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La Revolución en el arte
E

ste año, en el cual se conmemora el centenario de la Constitución de 1917, fruto del movimiento revolucionario, es un buen momento para presentar la exposición Pinta la Revolución: arte moderno mexicano 1910-1950.

El sitio seleccionado también es muy apropiado: el Palacio de Bellas Artes. Ya hemos platicado que el majestuoso recinto lo mandó construir Porfirio Díaz, como parte de las conmemoraciones por el Centenario de la Independencia. Le encargó la edificación al italiano Adamo Boari, quien lo diseñó en el estilo art nouveau, de moda en la época.

Se concluyó el exterior, comenzó la Revolución y la obra se suspendió. Fue terminada hasta 1934, con un nuevo proyecto inspirado en las ideas nacionalistas que surgieron del movimiento revolucionario. El arquitecto mexicano Federico Mariscal fue el encargado de realizar la construcción. Utilizó el estilo art-decó, cuyas formas geométricas armonizaban con las del arte prehispánico que prevalece en la decoración. Asimismo, para el vestíbulo e interiores se utilizaron exclusivamente mármoles mexicanos.

El complemento son los magníficos murales que pintaron en el tercer piso Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena y Manuel Rodríguez Lozano. En el segundo piso, Rufino Tamayo expone dos grandes obras.

En este marco de excepción se goza la exposición, que conjunta más de 200 obras de pintores, grabadores, escultores y fotógrafos, quienes realizaron su trabajo en el contexto de la Revolución Mexicana y a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

La muestra se proyectó de manera conjunta entre el Museo de Arte de Filadelfia y el Instituto Nacional de Bellas Artes. El año pasado se inauguró en la ciudad estadunidense con éxito inesperado, ya que rompió récords de asistencia. La exposición es extraordinaria porque se tuvo el apoyo de 31 colecciones internacionales y 40 nacionales.

Es impresionante la riqueza de técnicas, estilos y corrientes artísticas y literarias: muralismo, surrealismo y estridentismo. Nos acerca a la manera en que cada artista plasmó su visión de la mexicanidad. Es un reflejo de los cambios políticos, sociales y económicos derivados de la Revolución Mexicana y la construcción de una nueva nación.

La exposición se compone de murales, pinturas, fotografías, revistas, dibujos y caricaturas. Cuarenta audios y 27 películas brindan una visión complementaria de la época y la personalidad de muchos de los exponentes.

Esta muestra notable nos permite ver en nuestro país obras de una época fundamental, que posiblemente nunca vuelvan a estar aquí, ya que son de coleccionistas privados y de museos de Estados Unidos. El director del Museo de Filadelfia expresó: Son los cimientos de la historia del arte moderno mexicano.

Entre los artistas cuya obra podemos admirar: Rivera, Orozco, Siqueiros, Frida Kahlo, María Izquierdo, Saturnino Herrán, Francisco Goitia, Manuel Álvarez Bravo, Rufino Tamayo, Dr. Atl, Roberto Montenegro, Tina Modotti, Henri Cartier-Bresson, Adolfo Best Maugard y Carlos Mérida.

Muchos de estos personajes con toda seguridad en alguna ocasión saborearon las tortas de Armando, que inició en 1892, en el Portal del Águila de Oro, que se encontraba donde ahora está la Casa Boker. De ahí se pasó a la calle de Motolinia, ya como tortería en forma, la primera de la ciudad, según afirmaba el fundador. Fue objeto de crónicas de Artemio del Valle Arizpe y Salvador Novo.

Su nieta, la simpática Mónica Martínez, acaba de abrir un bonito local con aires decimonónicos en Donceles 26, a unos pasos de Bolívar. Ella lo recibe y vigila la preparación de las suculentas tortas gurmet, que ofrece en tres tamaños. Pueden ser de jamón serrano o salami con queso manchego, o las tradicionales de queso de puerco, jamón o milanesa, bien preparadas, con aguacate, frijoles, chipotle y demás adornos. Si quiere una comida completa, puede comenzar con un consomé especial o ensalada. Postres: flan o arroz con leche; sencillos y sabrosos.