Opinión
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Infancia y Sociedad

Lloro y maldigo

L

os modernos guías de la salud mental aconsejan deshacerse de pensamientos negativos y conectarse sólo con hechos alentadores y buenas noticias, porque así –aseguran– vamos a atraer lo positivo. En otras palabras: la crisis, la violencia, las fosas clandestinas, los muertos, los desaparecidos, la corrupción y todo lo demás están en nuestra mente y, si podemos sacarlos de ahí, dejarán de existir y nosotros podemos concentrarnos en ser felices. (Tal como hacen los gobernantes: ver y pensar sólo lo que quieren y gobernar en su país imaginario).

Yo me acuerdo de Voltaire y comulgo con él en su célebre convicción de que no quiero ser feliz a condición de ser un imbécil.

Prefiero enterarme y llorar por la niña Valeria que el pasado 8 de junio con sus once añitos fue violada y asesinada. No era mi hija, pero mi llanto quiere acompañar al de su madre y maldecir al infame asesino y violador aunque ya esté muerto.

Prefiero llorar por las niñas que están pariendo niñas y por las madres que pierden a sus hijos y no vuelven a saber de ellos. Prefiero maldecir –como cantó Violeta Parra– “la solitaria figura de la bandera/ maldigo cualquier emblema... obispos y monaguillos…” A la policía y los Ministerios Públicos los maldigo llorando por las niñas que en todo el país son violadas y asesinadas o vendidas para la prostitución, sin que las autoridades se inmuten.

Prefiero estar fuera de la buena onda, no ser cool, para poder reconocer que la sangre nos salpica por todas partes, ya que vivimos en una maldita guerra en la que los héroes no existen, pero abundan los cobardes. Es de alto riesgo ser una niña en México, pero también ser mujer, niño, joven, estudiante, maestro o simplemente ser pobre y honrado.

En esta inmunda guerra ganan sólo los cobardes. Los de arriba y los de abajo también, porque entre los asesinos de inocentes hay gente del pueblo con alma y conciencia corrompidas por reflejo de un sistema político que da náuseas y vergüenza.

Y perdonen los lectores si hoy no puedo proponer nada. Después de llorar conmigo, mis utopías se fueron a dormir la siesta.

Lo que sí puedo es compartirles que la bondad existe y que es innata, mas requiere entrenamiento. Así lo han afirmado neuropsicólogos del Centro de Investigación de Mentes Saludables de la Universidad de Wisconsin-Madison, donde han identificado ya en el cerebro los circuitos neuronales de la ternura, la empatía y la compasión, que no son lo mismo: la empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los otros; la compasión es un estadio superior que crea compromiso y herramientas para aliviar el sufrimiento de los demás.