Opinión
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Puntos sobre las íes

Recuerdos XL

¿Y la fiesta apá?

A

quello que fue, ¿no lo será ya más…?

Cuando recién los españoles conquistaron México hubo de todo: bueno, regular y malo, y en una de las primeras cartas que Hernán Cortés remitió al emperador Carlos V señala, entre muchas y variadas noticias –y a manera de introducción lo siguiente–: Estando jugando cañas y lanzas lo que, según los más versados historiadores, fue el inicio entre nosotros del arte de lancear animales bravos, y se considera que bien pudieron ser bisontes lo que ha dado lugar a tantas discusiones y a tantos puntos sobre las íes, que sólo Dios lo sabe.

En fin, asumiendo yo, al igual que otros muchos, que fue ese el inicio de la fiesta en la Nueva España alrededor del 1521, tenemos, pues, que el arte de lidiar reses bravas entre nosotros se inició hace ¡495 años!, así les duela y les punce a una serie de despistados que hasta de sus orígenes reniegan, llevados, tal vez, por sus locos afanes de querer ser güeritos y de ojo azul.

Y, a través de los tiempos, la fiesta taurina entre nosotros ha conocido épocas maravillosas y también años que fueron todo lo contrario y, desgraciadamente, todos aquellos inicios, hoy día se ignoran, y así tenemos la creciente adoración del becerro de oro de una buena parte de los ganaderos, a lo que hay sumar a la gente de coleta, que entre más chicos más los exigen y un bonche de dizque informadores que no son otra cosa que piratas de la pluma y empresarios que agachan la cabeza cuando los coletudos de cierto prestigio les truenan las chaparreras.

Y ante tal situación cabe preguntar, ¿algunas de esas fuerzas –antes llamadas vivas y que hoy día están ya casi muertas– se han preocupado por preservar todo lo anterior y toman en consideración lo que han hecho?

Obviamente no y, además, llevados por su dizque eterno amor a la fiesta brava, seguirán haciendo de las suyas cruzando los dedos para que las cosas no cambien para poder seguir medrando a más y mejor.

Sólo que…

Los verdaderos aficionados se han retirado de los cosos, especialmente en la capital, cuando los carteles son ya una verdadera burla y asistiendo cuando se ofrece algo menos mediocre –dos o tres fechas en el año– para luego declarar, con total cinismo, que los festejos taurinos no son ya el negocio que fueron.

Ni por asomo.

* * *

Y ante la realidad de los hechos, la propiedad de la plaza, al estarse próximo el vencimiento del contrato anterior, hizo saber que estaba interesada en un aumento en la renta, así como en los montos de los esquilmos y en la imperiosa necesidad de auténticos planes de trabajo.

¿Y qué de los aficionados?

Esos que se amuelen.

Así que incrementos en los derechos de apartado y en los de las localidades y, para tener la sopa bien servida, corridas a tutiplén sábados y domingos, sin tomar en consideración que la economía del país anda de tumbo en tumbo.

¿Esto es amor a la fiesta?

¿Esto es saber tomar el toro por los cuernos?

¿Esto es atender a la necesidad de revivir la plaza?

¿Se pensó en que la plaza vuelva a ser la que daba y quitaba?

¿Y el prestigio en el extranjero?

¿Se mencionó que los encierros serán lo que deben ser?

¿Si los actuales arrendatarios de la plaza son ganaderos y nada dijeron sobre lo anterior, qué nos espera?

Realmente, como bien lo señala uno de los tantos dichos mexicanos, mal le comienza la semana al que lo ahorcan el lunes.

Y ¿Qué serán las corridas correteadas los fines de semana, las que tendrán a aficionados y asistentes llenando los tendidos, si al momento de escribir estas líneas un chismoso de la ventana nos ha comentado que los precios de las localidades han aumentado casi 30 por ciento?

Sea por Dios.

Y si, tal vez, algunos amables lectores piensan que lo por mi escrito se debe a mala leche, resentimientos, envidias, demás yerbas por el estilo, vamos todos a esperar, a la luz de los hechos, qué es lo que será de la fiesta de mi amores en el coso más grande del mundo, que desde hace un buen número de años dejó de ser el más importante del orbe.

Y, tal vez, nuestros hijos y nietos habrán de preguntarse y preguntarán, ¿y la fiesta apá?

Se la escabecharon.

Continuará...

(AAB)