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Manifiesta su expectativa de que esta oleada hacia la derecha no durará mucho en Brasil

Rousseff pide a los sectores progresistas de América Latina expandir la democracia

Describe el descrédito del gobierno ilegítimo de Temer y cómo crece el apoyo al ex presidente Lula

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La depuesta presidenta de Brasil Dilma Rousseff durante su conferencia magistral pronunciada ayer en el Teatro de la Ciudad Esperanza IrisFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Miércoles 26 de abril de 2017, p. 19

Trece años duró en Brasil la onda de gobiernos progresistas que durante los primeros 15 años del siglo se expandieron a buena parte de América Latina y marcaron un viraje social que puso en entredicho las doctrinas neoliberales ortodoxas que habían dominado las décadas anteriores. Sobre esa experiencia –sus mayores logros, sus valores fundamentales y también sus fracasos y frustraciones– disertó la ex presidenta de Brasil Dilma Rousseff frente a un repleto Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.

Antes de dictar su cátedra magistral, como parte del coloquio organizado por los 50 años del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), con toda solemnidad Rousseff se puso de pie y se sumó, con la cabeza baja, al minuto de silencio que se guardó en homenaje y respeto a la periodista chihuahuense Miroslava Breach y los 106 periodistas mexicanos asesinados a lo largo de los dos sexenios recientes.

Su intervención concluyó con un fuerte pronunciamiento en favor de que las dirigencias de los sectores progresistas de la región sepan cumplir con el llamado de la historia: Nuestro papel es expandir la democracia. Ese es el camino correcto. En las gradas estalló entonces un grito destinado a ser escuchado hasta Brasilia: ¡Fora Temer!

Miles de estudiantes y académicos, activistas, miembros de la diáspora brasileña acudieron a escuchar a la mandataria derrocada, quien analizó las circunstancias de su desafuero y derrocamiento enmarcadas en la oleada de gobiernos de derecha que han retornado al poder en la región latinoamericana, en la medida en que se desgasta el ciclo en que coincidieron en media docena de naciones regímenes de corte progresista, aunque diversos.

Pero también habló de las metas alcanzadas durante los ocho años de gobierno de Lula da Silva y los cinco años de su administración. Datos como el de 2014, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura informó que Brasil había alcanzado una de las metas del milenio, que es sacar al país del llamado mapa del hambre elaborado por la ONU, o el abatimiento de la pobreza de 24 a 8 por ciento y de 14 por ciento a 3.5 por ciento de la miseria extrema. Cada logro era saludado con aplausos.

Describió programas sociales como el llamado Bolsa familia o el Mi vida mi casa, de vivienda popular, que alcanzan a más de 50 millones de beneficiarios. O bien, otro momento histórico, en pleno crac de 2008-2009, cuando la economía brasileña creció 7 por ciento. El público atento escuchaba con admiración y, quizá, un poco de envidia.

Recordó, entonces, cómo son los programas sociales de los gobiernos neoliberales, donde son apenas esbozos de planes piloto que no alcanzan a más de 50 mil, 100 mil personas.

“En democracia –declaró– ningún gobierno debería ser electo para quitarle dinero a los pobres.”

A pesar de lo severo de la regresión de los logros sociales del periodo petista, Dilma Roussseff manifestó su expectativa de que esta oleada hacia la derecha no tendrá larga vida. Y esto se percibe más en la medida en la que se acerca 2018, cuando, en octubre, deberán realizarse elecciones presidenciales.

¿Qué estamos viendo? Que el gobierno ilegítimo está perdiendo apoyo popular, porque eso es lo que pasa cuando el pueblo pierde derechos conquistados, cuando las autoridades no atienden sus demandas sociales y cuando perciben el descrédito de los partidos políticos. ¿Quién los va a apoyar, además del gran capital, las iglesias y los medios corporativos?

Recordó que las encuestas prelectorales señalan al ex presidente Lula da Silva en ocasiones con hasta 25 puntos por arriba de sus contrincantes. Pero –advirtió– para lograr el triunfo del histórico líder de la izquierda laborista será necesaria la participación del pueblo, una reforma política y, sobre todo, que se respeten las reglas del juego.

De las porras y los gritos que saludaban ¡Dilma-Dilma!, el público cambió a: ¡Lula! ¡Lula!