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México SA

De reformas y promesas

¿Dónde está el 5 por ciento?

Aumenta costo de la deuda

C

on eso de que prometer no empobrece, a mediados de 2014 el gobierno peñanietista se aventó la siguiente puntada: si (el Congreso) se aprueban todas las reformas estructurales y salen adelante leyes que no desnaturalicen la esencia de esas modificaciones, México crecerá (económicamente) a tasas de 5 por ciento. En 18 meses se han realizado los cambios que por años se postergaron, y (con ellos) se abre la expectativa de crecer más, y hacerlo en una proporción mayor a la registrada en los 30 años anteriores. México puede alcanzar un crecimiento sostenido en estos seis años y ser un país distinto.

Los lectores no tardarán un segundo en registrar que el autor de tan bonitas frases no es otro que el mismísimo (ex) ministro del (d) año, Luis Videgaray, autodenominado cerebro de las reformas estructurales –hoy en funciones de aprendiz de canciller–, quien en junio de 2014 acompañó a Enrique Peña Nieto –o al revés– en visita oficial a España y en su nombre hizo la oferta.

Casi tres años después de esa bella promesa, con todas las reformas aprobadas y leyes que ni lejanamente desnaturalizaron su esencia, la economía mexicana crece cada vez menos y a un ritmo inferior al registrado los 30 años anteriores (1.9 por ciento anual es el promedio que carga el gobierno de Peña Nieto –2013-2016–, y descontando), es decir, todo lo contrario a lo ofrecido por el (ex) ministro del (d) año, y con visos de empeorar.

Como ayuda de memoria vale mencionar que esa proporción es igual a la lograda durante el sexenio de Felipe Calderón (el mismo que a los mexicanos prometió vivir mejor, y que ahora intenta regresar a las andadas vía Margarita Zavala) e idéntico al reportado en la década perdida (años 80).

La economía mexicana de mal en peor, y como bien lo advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), el gobierno peñanietista (léase Videgaray) sobrestimó los resultados que alcanzarían las reformas estructurales; esperaba un crecimiento de entre 5 y 6 por ciento para los dos últimos años del sexenio gracias a la aprobación de las mismas, pero a duras penas promedia 1.9 por ciento, y descontando. Dicho instituto divulgó sus más reciente análisis y de él se toman los siguientes pasajes. Va, pues.

Si bien el contexto internacional ha representado un desafío para lograr un crecimiento superior, esta situación también refleja que el proceso reformador no atendió las necesidades internas estructurales; un elemento olvidado desde el inicio de un modelo con sustento en el comercio internacional, pero con la ausencia del desarrollo de motores internos.

Dejó de lado el fortalecimiento de la planta productiva y del mercado interno para lograr resultados favorables y sostenidos superiores, a partir de los resultados propios, que garanticen un mínimo avance, independientemente de los factores externos y por tanto reste vulnerabilidad al aparato productivo. La visión de apertura comercial debe estar acompañada de una estrategia nacional, teniendo al comercio como un mecanismo, no como el fin.

Las más recientes proyecciones gubernamentales –plasmadas en los llamados Precriterios de Política Económica para 2018– no son muy optimistas, ya que estiman un rango de crecimiento inferior al promedio alcanzado en las pasadas tres décadas. Las presiones del tipo de cambio, el mayor costo de los energéticos y con ello la creciente inflación, así como la crisis del sector minero, limitan la capacidad de crecimiento superior en la economía y por tanto de una recuperación sólida durante 2017.

El escenario del presente año se encuentra comprometido en alcanzar mejores resultados, como lo muestra el indicador adelantado que confirma una desaceleración del crecimiento en el corto plazo. Además, la caída en la inversión, el desempeño del componente de confianza empresarial peor evaluado sobre el momento adecuado para invertir y el incremento en la tasa de interés, elevando los costos financieros a una tasa de referencia de 6.5 por ciento y limitando aun más las posibilidades de inversión, por lo que no sólo el contexto de incertidumbre externa representa un desafío para 2017, sino que el entorno nacional también enfrenta sus propias deficiencias.

Las finanzas públicas también presentan un desafío por la mayor estimación en el costo financiero (pago de intereses de la deuda pública) y la menor inversión gubernamental. En el primer caso será de 661 mil millones de pesos a lo largo de 2018, en tanto que la nueva estimación para 2017 se ubicó en 573 mil millones, es decir, el monto del costo financiero en ambos años es de un billón 234 mil millones de pesos.

En cambio, la inversión pública presentó una caída de 16 por ciento en el primer bimestre de 2017 en comparación con el mismo periodo de 2016. Por su parte, el gasto en sueldos y salarios de los servidores públicos federales sólo se redujo 2.3 por ciento. En contrasentido, los gastos de operación aumentaron 10.1 por ciento.

Resalta que el costo financiero de 2017 supera la inversión conjunta de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad. El gasto en inversión total suma de 587 mil millones de pesos, donde Pemex y CFE tienen una asignación de 242 mil y 204 mil millones, respectivamente. En este sentido, el ajuste financiero incluye menor inversión y mayor pago de intereses de la deuda, además de plantear un nuevo recorte al gasto de gobierno para 2018 por casi 44 mil millones, equivalente a 0.2 por ciento del producto interno bruto.

Al mismo tiempo, las expectativas empresariales plantean un entorno delicado para este año, particularmente en el componente con peor evaluación: el relativo al momento adecuado para invertir, y en este sentido el sector de las manufacturas acumulan 112 meses por abajo del umbral de los 50 puntos, es decir, una opinión pesimista de los directivos empresariales sobre la situación económica en general del país y sus empresas, mientras los sectores del comercio y la construcción suman 70 meses bajo dicho umbral.

Además, esta visión empresarial se profundiza con el alza en las tasas de interés, implicando una limitación adicional a la inversión productiva, además del recorte presupuestal del sector público en este renglón. Estos datos demuestran cómo se prioriza el pago de los compromisos financieros, así como el gasto corriente, lo que castiga el crecimiento del país. Entonces, prometer sí empobrece.

Las rebanadas del pastel

El circo político-mediático a todo lo que da, mientras cada día que transcurre el navío de gran calado se hunde un poco más.

Twitter: @cafevega