Opinión
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México SA

Deuda y grilla 2018

Gritones de ocasión

Atraco y complicidad

D

uestra siempre brillante clase política está sumergida en la grilla sucesoria de 2018 y, por lo mismo, comienza a encontrar –como si fueran novedades– los abundantes excesos, abusos, resbalones, pifias corruptelas y conexos del gobierno en turno y los de todos aquellos que no pertenezcan a sus propias empresas (conocidas en México como partidos políticos), siempre con el fin de llevar agua a su molino, y en el supuesto –falso, desde luego– de cada uno de ellos no estuviera involucrado en todo tipo de enjuagues ni hubiera avalado todo lo que hoy denuncia.

Ejemplos sobran, pero mientras más se acerca el tiempo de los destapes crece la gritadera. Entre lo más reciente destaca la alarma por el incontenible aumento de la deuda del sector público federal en el gobierno peñanietista, aunque esas mismas voces dejan a un lado el hecho de que Felipe Calderón hizo exactamente lo mismo como inquilino de Los Pinos.

Algunos de esos gritones de ocasión se escuchan por estos días en el recinto del Senado de la República, en el que legisladores advierten sobre la posibilidad de que la administración peñanietista, producto del abultadísimo débito público, concluya en una crisis sexenal, como las que acostumbraban los priístas en el pasado, por mucho que ningún gobierno como el de EPN ha tenido tantos recursos: remanentes del Banco de México, impuesto especial a las gasolinas y una reforma fiscal que le ha dado muchos ingresos.

Cierto es que la mayoría de las denuncias se basan en datos duros y hechos contundentes, pero el problema comienza cuando se recuerda que las bancadas de los legisladores que hoy ponen el grito en el cielo han sido cómplices de todo tipo de enjuagues y de lo mismo que hoy denuncian, es decir, el elevadísimo cuan incontenible avance de la deuda pública, pues ellas, año tras año, han aprobado el nivel de endeudamiento solicitado por el gobierno federal y si éste se sobrepasa, simplemente voltean para otro lado.

El reiterado compromiso de la administración peñanietista ha sido que (ahora sí; se los juro) bajará el nivel de la deuda del sector público federal, y así han transcurrido casi cinco años de gobierno tricolor, cada uno de ellos con un saldo más elevado que el previo, hasta superar 50 por ciento del producto interno bruto y sin mayor impacto positivo en la economía y/o el nivel de bienestar de los mexicanos.

Pero los gritones de hoy dejan a un lado que lo mismo sucedió con Felipe Calderón, quien incrementó el saldo de la deuda pública en 88 por ciento durante su estancia en Los Pinos, pero en su momento uno de los que hoy reclaman ocupó la oficina principal de la Secretaría de Hacienda, y como tal minimizó tal resultado. En cambio, enfocó todas sus baterías (también en tiempos próximos a la sucesión presidencial de 2012) en contra de la deuda de Coahuila (un atraco, sin duda) sin preocuparse por el resto de los estados –la llamada deuda subnacional– que creció a paso agigantado, y continúa por esa ruta.

Se trata del hoy senador Ernesto Cordero, ex secretario de Desarrollo y de Hacienda con Felipe Calderón, quien ahora denuncia que el gobierno de Peña Nieto tiene un sobreendeudamiento muy importante, que hace meses empezó a causar mucha preocupación cuando el nivel de deuda rebasó los 50 puntos del PIB, porque ya empezamos a generar dudas en los mercados internacionales respecto a si íbamos a ser capaces de pagar.

El señalamiento es correcto, pero tardío, al tiempo que deja a un lado que su amigo y protector Felipe Calderón incrementó en ocho puntos porcentuales del PIB el saldo histórico de los requerimientos financieros del sector público (la expresión más acabada de la deuda pública federal).

Y sí, el gobierno de Enrique peña Nieto ha ido más allá y al cierre de diciembre pasado el citado saldo llegó a 9.3 billones de pesos, casi 60 por ciento más que al cierre del calderonato. Así, en cuatro años EPN aumentó el débito público en aproximadamente 3 billones y medio de pesos hasta representar alrededor del 50 por ciento del PIB.

Pero de este delicado asunto las empresas políticas sólo se acuerdan en tiempos electorales y con la cronología que les conviene. Anualmente, en septiembre, el gobierno en turno presenta su paquete económico y lo pone a consideración (el protocolo así lo denomina) del Congreso (en la Ley de Ingresos participan las dos cámaras y en el Presupuesto de Egresos sólo San Lázaro), y tal paquete incluye, desde luego, el techo de endeudamiento que el de Los Pinos propone y los legisladores disponen (léase aprueban sin chistar, en complicidad).

En este sentido, cómo olvidar las quejas de los priístas en tiempos calderonistas por el abultado cuan veloz endeudamiento del panista y, en la tienda de enfrente, la acalorada defensa de la borregada bicolor para justificar tal salvajada. Lo cierto, sin embargo, es que ambas empresas políticas avalaron el crecimiento del débito, tal cual lo hicieron, años atrás, con el atraco del Fobaproa. Pero las cosas cambiaron, aunque sólo de lugar, y ahora las voces blanquiazules son las quejosas y las tricolores las justificantes, cuando en cualquiera de los casos ha sido un verdadero robo a la nación. Tanto, que el citado saldo se multiplicó por cinco entre el inicio del cambio foxista, el aterrador paso de Calderón y el cuarto año de Peña Nieto.

A cambio, los mexicanos sólo reciben una factura cada vez más abultada, porque son ellos quienes, les guste o no, pagan doble: por las salvajadas de sus supuestos gobernantes y por la notoria cuan constante falta de resultados en materia económica y de desarrollo.

Cuando Vicente Fox se sentó en Los Pinos, la deuda por habitante rondaba los 10 mil pesos; a estas alturas –cuarto año de EPN– ese monto se elevó a cerca de 80 mil por mexicano, y contando, sin incluir las deudas estatales y municipales. Y ese atraco en despoblado fue avalado por las empresas políticas de quienes hoy advierten por el peligroso nivel alcanzado por el débito público.

El payasito del cambio aumentó 50 por ciento el saldo de la deuda pública total; Calderón lo incrementó 88 por ciento, y el mismísimo Peña Nieto, hasta ahora, lo ha hecho crecer 60 por ciento. Pero las quejas sólo se dan en tiempos de grilla extrema, en pos del hueso mayor.

Las rebanadas del pastel

Y si de burros se trata, allí está Vicente Fox: yo me voy a encargar de que no llegue a la Presidencia de la República. Haré campaña en contra de López Obrador. Es de esperar que resulte igual de efectivo que en el desafuero.

Twitter: @cafevega