no sólo en Tezcoco. En Tenochtitlán construyó un acueducto para traer agua de los manantiales de Chapultepec y el gran dique para separar las aguas saladas del Lago de Texcoco de las dulces del de México. Gracias a ello se evitaron muchas inundaciones

Hay mucho más que decir, pero es hora de comer. Tienen que ser platillos que nos recuerden los tiempos de Nezahualcóyotl. El sitio: el lugarcito sin nombre en Luis Moya 31, casi esquina Independencia, donde la linda Sofía ofrece suculencias con esa inspiración. Para empezar el itacate de acuyo, imprescindible. Después, de mis favoritos: sopa de quintonil con escamoles. De plato fuerte, conejo encacahuatado, pulpo en morita o el nuevo platillo: frijol con puerco. Postre: nieve de aguacate o pastel de cacao. Hay buenos mezcales.