Opinión
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México SA

Muro: de a cómo el metro

Trump hace; Peña habla

Gobierno no ata ni desata

A

sólo nueve días de que el energúmeno Donald Trump despache en la Oficina Oval, ¿qué parte del México pagará por el muro no ha entendido el gobierno peñanietista? Sin duda es una salvajada, pero, gústele o no al inquilino de Los Pinos, su construcción no depende de una decisión bilateral, de algo negociado entre socios y amigos, sino estrictamente de lo que disponga la nueva administración estadunidense.

La construcción del muro fue una de las principales cartas jugadas por Trump desde que buscó la candidatura republicana, y ya con ella en la bolsa arreció el tiroteo en contra de México y los mexicanos, hasta convertirse en el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Tan primitiva actitud algún efecto debió tener entre los electores.

Entonces, ¿el empresario cancelará su promesa para darle gusto a Peña Nieto y no a sus electores? Difícilmente, pero el inquilino de Los Pinos ilusamente insiste en que vamos a tener una buena relación con el vecino del norte, amén de que nuestro país no pagará un clavo del muro. ¿Cree que el aprendiz de canciller detendrá a Donald Picapiedra? Entonces, doblemente iluso.

Un año atrás Trump le puso números al muro: en un simple cálculo, dijo en febrero de 2016, su construcción costaría alrededor de 8 mil millones de dólares, y detalló que tenemos como 3 mil 200 kilómetros de frontera, es larga, pero no necesitamos construir todo, porque tenemos barreras naturales; serían mil 600 kilómetros. Para reducir la entrada de inmigrantes, tendría una altura de entre 10 y 12 metros, lo mínimo para que sea un muro de verdad.

Tal vez la única diferencia entre esa fecha y la actual es que entonces el empresario afirmó que hasta que México no ponga el dinero, Estados Unidos debería implantar algunas medidas como quedarse con las remesas derivadas de los salarios ilegales; hacer más costosas las visas temporales destinadas a directores generales y diplomáticos mexicanos, sin renunciar incluso a cancelarlas; aumentar el precio de las tarjetas de cruce fronterizo; subir el costo de las visas y aumentar las tarifas de ingreso de los puertos de entrada a Estados Unidos desde México.

Ayer explicó que su gobierno adelantará el dinero del muro fronterizo con México para poder construirlo más rápidamente (estimó un año o año medio), aunque tarde que temprano la factura la pasará a México, que la pagará de una manera u otra. Así, la construcción empezará ya y su vecino del sur pagará, sea por medio de un impuesto o de un pago, aunque esto último es menos probable. De cualquier suerte, México nos compensará por los gastos, y eso sí sucederá.

El energúmeno ya detalló cómo y cuándo construirá el muro, sin olvidar que lo hará dentro de su territorio, bajo sus leyes y en las condiciones que el gobierno estadunidense considere pertinentes. En cambio, Peña Nieto no ha dicho ni pío de cómo y cuándo lo evitará, a menos de que suponga que a golpe de discursos, audacia y pragmatismo arreglará las cosas y detendrá a Trump.

Entonces, sólo nueve días restan para la toma de posesión del energúmeno, y Peña Nieto no tiene la menor idea de cómo enfrentar lo que se viene, que no es poco, al mismo tiempo que ese plazo tampoco resulta suficiente para que el canciller Videgaray mínimamente aprenda de qué se trata su nueva chamba.

Más allá de gustos o disgustos, desde el triunfo electoral de Donald Trump en Los Pinos se quedaron con la idea –equivocada, a todas luces– de que el energúmeno había dicho una sarta de barbaridades y soltado un costal de amenazas contra México que ni lejanamente llevaría a la práctica una vez instalado en la Casa Blanca, en donde despacharía como socio y amigo de nuestro país.

Y con ese criterio plácidamente se sentaron a esperar las muestras de buena voluntad de Trump como candidato ganador, primero, y presidente electo, más delante. Ni una sola ha tenido el futuro inquilino de la Oficina Oval. Por el contrario, las muestras han sido de vandalismo puro, entre las que destaca la relativa a deportar, ya mismo, a cerca de 3 millones de indocumentados.

Además, la perspectiva en materia comercial, el tema del TLCAN, el exitoso chantaje que ha hecho a las automotrices estadunidenses que despachan en México, y las que se acumulen, que no serán pocas. Se trata de algunas muestras de calentamiento, antes de que formalmente inicie el partido. Y le guste o no al gobierno peñanietista, el dueño del balón es Donald Trump.

Tal vez otra sería la historia si los mexicanos tuvieran un gobierno a la altura de las circunstancias, con la voluntad y tamaños de enfrentar a gentuza como Trump. Pero no hay tiempo para ilusiones: el de EPN ni lejanamente tiene con qué responder. En el discurso, Peña Nieto asegura que en la negociación con la administración estadunidense no se aceptará nada que vaya en contra de los intereses del país ni de la dignidad de los mexicanos, pero en los hechos ha demostrado exactamente lo contrario.

La única respuesta estratégica que EPN ha dado a las agresiones del futuro mandatario gringo ha sido el nombramiento del aprendiz de brujo Luis Videgaray en la Secretaría de Relaciones Exteriores. El mayor éxito de su antecesora fue el de ganar contundentemente el reto guacamole, pero ahora el canciller del (d) año amenaza con resultados mucho peores.

Y mientras Trump repartía boñiga y narraba cómo, con qué recursos, de qué altura, en qué tiempo y de a cómo sería la factura que pagaría México, el tipo de cambio se hundía aún más, lo que denota a cuál de los dos discursos pronunciados ayer le dieron credibilidad los mercados: el de sí paga (el presidente electo) y el de no paga (el inquilino de Los Pinos).

El billete verde se vendió ayer hasta en 22.50 micro pesitos (22 mil 500, en realidad), y todo indica que la cotización de nuestra gloriosa moneda caerá mucho más. Con todo y que en el sexenio peñanietista ha flotado (léase devaluado) 73 por ciento (de 13 pesos en el arranque sexenal al monto referido al cierre del mercado en la víspera), y contando.

Las rebanadas del pastel

Solidarios como siempre, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se niegan a reducir su salario, el cual suma 564 mil pesos mensuales (6 millones 766 mil anuales, más prestaciones), equivalente al salario mínimo mensual de 235 mexicanos… Sin consultar a los dueños de los dineros, de nueva cuenta el gobierno federal modificó el régimen de inversión de las Afore para, dice, diversificarlo y obtener más altos rendimientos y, desde luego, mayor riesgo.

Twitter: @cafevega