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Penultimátum

Andanzas de un mafioso

E

n agosto de 2007 falleció José Miguel Battle, El Padrino. Tenía 77 años y fue el líder de la llamada Corporación, el grupo de la mafia cubana más importante y sanguinario de Estados Unidos, con ramificaciones en varios países de América Latina. Murió bajo custodia federal en un centro médico por problemas cardiacos y diabetes.

Battle amasó una fortuna calculada en mil 500 millones de dólares gracias a las apuestas ilegales, la lotería, el narcotráfico y el lavado de dinero. Su historial delictivo se remonta a la época en que en Cuba reinaba el dictador Fulgencio Batista, con el cual colaboró como parte de las fuerzas represoras contra el movimiento de Fidel Castro. Con el triunfo de la revolución, Battle huyó a Estados Unidos.

En ese país, con el grado de teniente del ejército, colaboró con la CIA en el entrenamiento de los mercenarios que participaron en la fallida invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961. Capturado en ese intento de derrocar a Castro, pasó dos años en una cárcel cubana.

En preparar esa invasión participaron otros dos personajes: Luis Posada Carriles y Jorge Mas Canosa. El primero, autor intelectual de la voladura de un avión comercial de Cubana de Aviación en 1976, que costó la vida de 73 personas. Y con la explosión de bombas en hoteles de La Habana en los años 90 del siglo pasado. Vive plácidamente en Miami pese a su pasado delictivo. El segundo, fallecido en 1997, levantó un imperio económico en esa ciudad, pero fue acusado de ocasionar la quiebra fraudulenta de diversas empresas.

Cuando Battle regresó a Estados Unidos se estableció en Nueva Jersey. Ya desde La Habana había tejido contactos y aprendido los métodos que utilizaba la mafia italiana que comandaba Lucky Luciano para manejar el negocio del tráfico de drogas y el juego. Con ella tendría después violentos enfrentamientos que costaron la vida de numerosos delincuentes.

Las autoridades lo arrestaron en marzo de 2004 junto a su hijo, José Manuel, acusado de dirigir la banda luego que su padre le cediera el control. Dos años después, ambos se declararon culpables a fin de negociar una pena menos severa de la que merecían. El primero fue sentenciado a 20 años de cárcel, pero evitó la prisión tras pagar una fianza de un millón de dólares. Su hijo, a 16, y pronto saldrá libre.

Estas penalidades benignas para dos personajes con larga historia criminal contrastan con el ensañamiento judicial que sufrieron los denominados Cinco Cubanos de Miami. Acusados de espías por infiltrarse en los grupos que en esa ciudad organizaban atentados terroristas contra la isla, los condenaron en 2001 a pasar en la cárcel decenas de años. Por razones humanitarias y por intercambio de presos entre ambos países, pudieron finalmente regresar a Cuba hace dos años.