Opinión
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México SA

Economía: 0.3 por ciento

EPN, Meade y el tío Lolo

Nuño: levedad galopante

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anáticos del tío Lolo, en Los Pinos, la Secretaría de Hacienda y áreas conexas están de plácemes, porque, dicen, la economía no deja de crecer y acumula nueve meses de continuos avances. Técnicamente podrían tener razón, porque todo arriba de cero –por escuálida que sea la diferencia– representa una cifra positiva, aunque en este caso quien lee la estadística, la divulga y la celebra con bombo y platillo es el propio tío Lolo, con el júbilo de sus seguidores.

Sin embargo, en términos prácticos lo que en el circuito oficial entienden como crecimiento y avance en realidad es una muestra fehaciente del estancamiento y la mediocridad económica que de tiempo atrás registra el país. Resulta que el Inegi, como lo hace en forma periódica, divulgó ayer el indicador global de la actividad económica (IGAE), en este caso el correspondiente a enero de 2017. Y el dato duro –es decir, el motivo de la alegría de Enrique Peña Nieto, José Antonio Mede y aplaudidores que los acompañan– es que tal indicador, uno de los signos vitales del navío de gran calado que se presume desde tiempos foxistas, avanzó y/o creció la fabulosa proporción de… 0.3 por ciento, por debajo de la reportada en diciembre de 2016.

Ustedes dirán si eso es motivo de alegría y alcanza para celebrar con bombos y platillos, como lo hacen en Los Pinos, Hacienda y corifeos que a ellos facturan regularmente. Bajo la óptica de tal circuito la noticia de enero de 2017 es muy buena, porque reafirma la tendencia creciente de la economía mexicana, pero en los hechos, amén de raquítica, no sólo resultó inferior a la del mes previo, sino que no alcanza ni para la propina del café.

Cierto es que desde mayo del año pasado las cifras han sido positivas –llamémoslas así–, aunque el promedio de crecimiento mensual de ese mes al primero de 2017 a duras penas alcanza 0.36 por ciento. Para un país con las crecientes necesidades que reporta México y la deuda social que arrastra, el ritmo de crecimiento que se registra no sirve siquiera para que ronronee el motor. El ambiente se agrava al conocer el balance de los 50 meses de gobierno peñanietista (diciembre de 2012-enero de 2017) y el resultado del futuro promisorio que a los mexicanos prometió, si los ciudadanos marca Soriana y Monex votaban por él.

El “crecimiento y/o avance de la gloriosa cuan sempiternamente reformada y modernizada economía mexicana (esto, es, el citado navío de gran calado, según el dicho repetido por los marineritos de agua seca Fox, Calderón y Peña Nieto a lo largo de lo que va del nuevo siglo) promedia… 0.16 por ciento mensual en el periodo citado. Y, sí, dirán en Los Pinos, Hacienda y conexos, de que crece, crece, por insignificante que sea. Una simple suma revela que tal proporción equivale a un acumulado de 8 por ciento en cuatro años y dos meses de gobierno peñanietista, es decir, lo que en otros tiempos crecía –sin comillas– en un año o menos.

Todos los inquilinos de Los Pinos –de Lázaro Cárdenas a José López Portillo– cuando menos registraron un año de su sexenio con crecimiento superior a 8 por ciento. Por ejemplo (todas las cifras son de la estadística histórica del Inegi), en 1936, con Cárdenas en Los Pinos, la economía creció 8.2 por ciento; con Manuel Ávila Camacho, en 1941 lo hizo 9.68 por ciento y en 1944, 8.04; con Miguel Alemán, en 1950 avanzó 9.72 por ciento; con Adolfo Ruiz Cortines, 8.48 por ciento en 1955; con Adolfo López Mateos, 8.11 por ciento en 1960, y 11.01 por ciento en 1964.

También con el genocida Gustavo Díaz Ordaz, 9.42 por ciento en el ignominioso 1968; con Luis Echeverría, 8.23 por ciento en 1972, y con José López Portillo, en 1978, 8.96 por ciento; en 1980, 9.23 por ciento, y en 1981, 8.53 por ciento. Todos los citados devaluaron el peso y la mayoría robo a manos llenas, tal cual ha sucedido de Miguel de la Madrid a la fecha. López Mateos (1964) tiene el registro más alto de crecimiento económico del México institucionalizado: 11.01 por ciento, a razón de casi un punto porcentual por mes; es decir, el triple de lo que Miguel de la Madrid, con su giro de 180 grados logró crecer en el sexenio completo.

¿Qué ha sucedido con los gobiernos neoliberales? Los negocios privados van de maravilla, especialmente aquellos con bienes de la nación. El mayor crecimiento con De la Madrid se registró en 1984, con una tasa de 3.41 por ciento, aunque en el balance sexenal el promedio anual fue de 0.34 por ciento. Con Carlos Salinas el mayor avance se registró en 1990, con 5.18 por ciento, con promedio anual en el sexenio de 3.9 por ciento. A Zedillo le fue peor: su mejor año, 1996, con una tasa de 6.78 por ciento, pero el promedio anual no pasó de 3.5 por ciento.

Llegó el cambió y la economía se mantuvo a la baja. El mejor resultado de Fox se registró en 2006, ya de salida, con una tasa de 4.78 por ciento, pero el promedio anual fue de 2.3 por ciento. Nadie supuso que de allí en adelante la situación sería más negra, pero arribó Calderón y dijo lo contrario: su mayor éxito fue en 2010, con una tasa de 5.5 por ciento, aunque los especialistas explicaron que se debió al rebote del desplome de 2009, cuando el navío se hundió 6.5 por ciento. ¿Resultado? Promedio anual de 1.9 por ciento.

¿Y Peña Nieto? El mejor año, hasta ahora, fue 2015, con una tasa de 2.5 por ciento; es decir, cuatro veces y pico menor a la de López Mateos que se anota líneas arriba. Y esa fue la buena, porque el promedio de cuatro años de estancia en Los Pinos a duras penas da para 2 por ciento, y descontando; es decir, lo que tiempo atrás se crecía en un año. Pero en la residencia oficial, en Hacienda y en el coro facturable aseguran que el navío es sólido, que vamos por el camino correcto y, en fin, la economía mexicana no deja de crecer.

Lo mejor es el anuncio del secretario de Hacienda: para 2018 no habrá sorpresas en materia económica, o lo que es igual, el último año, felizmente, de Peña Nieto en Los Pinos será más de lo mismo, con el tío Lolo como coordinador de asesores. Agárrense, pues.

Las rebanadas del pastel

¿Así o más ridículo? El secretario de Educación, Aurelio Nuño, el mismo que dice ler en lugar de leer y por ello fue públicamente corregido por una niña de primaria, asegura que, como es autoritario, al político con apodo de pez le da risa la educación. Y lo afirma quien a millones hace reír, y a otros llorar, por el papelón que ha hecho al frente de la SEP.