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Puntos sobre las íes

Recuerdos XLI (empresarios)

C

omo en botica…

De todo hubo.

Buenos, regulares, malos y pésimos.

Sí, y puedo decir que, a lo largo y ancho de nuestro país y desde muy remotos tiempos, la fiesta brava llegó para quedarse y, quiérase que no, escribir la historia por demás trascendental y, a mi parecer, una de las más antiguas de México, toda vez que, tal y como lo he ya señalado, el primer corresponsal de ella fue Hernán Cortés en una de sus cartas de relación al emperador Carlos V, es ardua empresa.

Ahora bien, como es lógico, referirnos a los empresarios que lo fueron en la Nueva España es tarea imposible por más que quisiera yo hacerlo y en aquellos tan remotos días hasta un español lo fue, el matador Bernardo Gaviño, quien llegó a ser un auténtico ídolo de los aficionados al llamado arte de Cúchares y que recorrió buena parte del país ofreciendo festejos, y murió a una muy avanzada edad.

Así que, en ánimo de no aburrir y como la plaza México está estrenando manejadores, debo echar mano de mis recuerdos que comenzaron, aunque ustedes no lo crean, cuando debo haber contado con unos 7 años de edad.

¿Y eso?

Hagamos cuentas…

Habiendo nacido en 1936, cuento, entonces, con 80 años en mi alforja, así que confieso que, gracias a Dios, algo he vivido y nunca olvidaré cuando yendo en compañía del chofer de mi padre a buscarlo en la oficina de El Redondel –avenida Juárez 104, despacho 25– para ir a comer a la casa, bajaba las escaleras un señor que me pareció muy elegante y quien, gentilmente, me preguntó si era hijo de don Abraham Bitar, le dije que sí y quiso saber qué me gustaban más, si los trenes o los aviones, le dije que los aviones y días más tarde llegó a la casa un hermoso pájaro plateado, pintado con los colores patrios y que conservé por muchos años.

¿Quién era él?

El doctor Alfonso Gaona y de Lara y que mi padre me dijo se dedicaba a organizar festejos taurinos.

Andando los años supe que el doctor se había iniciado en las lides taurinas el primero de diciembre de 1940, en la plaza El Toreo, tarde de la alternativa de Carlos Arruza y que fuera cornado por el toro Oncito.

* * *

Así es que considero debo dar inicio a estos recuerdos empresariales con el doctor Gaona.

Nació el 21 de enero de 1912 en Saltillo, Coahuila, y falleció el 2 de enero de 2006 (93 años), en esta ciudad capital.

Según me platicó hace ya un titipuchal de años, le apasionaba el basquetbol y cuando su familia se trasladó a vivir a la ciudad de Morelia fue que cambió el rumbo de su afición, al conocer a don Emilio Fernández y a don Alfredo Ochoa, a quienes anunció que quería ser torero.

¡Qué torero, ni qué ocho cuartos! habrán pensado sus padres, así que lo enviaron a Chicago, donde estudió optometría y al regresar a México, el joven doctor organizó algunos torneos de basquetbol y también trajo a México unos pequeños autos llamados Midgets a competir en el Estadio Nacional, donde hoy se encuentran el multifamiliar Juárez y el teatro Silvia Pinal, aunque éste no sé si todavía vive en esas latitudes o si ya lo derribó la incansable picota que tanto ha cambiado la ex Ciudad de los Palacios.

Con sus conocimientos, el doctor consiguió un trabajo de optometrista en la entonces Secretaría de Salubridad y Asistencia y ahí fue que conoció a don Anacarsis Carcho Peralta, quien poco después fue nombrado para manejar la plaza El Toreo de la Condesa y fue entonces que se lo jaló a la empresa y, con el visto bueno del general Maximino Ávila, a poco fue nombrado gerente de El Toreo de la Condesa.

Y ahí comenzó a tejerse la historia del optometrista que llegó a ser tan famoso como controvertido, que tan pronto seguía en la empresa como la abandonaba y fueron esos intermedios los años 1957, 1960, 1965, 1975 y 1976.

El doctor Gaona era un hombre muy especial: para aquellos que, en el medio taurino, consideraba sus amigos, las cosas eran por demás fluidas y sin problemas, pero con aquellos que bien le caían gordos o no se plegaban a sus deseos y exigencias, el destierro sin contemplaciones y menos explicaciones.

¿Y para con el público?

Tanto los de sombra como los de sol, de pronto estaban con él, especialmente en las tardes de triunfo, como le reclamaban aquellos carteles que no eran otra cosa que limpia de contratos como bien los definieron los dos departamentos.

Continuará...

(AAB)