Opinión
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México SA

México, chiquero electoral

Modernización primitiva

Corrupción: nivel histórico

D

icen los modernizadores que la transformación del país se hizo necesaria y urgente, porque el viejo régimen y sus ilegales prácticas depredadoras no sólo destruían el tejido social, sino especialmente minaban las bases de nuestra democracia. Eso se escuchaba allá por inicios de la década de los años 80, cuando la tecnocracia tomó por asalto el poder, y de vez en vez lo repiten.

Transcurridas casi cuatro décadas, todo cambiaron para no cambiar nada; todo modernizaron para fortalecer el podrido régimen que tanto cuestionaron –de saliva–, y perfeccionaron los mecanismos ilegales y las prácticas depredadoras que años atrás ubicaban como el gran problema del país.

Elecciones van, elecciones vienen, y lo único que sube –una tras otra– es el nivel del río de mierda que las caracteriza, con todo el aparato modernizador instalado en el primitivismo político, la corrupción a galope, los métodos ilegales que decían abominar y el uso de los ciudadanos como carne de cañón para lo que se ofrezca (la pobreza es una maravilla electoral), mientras los gallos giros o colorados que participan se acusan entre sí de los mismos ilícitos que cada uno de ellos comete, y de qué forma.

Las elecciones de ayer en los estados de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz sólo son una muestra de hasta dónde ha llegado la democracia mexicana, en la que lo único importante es garantizar la continuidad del jugoso negocio político, en el que todos los partidos legalmente operativos, todos, participan y concursan para dejar en claro quién es el más corrupto, cuál es el que mejor masca tuercas y quién es el más hábil para pasarse la ley por el arco del triunfo, con el aval y el aplauso de la autoridad.

En estos procesos electorales –como pomposamente los denominan– la única garantía es que los grandes derrotados sean los ciudadanos, porque ninguno de los candidatos tiene representatividad ni interés para atender y resolver los problemas de la gente. El punto es el reparto del pastel. Y en esto participan desde primos del inquilino de Los Pinos hasta aquellos que robaron poquito (pero que de cualquier suerte fueron avalados por la supuesta autoridad electoral), sin olvidar a los hermanos coraje que, hasta hora, son los dueños de Coahuila, a las maestras que cobran diezmo, las ex vendedoras de pinturas o los sicarios de los gobernadores.

Todo modernizaron, pues, pero México está desbordado de corrupción e impunidad. El asalto a la nación por la clase político-empresarial alcanza niveles verdaderamente espeluznantes. Donde se pique sale pus, y en este proceso los nuevos personajes de la política, las alternativas, los partidos democráticos y limpios sólo llegaron a ensuciar más la casa, y de qué forma.

Era más que previsible lo que se vio y vivió ayer en los cuatro estados de la República que se mencionan líneas arriba. Desde el acarreo hasta los millones en efectivo; desde el regalo (pagado con nuestros impuestos) de tinacos y tarjetas rosas –sin fondos–, hasta las amenazas y cabezas de puerco por aquí y por allá. Se acumularon todo tipo de delitos electorales, pero ellos, 100 por ciento, han sido justificados y/o desatendidos por la supuesta autoridad –cómplice del régimen– que debería evitarlos y sancionarlos, simplemente porque es parte del negocio.

Habrá que esperar los resultados oficiales y conocer las acciones y reacciones de aquellos que oficialmente resultaron perdedores en el proceso electoral, aunque, otra vez, por donde sea vea el gran derrotado es el ciudadano. Y también habrá que escuchar la cantidad de sandeces que harán públicas los triunfadores. Hasta el cierre de México SA todos se han declarado vencedores, todos arrollaron (cómo estará el asunto que en Coahuila habría ya dos gobernadores, uno tricolor y el otro blanquiazul, según sus afirmaciones), a todos les favoreció el voto y todos promovieron una campaña propositiva y civilizada, por mucho que todos hicieron las mismas marranadas.

Y en un rápido recuento sobre la modernización del país, cuya intención –oficialmente– siempre ha sido reconstruir el tejido social y fortalecer las bases de nuestra democracia, se constata que México registra caída libre. Llegó el cambio, la alternancia, el vivir mejor y el México en movimiento, y la mierda brotó por doquier, porque nuestro país cada día se hunde más corrupción e impunidad.

De acuerdo con los indicadores de Transparencia Internacional, al cierre del sexenio salinista México ocupaba el escalón número 32 (de 41 posibles) entre los países más corruptos del mundo (mientras más lejos de cero, más corrupto), ubicándose entre Colombia e Italia. Fue el primer informe temático del que se tenga registro.

En ese nivel lo tomó Ernesto Zedillo (el del bienestar para la familia), quien con su modernización y etcétera, etcétera, lo hundió al peldaño 59 (de 90 posibles), en un índice similar al de la corrupción imperante en Zambia, Colombia, Etiopía y Tailandia.

En ese último ranking lo recibió Fox… y Martita, pareja que hizo la hombrada de hundir aún más al país, pues lo llevó al escalón número 70 (de 163 naciones incluidas en el informe de 2006), con lo que el cambio no cambió nada de lo prometido. Por el contrario, reforzó el aparato de corrupción y fortaleció la impunidad. En ese entonces nuestro país compartió nivel con Egipto, Ghana, India, Perú, Arabia Saudita y Senegal.

Con Felipe Calderón, el de vivir mejor, México se desplomó al escalón número 105 (de 174 posibles), entre Gambia, Kosovo, Malí y Filipinas. Y hoy ese nefasto personaje, junto con su esposa, pretende regresar a Los Pinos, con la idea, claro está, de fortalecer el tejido social.

Y Enrique Peña Nieto, el de mover a México, envuelto, un día sí y el siguiente también, en escándalos de corrupción. EPN recibió al país en ese índice de corrupción, pero en apenas cuatro años lo hundió al escalón 123 (de 176), compartiendo méritos con Honduras, Laos, Moldavia, Paraguay y Sierra Leona.

De ese tamaño han sido la modernización y el compromiso para combatir la corrupción, fortalecer el tejido social y cimentar las bases de la democracia. Pero no se preocupen. Todavía queda el derecho de vomitar.

Las rebanadas del pastel

Como muestra de civilidad política, todos se comprometieron a no adelantarse a los resultados del PREP. Dos segundos después de las 18 horas de ayer, todos se adelantaron para autoproclamarse ganadores de los comicios en cuatro estados de la República (por ejemplo, a esa hora, el estado de México tenía dos gobernadores: el primo y la del diezmo).

Twitter: @cafevega