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Tres bellos ejemplares de españoles
E

spléndido es el artículo de Lourdes Bueno en El Informador tapatío, sobre la reveladora conferencia impartida el 5 de abril en la prestigiada Casa de América matritense, por el presidente de Radio y Televisión Española. Se trata de un tal José Antonio Sánchez quien, además de otras sandeces, comparaba lo que él llama imperio azteca con la Alemania nazi y se felicitaba de que sus antepasados hubieran causado su destrucción gracias a su espíritu civilizador.

Es grave que un tipo de esa calaña ocupe tan importante puesto, que, como dice el periodista Ander Cortázar en El Boletín de ese país, es una muestra de lo que el gobierno español piensa de América Latina. De ahí que no se haya alzado una sola aclaración oficial.

Cortázar, indignado, señala que Sánchez “es un completo ignorante, además de un pelotudo –para no hablar de su madre (sic)– que expresa el pensamiento de muchos españoles”.

Viene a mi mente la denuncia que hizo el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México José Sarukhán, el 30 de octubre de 2009, en El Universal, de México, sobre unas afirmaciones hechas en Oviedo con motivo de un acto de homenaje a la máxima casa de estudios. Tales asertos proferidos en un discurso oficial no provenían de un chango cualquiera: era ni más ni menos que el presidente de la Real Academia de la Historia de España, Gonzalo Anes Álvarez Castrillón, marqués de Castrillón, lleno de lauros españoles –y ninguno extranjero, por cierto–, promotor de aquel recordado Diccionario biográfico, que llenó de flores la ficha del también recordado dictador Francisco Franco, que españoles como Anes –y seguramente Sánchez también– consideraron caudillo de España por la gracia de Dios y le agradecían haber hecho de su país la reserva moral de Europa.

Franco, conviene recordárselo a Sánchez, fue abiertamente nazifascista.

Con toda su ponderación, el doctor Sarukhán decía que Anes logró combinar hábilmente la ignorancia con la petulancia negando, en un tono muy hispano incluso, que en el México antiguo hubiese habido ciudades como las que maravillaron a Bernal Díaz del Castillo y a tantos otros que las vieron y Anes no leyó.

Este sujeto, concluyó Sarukhán, era un digno representante del neocolonialismo mental que aún persiste en ámbitos académicos de España.

La lista podría hacerse muy larga, incluyendo en ellos a tipos como el famoso José Ortega y Gasset, pero aportaré de mi cosecha solamente un caso: Luis Yáñez Barnuevo, ginecólogo andaluz y cuate de Felipe González, quien encabezó la Comisión Española para la ¿Celebración? del Quinto Centenario del ¿Descubrimiento? de América.

En la reunión iberoamericana celebrada en 1983 en la República Dominicana, cuando los mexicanos hicimos nuestra aparición y cuestionamos las ideas de celebrar y del tan cacareado descubrimiento, Yáñez rebatió nuestros argumentos afirmando categóricamente, entre otras estupideces, que los indios no eran capaces de concebir ideas abstractas. No pasó, por fortuna, mucho tiempo para que se tragara sus ideas, emanadas de un historiador muy popular durante el franquismo, de apellidos Ballesteros Gaibrois.

A manera de homenaje recordaré, sin estar del todo de acuerdo, aquella frase con que El Nigromante concluyó los argumentos que dirigió a Emilio Castelar, a los que éste, gracias a su categoría, diera la razón: Lo mejor que hicieron los españoles en nuestros puertos fue salir por ellos.