Opinión
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La profecía mexicana de Robert Lansing
C

omo es bien sabido de los estudiosos de la historia de Estados Unidos y las relaciones de México con ese país, Robert Lansing fue el secretario de Estado gringo desde junio de 1915 hasta febrero de 1920, cuando Woodrow Wilson era presidente. Dicho de otra manera, tuvo que ver en buena medida con la Revolución Mexicana y, sobre todo, con la consolidación de la llamada visión carrancista de la misma.

Consecuentemente fue considerado por los estadunidenses como un buen conocedor de nuestro país, sus opiniones fueron tomadas en cuenta durante su gestión y, más aún, cuando dejó la chamba y pasó a convertirse en importante colaborador de la Mexican Petroleum Company, que de mexicana tenía el nombre, la materia prima y la mano de obra más baja. Como es natural, todos los empleos de mediano nivel para arriba y, más aún, las utilidades, estaban por completo en manos gringas.

Pues bien, ya como funcionario petrolero sucedió que la poderosa cadena de periódicos encabezada por Randolph Hearst emprendió una fuerte campaña para imponer en México la paz a como diera lugar: Entre otras cosas planteaba que un connacional fuera impuesto a costa de lo que fuera en la silla presidencial de nuestro país. Su intención principal, claro, era proteger los intereses y las pingües utilidades de las corporaciones estadunidenses.

Hacerlo así, suponía Lansing, en febrero de 1924, resultaría contraproducente, pues, según él, los mexicanos responderían con las armas… en cambio proponía un plan que, sin disparar un tiro ni invertir en un movimiento de tropas, con el tiempo conseguiría lo mismo.

Partía el ex secretario de la base de que para dominar a México bastaba con controlar a su presidente. El camino más seguro, aunque un poco más lento, era abrir “a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de [sus] universidades y educarlos en el modo de vida americano [sic], en [sus] valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos”.

Lansing suponía, con razón, que México requeriría de administradores competentes que serían precisamente quienes ellos habían entrenado y eventualmente se adueñarían de la Presidencia.

De esta manera EU conseguiría sus fines sin gastar un centavo ni disparar un tiro y, lo que resulta más triste: conseguirán someter a México mejor y más radicalmente que nosotros mismos lo podríamos hacer.

Hoy hace 20 años exactamente que publiqué un artículo llamado algo así como el Plan Lansing, que consiguió más de los tres o cuatro lectores con que suelo contar, en un periódico de la CDMX con el que entonces me pareció me podría entender… En aquel entonces no podíamos garantizar que dicho plan tendría éxito, aunque llevábamos bastantes años viendo cómo penetraban en el gobierno ex alumnos de Yale, Harvard y demás.

Dos décadas después, habiendo pasado por tres presidentes bien adiestrados en prominentes universidades estadunidenses y otro por la Coca Cola, que debe ser más eficiente en este sentido, podemos empezar a sospechar que la profecía de Lansing se está cumpliendo.