Opinión
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Un legado de la docena trágica
C

on casi dos sexenios del gobierno en manos de enemigos de la educación laica y popular señalada por la Constitución, nos ha tocado que incluso las autoridades en materia educativa se solacen públicamente vituperando al gremio magisterial en su conjunto, de manera parecida a lo ocurrido en los años 30.

No negamos que puedan encontrarse ejemplos que les den la razón, pero quienes vivimos inmersos en la docencia pública casi toda nuestra vida o hemos estado muy cerca de ella y conocemos bien el terreno, por cada ejemplo nocivo que se nos pone al frente nos faltan dedos para mencionar mentores verdaderamente admirables y venerables, con un recio compromiso educativo y social.

Otra variable que nos trajo del pasado el cambio que se produjo en México en el año 2000, al que Jalisco se adelantó un lamentable lustro, cuando se incrementó sobremanera el deterioro económico de la sociedad, fue el rescate de aquel movimiento denominado cristero, acaecido en México durante los últimos años 20 y los primeros 30, que en muchos sentidos significó una intentona de anular conquistas revolucionarias y que se recuperara lo que había menguado la fuerza del clero con el advenimiento de las Leyes de Reforma y del Estado liberal mexicano.

Pues bien, al menos en Jalisco, desde que una versión en extremo conservadora del Partido Acción Nacional llegó al gobierno en 1995, salió con claridad a la luz pública, con todo el respaldo oficial, la tendencia hasta entonces solapada en algunas sacristías de vindicar la rebelión cristera, lo cual implicaba, entre otras cosas, arremeter contra una de las principales armas esgrimidas en su contra por los verdaderos revolucionarios mexicanos: la educación laica y racional.

A manera de ejemplo podríamos recordar el empeño cardenalicio por emprender un proceso de canonización masiva que culminó el 21 de mayo de 2000. Fueron 26 los nuevos santos, todos ellos pro cristeros, 19 de los cuales eran oriundos de la misma arquidiócesis de Guadalajara, que a la sazón pastoreaba Juan Sandoval Íñiguez. Es el mismo prelado que emprendió la construcción del gigantesco Santuario de los Mártires que, en 2008, se vio beneficiado con la famosa macrolimosna del gobierno de Jalisco, con la cual el jefe del Poder Ejecutivo del estado se ganó merecidamente el mote de “ góber piadoso”.

El 20 de noviembre de 2005, no sé si para hacer mofa de la Revolución Mexicana o para honrar la memoria del dictador español Francisco Franco, fallecido el mismo día 30 años antes y uno de los hombres que más crímenes cometió con la bendición de la Iglesia católica, fueron beatificados 13 laicos por su sacrificio pro cristero, nueve de los cuales eran oriundos del mismo arzobispado.

A todos ellos los pone en su lugar correcto la maestra Laura Campos, en su acucioso trabajo publicado en 2011 con el título La otra cara de la guerra cristera, en el que recuerda que aun desde el púlpito se exhortaba a veces a matar. Entre ella y el profesor Óscar García Carmona han elaborado una bien documentada lista de profesores y profesoras maltratados, torturados y hasta asesinados por las huestes de ¡Viva Cristo Rey!, cuyo ideario renació durante dicha docena trágica: 2000-2012.