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Planea: tensiones y contradicciones
S

egún el calendario escolar, en la primera mitad de junio, se destinan días para aplicación del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea), dirigido a estudiantes de sexto de primaria y tercero de secundaria. Se trata de pruebas a gran escala, generadas en tres modalidades: evaluaciones de logro del Sistema Educativo Nacional, aplicadas por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) a muestras representativas; evaluaciones de logro en las escuelas, aplicadas por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en grados terminales; y evaluación diagnóstica censal, aplicada por los docentes en todas las escuelas.

Los propósitos de esta prueba son nobles y bondadosos, por ejemplo, pretenden aportar información útil para que tanto las autoridades, como consejos técnicos y profesores mejoren los procesos educativos y sus prácticas de enseñanza. Son buenas intenciones que difícilmente se pueden volver realidad.

Existen muchas tensiones desde la configuración de este Plan Nacional de Evaluación. Una de ellas radica en la prioridad que adquiere la prueba estandarizada. La discusión sobre los exámenes se ha desarrollado desde varias disciplinas, y ha tenido tratamiento desde hace ya varios siglos. Ángel Díaz Barriga, publicó en 1993 El examen: textos para su historia y debate, donde se ofrecen elementos imprescindibles para el análisis en el terreno un educativo, y se desmitifica la presencia incuestionable de los exámenes.

Además de la presencia de exámenes de preguntas abiertas en las últimas décadas de nuestro sistema educativo, hay que recordar que en el año 2000 se aplicó la Prueba Internacional de Evaluación de los Alumnos (PISA) en México, y dos años después, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación propuso Exámenes para la Calidad y el logro Educativos (Excale) para emular el proceso muestral y cuantitativo de evaluación de los aprendizajes.

Poco después la SEP creó los Exámenes Nacionales de Logro en Centros Escolares (Enlace), con carácter censal para todo el país. Esto generó muchas adecuaciones del trabajo educativo, como preparar pruebas tipo Enlace, o ensayar para el examen, o controlar la asistencia de los alumnos el día de la aplicación.

Una tensión grave ha sido el uso político de los resultados. En México los puntajes se han asociado a clasificaciones de escuelas o de profesores. En algunos años los resultados se vincularon al programa de carrera magisterial, o a premios económicos para los profesores de los grupos mejor calificados. Sin embargo se empezaron a gestar otros efectos perversos, por lo que se eliminó la prueba Enlace.

Otra tensión se encuentra en nuestro modelo educativo y los resultados. México ha tenido muy bajos puntajes en Pisa. En la aplicación de 2015, en el área de ciencias México obtuvo un promedio de 416 puntos, y el promedio OCDE fue de 493; en lectura los estudiantes mexicanos tuvieron 423, por debajo del promedio internacional de 493; y en matemáticas, el promedio mexicano fue de 408 puntos, y el promedio OCDE fue de 490. Los resultados no han mejorado en las distintas fechas de aplicación. Permanece constante el nuestro bajo nivel en las áreas evaluadas.

La prueba Planea pertenece a la última generación de pruebas estandarizadas. Se trata de un instrumento con reactivos de opción múltiple al que se le han realizado ajustes técnicos en su diseño, modalidades, aplicación y enfoque. Pero no se distancia mucho de los esfuerzos anteriores. A pesar de subrayar las diferencias que tiene con las anteriores pruebas Excale y Enlace, la prueba Planea se concentra nuevamente en la revisión de los resultados, en conocer el aprendizaje alcanzado por los estudiantes.

En el Cuaderno de Investigación No. 40, publicado por el INEE, Felipe Martínez Rizo enfatizó la validez de las pruebas estandarizadas, y se explica la solidez teórica y sicométrica de dichas pruebas. Entonces, el INEE se mantiene vigente en la lógica internacional de este tipo de pruebas, aunque la disyuntiva no se haya resuelto por completo.

A pesar de estar validadas las pruebas estandarizadas en nuestro sistema educativo, existe cierta desvinculación entre nuestro plan de estudios 2011, y el enfoque de la prueba. Mientras que en las escuelas hay esfuerzos por realizar evaluaciones cualitativas, Planea se reduce a una valoración cuantitativa. El enfoque pedagógico de los programas de estudio pone atención en el desempeño académico de los alumnos, pero las pruebas estandarizadas asignan aciertos por la discriminación favorable en los reactivos de opción múltiple.

Pero además, todavía hay otra debilidad. Las pruebas estandarizadas generan información para mejorar los procesos educativos. El análisis de los resultados, tiene que poner sobre la mesa una revisión de los métodos de enseñanza. La aplicación de Planea está distribuida en un calendario de 2015 a 2019, sin embargo, hasta el momento no se perciben estrategias que impulsen la reflexión de los docentes para la mejora de los aprendizajes de los educandos. Otra vez algo está fallando.

*Jefe de redacción en Voces Normalistas