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Bajo la lupa

Decesos del ATP y el TLCAN; auge del RCEP chino: el mayor tratado comercial global

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Hillary Clinton, ex candidata presidencial demócrata, saluda al llegar a la Sociedad de Mujeres Irlandesas para la celebración anual por el Día de San Patricio, el viernes en Scranton, PensilvaniaFoto Ap
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ara intentar paliar su tremendo déficit comercial global de bienes sin servicios de 750 mil millones de dólares al año, la trumponomics permuta el multilateralismo por el bilateralismo mediante el cual EU impone su voluntad militar/atómica (https://goo.gl/6ny8Fz).

Los cuatro principales déficits comerciales en bienes de EU son con China (347 mil millones de dólares: 40 por ciento), Japón (69 mil millones de dólares), Alemania (65 mil millones de dólares) y México (63 mil millones de dólares).

Todos los secretos proyectos multilaterales con enfoque geopolítico de los Bush, Clinton y Obama están siendo enterradas por la trumponomics: ATP, contra China; TTIP, contra Rusia, y TISA, contra el mundo (https://goo.gl/rrLhRQ).

No haré leña del árbol caído de los aniquilados ALCA y el Plan Puebla-Panamá (PPP), a los que se adhirió en forma grotesca la dupla Fox/Castañeda Gutman, que preservó más los intereses de EU e Israel que los de México.

Por cierto, 15 años antes de que apareciera Trump, el desastre de la migración mexicana en EU se debió en gran medida a la insolencia infatuada de la dupla Fox/Castañeda Gutman, que rechazó un acuerdo bajo el inigualable concepto diplomático de la enchilada completa. ¡Qué nivelucho!

Se han desgajado todos los proyectos y tratados de EU para dominar las regiones y el mundo –ALCA, PPP, ATP, TTIP, TISA, y ahora el agónico TLCAN–, mientras China ha acelerado sin mucho ruido desde hace más de cuatro años la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) con el fin de contrarrestar el irredentismo mercantilista geopolítico de Obama.

El núcleo del RCEP-16 lo constituyen los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean, por sus siglas en inglés), con tres superpotencias neoeconómicas –China, India y Japón–, dos países de la anglósfera –Australia y Nueva Zelanda– y Sudcorea, que representan en su conjunto la mitad de la población mundial y 30 por ciento del PIB global: 21.4 billones de dólares.

Los tratados mercantilistas de Occidente fenecen, incluida la sitiada Unión Europea, mientras el poco publicitado RCEP-16 se posiciona como el mayor tratado de libre comercio del planeta, pero con un nítido enfoque regional donde China nolens volens se ha erigido en su líder conceptual.

Aquí los matices son seminales: la globalización anglosajona es financierista, mientras la globalización que pregona China es economicista.

Una civilización milenaria como China no se cuece al primer hervor, por lo que ha sido muy precavida para liderar el libre comercio a escala regional y global.

El primer ministro chino, Li Keqiang, arrojó un balde de agua helada a los novatos mercantilistas de América Latina (AL), inseminados por el fallido neoliberalismo, quienes alucinan permutar al ATP-12 por el RCEP-16 y a EU por China: no excederemos nuestro alcance para hacer cosas que China no debe hacer (https://goo.gl/Y1O8DY).

El grave problema de los reduccionistas mercantilistas es que carecen de cultura geopolítica e ignoran los límites que impone la realidad cuando China desea afianzar su posicionamiento regional, mientras rechaza imitar el irredentismo de EU en AL, cuyos regímenes neoliberales fracasados han quedado huérfanos después del desprecio supremacista de Trump.

Una cosa es que China haya asistido a las exequias del ATP en Viña del Mar (Chile) –adonde incluso llegó el representante de EU a supervisar el desasosiego neoliberal de AL– y otra es clavarse a un esquema que colisiona con la cosmogonía y los intereses de China que no va abandonar a sus aliados asiáticos para complacer a los saltimbanquis del México neoliberal itamita que andan más desbrujulados que de costumbre.

Bai Ming, investigador de la Academia China de Comercio Internacional y Cooperación Económica, desechó la exuberancia retórica de que China sustituirá a EU para convertirse en el líder del libre comercio.

China deberá concluir las negociaciones del RCEP-16 antes de lanzarse a aventuras de sueño guajiro, como el sepultado ATP (https://goo.gl/fVF0Jd).

Las prioridades comerciales de China comportan acuerdos de libre comercio con el Asean-10, al unísono de un acuerdo trilateral con Sudcorea y Japón, países con los cuales Pekín tiene problemas geopolíticos delicados debido al injerencismo de Trump.

Más allá de su región afín, enfocada al RCEP-16, la prioridad de China no está en el ATP, sepultado por Trump, sino en la ruta de la seda terrestre/marítima, cuyo proyecto y trayecto peligran, a mi juicio, por la inminente manipulación del yihadismo por la CIA en Xinjiang (China), India e Irán.

Mei Xinyu, investigador del Instituto de Comercio Internacional y Cooperación Económica en el Ministerio de Comercio, sentencia que China y el ATP son incompatibles: No está en línea con sus intereses cuando China es ya el máximo exportador global y el segundo mayor importador y no espera ganar mucho adhiriéndose al ATP, cocinado por Obama contra China, que está lleno de contenido que viola las básicas reglas económicas, además de reflejar valores (sic) occidentales que socavan la equidad económica (https://goo.gl/HU2FKH).

Entiendo que los ignaros negociadores mexicanos, que padecen una anacrónica adicción neoliberal mercantilista sin rumbo, no lean la prensa china, pero asombra que tampoco sigan a sus mentores de EU, en específico, al Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés).

Shiro Armstrong, del CFR, expone que el ATP, proyecto estadunicéntrico, está muerto y es fútil esperar su resurrección cuando sin la participación de EU, la mayoría de los otros países tendrán poco incentivo para continuar, como el premier nipón, Shinzo Abe, quien admitió que “un ATP sin EU carece de sentido (https://goo.gl/fJxQUm)”: EU y Japón cuentan con 79 por ciento del total del PIB del fallecido ATP.

Armstrong comenta que la oportunidad más promisoria para fortalecer el orden económico asiático basado en reglas puede ser el RCEP-16.

En forma correcta, Armstrong aduce que el RCEP-16 difiere del sepultado ATP-12, absolutamente estadunicentrista, al promover una agenda de cooperación en la que los países desarrollados se espera ayuden a los menos desarrollados. ¡Todo lo contrario del avasallador ATP de Obama a cuyo esquema se sometió sin resguardos el México neoliberal itamita!

Hasta la desangelada reciente reunión de los encargados de las Finanzas del G-20, en Baden-Baden (Alemania), reflejó el proteccionismo del trumpismo y su corolario del nacionalismo económico.

En el seno del disfuncional G-20 se notó la fractura mercantil del trumpismo, aliado con Japón, frente Alemania y China.

Desde el Brexit hasta el trumpismo, la grave crisis de la globalización financierista ha acentuado la dinámica de la desglobalización y el renacimiento de los nacionalismos económicos.

China, en forma prudente, recoge los escombros del desastre mercantilista occidental al que se clavó en forma insensata el México neoliberal itamita, que ignoró el significado de seguridad nacional al regalar su petróleo por presiones de Hillary Clinton y hoy paga muy caro sus dramáticas consecuencias.

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