Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

Dos chicos se suicidan

E

n teoría, los centros comerciales –que el sistema viene multiplicando en lugar de inversiones más provechosas para la economía– son edificios agradables, cercados y supuestamente bajo resguardo de agentes de seguridad, con aparadores, restaurantes, cines y tiendas, la mayoría franquicias extranjeras, donde se pueden comprar cosas que en general no necesitamos y que contribuyen más a aumentar la contaminación en las ciudades que a nuestra estrecha idea de felicidad.

En la práctica, son sitios atiborrados, ruidosos, impersonales y caros, con pésima señalización en estacionamientos y un concepto falso de competencia, variados estímulos visuales y de consumo para niños, adolescentes, adultos y ancianos, habida cuenta que las opciones de paseos y esparcimiento público se reducen día a día gracias a la creciente inseguridad, debida, entre otras causas, a la desesperante ineptitud policiaca o a la mal disimulada complicidad de las autoridades.

Intento imaginar, sin lograrlo, los últimos minutos, los sentimientos y pensamientos postreros de dos jovencitos de apenas 14 años de edad que la noche del viernes 7 de octubre decidieron morir lanzándose al vacío desde una barda de 15 metros de altura del defectuoso Centro Comercial La Cúspide, en el caótico y cada día más violento municipio de Naucalpan, estado de México, hoy paraíso de secuestradores.

¿Qué orilló a estos chicos a tomar tan atroz decisión? ¿Qué agobio o problemática compartida los convenció de que esa manera violentísima de irse –ella murió al día siguiente y él quedó con muerte cerebral– era la única salida posible? ¿Fue desesperanza, frustración, hartazgo, venganza o falta de herramientas la causa? ¿A cuántos corresponsabilizar del terrible acto? ¿Especialistas de la salud los calificarán de sicópatas no obstante haber dejado cartas a sus familias donde explican qué los llevó a esa decisión, piden perdón y que no se culpe a nadie de ese acto? ¿Ministros religiosos se animarán a perdonarlos? ¿Defensores de la familia normal tendrán alguna explicación?

Elaborar el duelo en estos casos es particularmente difícil para familiares y amigos, que aturdidos, culposos e indignados no logran entender esa forma de traición. Es obligado que autoridades de la escuela a la que asistía la pareja ventilen el hecho con compañeros, alumnos y especialistas y logren reflexionar sobre la necesidad de relativizar lo que nos dicen que es absoluto.