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Construye en atolón de Nueva Zelanda instalación para proteger a astronautas de basura espacial

El aumento en el nivel del mar causará estragos a radar de EU

Como resultado del cambio climático, podría verse sobrepasado por el agua en pocas décadas, ocasionando graves daños al equipamiento, según alertan científicos

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La Fuerza Aérea de Estados Unidos ha invertido casi mil millones de dólares en la edificación, en una de las islas Marshall, ignorando las advertencias de los especialistasFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Miércoles 19 de octubre de 2016, p. 2

Wellington, Nueva Zelanda.

La Fuerza Aérea de Estados Unidos ha invertido casi mil millones de dólares para construir una instalación de radar que ayudará a mantener a salvo a astronautas y satélites al seguir la pista de fragmentos de basura espacial tan pequeñas como una pelota de béisbol. Siempre y cuando, el calentamiento global no interfiera.

El Space Fence (cerca espacial) se construye en un diminuto atolón en las islas Marshall, que según los expertos podría verse sobrepasado por las aguas de forma regular en unas pocas décadas como resultado del cambio climático. El agua salada podría causar graves daños en el equipo, señalan los científicos.

El ejército ni su contratista, Lockheed Martin, tomaron en serio esa amenaza cuando diseñaron la instalación y eligieron una ubicación, pese a las advertencias de la agencia medioambiental de la nación insular.

El futuro no pinta bien para muchas de estas islas, comentó Curt Storlazzi, oceanógrafo del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), que lidera un estudio en el atolón de Kwajalein, donde se levanta el Space Fence.

Dana Whalley, un civil que gestiona el programa del radar, señaló que la instalación tiene una vida útil prevista de 25 años y que no espera que el nivel del mar suba suficiente en ese periodo como para plantear un problema. Pero si es necesario, señaló, la base podría tomar medidas para mejorar los diques.

Sin embargo, debido a las limitaciones de presupuesto, el equipamiento militar suele utilizarse mucho más allá de su esperanza de vida inicial. De hecho, una parte clave del sistema de rastreo de radares al que sustituye el Space Fence se construyó a principios de la era espacial y ya estaba muy desactualizada para cuando se cerró 50 años después, en 2013.

A medio camino entre Hawaii y Australia, las islas Marshall son fragmentos de tierra que suelen asomar apenas unos escasos metros del océano Pacífico, lo que las coloca entre los lugares más vulnerables del mundo a la subida del nivel del mar.

El Ejército estadunidense tiene una larga conexión con las islas. El atolón Bikini se utilizó como lugar para ensayos nucleares tras la Segunda Guerra Mundial. El atolón de Kwajalein, escena de una batalla durante la guerra, es ahora una base militar, un lugar de pruebas de misiles balísticos y una pieza importante de la red de vigilancia espacial del ejército.

El creciente problema de la basura espacial ganó relevancia en 2009 cuando un viejo satélite ruso chocó contra uno comercial estadunidense, creando cientos de escombros que orbitan en torno a la Tierra. La película de 2013 Gravity hizo una dramatización de la amenaza que eso supone para los astronautas, que necesitan estar a salvo de escombros cuando viajan en la Estación Espacial Internacional o en una nave.

Lockheed Martin logró en 2014 el contrato de 915 millones de dólares para construir el Space Fence y empezó los trabajos el año pasado. Cuando el sistema de radar empiece a operar a finales de 2018, debería multiplicar por 10 el número de objetos que pueden vigilarse, a unos 200 mil, y proporcionar información más precisa sobre sus órbitas.

La instalación del Space Fence incluirá transmisores y receptores digitales, así como instalaciones de energía y refrigeración. Unas 15 personas lo operarán y mantendrán en marcha a todas horas.

El ejército escogió las islas Marshall porque el Space Fence funciona mejor cerca del ecuador. Pero eso implica que la instalación se construye a 3 metros sobre el nivel del mar, la altura de un aro de básquetbol.

El estudio de Storlazzi analizó en qué punto las tormentas harían que el mar sobrepasara la isla, sumergiéndola por completo, al menos una vez al año. Cuando se produce ese fenómeno, explicó, una isla ya no logra mantener la mayor parte de su flora o fauna.

El experto estudió una isla en el atolón de Kwajalein y determinó que probablemente alcance el punto de inflexión en pocas décadas. El lugar donde se construye el radar enfrenta una amenaza similar, señaló.

Afectará la transportación de comida

Es probable que una inundación allí causara daños en los cables eléctricos, cañerías y otros sistemas electrónicos y de hardware, precisó. El agua salada erosiona la tierra y lo corroe todo, desde el concreto hasta los autos.

Cuando se llegue al punto de que el agua va a sobrepasar la isla de forma anual, afectará mucho la vida cotidiana, tanto en lo que se refiere al Space Fence como a otras operaciones, como transportar comida, explicó.

La investigación, financiada principalmente por el Departamento de Defensa, aún no ha sido publicada ni revisada por colegas. Pero presenta un futuro mucho más sombrío para el atolón que estudios anteriores.

Hablamos de las próximas décadas, no de siglos como se creía antes, afirmó Storlazzi.

Su equipo, señaló, estudió los contornos submarinos de las islas y mostró cómo los arrecifes de coral se vuelven menos eficaces como rompeolas conforme sube el nivel del mar.

La base de las islas Marshall está entre varias docenas de puestos militares estadunidenses amenazados por el cambio climático.