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Adiós, Fidel Castro

Aconsejado por su canciller, el mexicano se afanó en evitarle molestias a Bush

El comes y te vas de Vicente Fox que dañó las relaciones con la isla

Iruegas elaboró una solución; Castañeda ordenó condenar a La Habana en la ONU

 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de noviembre de 2016, p. 12

En marzo de 2002, el ex jefe del Ejecutivo Vicente Fox fue anfitrión de una cumbre presidencial sobre desarrollo y pobreza en Monterrey, convocada por la ONU. Aconsejado por su canciller Jorge Castañeda, se afanaba en evitarle al entonces mandatario de EU, George Bush, la molestia de encontrarse en la capital norteña con su par cubano. De modo que en la víspera de la reunión, Fox llamó a Fidel Castro para avisarle que esperaba que llegara temprano, anticipara su discurso y que después de almorzar le hiciera el favor de no quedarse a la cena de jefes de Estado y ya te regresaras.

–¿A la isla de Cuba? –preguntó Fidel, moviendo una pieza en el tablero del ajedrez político.

–A la isla de Cuba o a donde tú gustaras ir –respondió Fox, pisando la trampa.

Al día siguiente, 22 de marzo, se logró contener el escándalo. Castro, efectivamente, llegó, no comió cabrito con Fox, almorzó muy lejos de los reflectores, en la cafetería de un Holiday Inn con el mandatario de Venezuela, Hugo Chávez. Y a las cinco de la tarde acató la orden del jefe de Estado mexicano, que se convirtió en un épico tropiezo diplomático. La prensa mexicana bautizó el incidente –que llevó a la histórica relación de amistad Cuba-México al borde de la ruptura– comes y te vas.

El incidente quedó soterrado unas semanas. Pero un mes después, Fidel movió la pieza que dejó en jaque a Fox. El 22 de abril convocó a la prensa en el Centro de Convenciones habanero, donde compareció en persona. Luego de saludar, hizo un gesto teatral a sus asistentes: Procedan, dijo.

Y entonces se escuchó, nítida, la conversación telefónica entre los dos mandatarios del 22 de marzo.

En la plática, el presidente cubano lleva con arte diplomático a Fox a su terreno:

–Dígame, ¿en que más puedo servirle?

Fox vuelve a caer:

–Pues, básicamente, en no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush, sino circunscribirnos…

–Óigame, señor presidente –interrumpe Castro– yo soy un individuo que llevo como 43 años en política y sé las cosas que hago y las que debo hacer... yo sé decir la verdad con decencia y con la elegancia necesaria.

El canciller mexicano declaró, cuando se le preguntó si hubo presiones para precipitar la salida de Fidel Castro: No hubo ninguna presión, influencia, gestión, solicitud, sugerencia, insinuación. Si tuviera mi diccionario de sinónimos seguiría.

El incidente arrastró consecuencias. La relación bilateral empeoró rápidamente, quizá por lo que el diplomático Gustavo Iruegas, entonces subsecretario de Relaciones Exteriores bajo las órdenes de Castañeda, llamó esa doble actitud de un miedo cerval a Fidel y unas ganas de hacerle daño a la revolución, como revancha, en su libro póstumo Diplomacia en tiempos de guerra.

En estas memorias, Iruegas recuerda que diseñó una salida decorosa para restañar las heridas entre los dos gobiernos y que se la envió a Fox vía su canciller. Castañeda nunca le entregó la propuesta al presidente mexicano y en cambio dio instrucciones para que México votara –por segunda vez– condenando en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra la situación de Cuba en la materia.

Eso hizo que en La Habana decidieran hacer pública la torpe presión por excluir al presidente cubano de una reunión de la ONU.

Ese día La Rayuela editorializó: Y ahora, ¿quién pagará los platos rotos del nene?