Cultura
Ver día anteriorViernes 24 de febrero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Conversatorio de investigadores del INAH en el Museo Nacional de las Culturas

Debaten sobre rituales de cortejo y seducción alejados de la mercadotecnia

El día del amor en Occidente se ha convertido en una celebración noña, opinan especialistas

 
Periódico La Jornada
Viernes 24 de febrero de 2017, p. 4

Conquistar a la mujer o al hombre deseado, lejos de Occidente, no tiene que ver con esperar el 14 febrero, Día de San Valentín, para sumarse al frenesí comercial que induce a regalar la mejor caja de chocolates o el más frondoso ramo de rosas.

Un atlético joven nómada africano diría que basta con derramar suficiente sangre en una agotadora lucha para aspirar a ser elegido por la muchacha más bella de la tribu, aquella que ha bailado llena de deseo toda la tarde, cubierto su espléndido cuerpo sólo con aceites y arcilla, explicó Raffaela Cadraschi.

En contraste, una recién casada en Siria, virgen, recomendará adquirir lencería de moda: una diminuta tanga de peluche rojo, con dispositivo electrónico para que en cuanto el hombre amado aplauda, la prenda caiga al piso.

De esos rituales de cortejo y seducción, que nada tienen que ver con la mercadotecnia que en las grandes urbes de Occidente ha convertido el día del amor en una celebración noña, trató un conversatorio ayer en el Museo Nacional de las Culturas.

Investigadores del Instituto Nacional de Antropología en Historia (INAH) hablaron ante un público en su mayoría joven, que entre risas de nervios y sorpresa conoció cómo ligan hoy los chavos que viven en el desierto del Sahara, cómo viven su sexualidad las mujeres musulmanas de Medio Oriente y de qué tratan los rituales de fertilidad de los indígenas coras del noroeste de México.

Danzas del encanto

La curadora Raffaela Cadraschi habló de los jóvenes amantes wodaabe, conocidos como bororo, subgrupo étnico de los fulani que se dedica al pastoreo y al comercio nómada en el Sahel, zona de transición entre el norte del desierto del Sahara y la sabana sudanesa del sur.

Después de la época de lluvias, durante una semana, esa población se reúne y celebra sus danzas del encanto, con la finalidad de que las mujeres elijan esposo o al menos un amante. Solteras y casadas están invitadas a la fiesta, no hay prohibiciones porque los hombres tienen permitido tener hasta cuatro esposas. La primera casi siempre es un matrimonio impuesto por los padres y por lo general entre primos. Pero las otras tres parejas se dan por amor.

Cadraschi habló de los nuba, de Sudán del sur, fotografiados en los años 60 por la alemana Leni Riefenstahl. Luego de una cruenta lucha con cuchillos, cuyo objetivo es que corra suficiente sangre (sin matar) como símbolo de fertilidad, los hombres curan sus heridas, se adornan lo mejor posible con pintura en el rostro y acuden a presenciar las danzas de amor de las chicas.

Ellas están casi desnudas, cubiertas sólo con arcilla de diferentes colores (cada clan tiene el suyo). Los hombres, sentados, deben agachar la cabeza, no mirarlas de frente y esperar a que la horda de muchachitas se coloque frente a ellos y los vayan eligiendo al poner, una a una, una pierna sobre el hombro del seleccionado. Por la noche, con el consentimiento de los padres de la joven, llegará el guerrero a completar el ritual y tener sexo con ella. Si después se comprometen para casarse, será otra historia. Si la chica no queda embarazada, ya lo intentarán el próximo año. Pero si la preña, los buenos augurios los acompañarán siempre.

Foto
Un atlético joven nómada africano diría que basta con derramar suficiente sangre en una agotadora lucha para aspirar a ser elegido por la muchacha más bella de la tribu, aquella que ha bailado llena de deseo toda la tarde, cubierto su espléndido cuerpo sólo con aceites y arcilla, explicó la curadora Raffaela Cadraschi. Fotografía de Leni Riefenstahl mostrada en la charla

Alejandra Gómez habló de la sensualidad de las mujeres del islam; ellas no son costales de trapos, ni sumisas. Participan de una manera activa y sensual en las prácticas eróticas. Es falsa la creencia de que el velo limite sus derechos.

La investigadora habló de la lencería que se vende en Siria, reconocida a escala internacional como la más sofisticada del mundo: hay desde las prendas que tienen luces led que forman las palabras love o sex hasta las que cuentan con un pequeño estuche para guardar el teléfono celular, sin faltar las diminutas tangas que nada dejan a la imaginación.

Las fantasías eróticas y juegos sexuales se deben realizar en Siria sólo en el matrimonio, pero no hay ningún pudor entre las jóvenes esposas cuando van al mercado de lencería a comprar sus ajuares, vendidos siempre por hombres.

Gómez compartió un comentario de un vendedor de Damasco: Para los cristianos la lencería es vergonzosa y anticuada, pero para los musulmanes es algo muy normal, la aceptan, la disfrutan. Entre más religiosa sea el área se verá lencería más atrevida. Creo que las mujeres musulmanas tienen menos libertades por fuera, pero lo compensan con lo que llevan por dentro.

La sexualidad en los coras

El conversatorio cerró con el antropólogo Benjamín Muratalla, quien habló del ritual de seducción y fertilidad de los coras de la sierra de Nayar (Nayarit), durante Semana Santa.

Los varones se disfrazan de judíos, pero en su cosmogonía representan a las estrellas-venados que descienden a los dominios femeninos, quienes a través de danzas, cantos y actos de seducción y lascivia se disputan con el Cristo-sol-maíz la fertilidad de la virgen-madre-tierra.

Sobre todo, causa inquietud la interpretación que hacen de la idea del nacimiento de Jesús, pues para ellos se trata de un incesto, pues si la virgen María fue preñada por el Espíritu Santo, y éste es uno mismo con Dios padre y el hijo, entonces ella copuló con su hijo.

A partir de ahí, en sus danzas y rituales aparecen niños dioses con enormes falos ensangrentados, representaciones del pecado de la pareja divina.

En el mundo prehispánico, continuó el investigador, la sexualidad no era un pecado, ni una falta. El control fue producto de la llegada de los conquistadores y evangelizadores.

Los coras de la sierra del Nayar fueron fuertemente castigados al expresar cualquier alusión a su sexualidad, pero, como fueron de los últimos pueblos en ser conquistados, siguieron practicando sus ritos lejos de la vista de los españoles.