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García Márquez dejó una pequeña ventana para hurgar en los secretos de esa obra

Pruebas de imprenta, único testimonio de correcciones a mano de Cien años de soledad

Las autografió dos veces y las obsequió al cineasta Luis Alcoriza y su esposa Janet Riesenfeld

Permanecen resguardadas en Madrid, a la espera de que alguien las compre en un millón de euros

Foto
Gabriel García Márquez en el edificio Condesa, Ciudad de México, el 26 de noviembre de 1966, durante una sesión de fotografías tomadas al escritor para la primera edición en México de su novela Cien años de soledad, de las que finalmente ninguna se incluyó, pero sí se utilizó una para la primera versión en inglésFoto Rodrigo Moya
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de mayo de 2017, p. 5

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo

Si hubiera sido por Gabriel García Márquez, ni rastro habría quedado del proceso de poner y quitar palabras de Cien años de soledad.

Pero, amiguero como era, el premio Nobel de Literatura 1982 dejó al menos una pequeña ventana para echar un vistazo a sus secretos: unas pruebas de imprenta corregidas a mano y autografiadas dos veces que regaló en 1967 en México al cineasta Luis Alcoriza y su esposa, Janet Riesenfeld.

A 50 años de la publicación de su novela cumbre, que se terminó de imprimir el 30 de mayo de 1967, están guardadas en Madrid como un tesoro, bajo cuatro llaves, a la espera de que alguien quiera comprarlas por un millón de euros. Nadie lo hizo en 2001 y 2002 cuando se intentó subastarlas.

Las páginas mecanografiadas por él, las destruyó junto con su mujer Mercedes. Entonces, lo que queda como enlace son estas galeradas corregidas, dijo su propietario, el productor mexicano Héctor Joaquín Delgado, heredero universal de los Alcoriza.

Una vez publicada la novela, García Márquez y su esposa Mercedes se encargaron de destruir el borrador salido de su máquina de escribir, para que nadie pudiera descubrir su carpintería secreta, como él decía, ya que estaba acribillado con cambios a mano en tinta de distintos colores.

No se conoce que haya sobrevivido otro texto corregido a mano por el escritor colombiano, aunque sí algunas de las copias que García Márquez hizo transcribir a la mecanógrafa Esperanza Araiza a partir de su borrador cuando mandó la novela por primera vez a la editorial.

Por eso las pruebas de imprenta de Delgado son, quizás, el único testimonio de sus correcciones manuales, a menos que existan otras galeradas revisadas, desconocidas hasta ahora, en poder de alguien que las guarde en secreto.

Las pruebas heredadas por Delgado constan de 181 páginas y una cubierta. Fueron enviadas por la editorial Sudamericana a García Márquez desde Buenos Aires a su casa en Ciudad de México para revisión.

De puño y letra el escritor cambió palabras, separó capítulos, quitó y completó frases en los márgenes. Agregó, por ejemplo: Úrsula le había asignado una suma semanal para sus gastos personales.

También asentó que quería agregar algo en un sitio y en la novela publicada después aparecen ahí 11 líneas más, con premoniciones de Úrsula, de acuerdo con un dossier elaborado para las subastas frustradas de Barcelona y Londres.

Además, sustituyó la palabra exasperándolas por achicharrándolas, convirtió la prodigalidad de Aureliano Segundo en desperdicio y agregó un dato sobre una imagen de yeso en tamaño real de San José que se rompe en el suelo: Estaba atiborrada de monedas de oro.

Hombre, un trabajo de una minuciosidad tremenda, resume Delgado, de 75 años, en entrevista en la capital mexicana.