Opinión
Ver día anteriorLunes 10 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dos segundos
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as políticas públicas se han acomodado, sin tener ninguna alternativa, a las condiciones creadas por la globalización del capital. En todas partes el mensaje de los gobiernos es el mismo, repetitivo y cada vez más vaciado de contenidos. La restricción es la misma: el déficit fiscal y el aumento de la deuda pública.

Hace unos días Theresa May, la primera ministra del Reino Unido, pronunció un discurso en la Conferencia del Partido Conservador y en él trató acerca del proceso que seguirá su gobierno para el Brexit.

May dijo que sacaría al país de la relación con la Unión Europa y establecería una nueva soberanía nacional. ¿Cómo lo hará? Pues eso no lo explicó de modo claro, pidió carta blanca, aludiendo a la complejidad del problema. Se comprometió a cumplir el mandato del reciente referendo y dejó en suspenso no sólo el resultado del proceso, sino sus consecuencias.

En ese discurso May propuso también su visión del país luego de salir de la UE. Aquí es donde se advierte el carácter del discurso político global que se ha impuesto: insípido, inodoro e incoloro. “Quiero explicar lo que significa un país que funciona para todos. Quiero poner a nuestro partido y nuestro país en la senda del centro en la política, forjado de valores de justicia y oportunidades, donde cada uno juegue con las mismas reglas y cada individuo –sin contar sus orígenes– cuente con las condiciones para conseguir lo que quiera”.

May dijo que demostraría que el gobierno puede hacer muchas cosas por la gente. Y, en efecto, ese es uno de los argumentos esenciales de todo gobierno, lo crea o no, lo quiera realmente o no. Pero lo que los gobiernos no dicen de manera frontal a la gente, a quienes votan por ellos, es que toda prestación social, es más, el cumplimiento de todo derecho adquirido por los ciudadanos, tiene un costo y mientras ese costo no se pague, los derechos no se satisfacen.

El caso es que en la era global la mayoría de los gobiernos carecen de los recursos necesarios para cumplir los compromisos de sus políticas públicas. Entra entonces la política fiscal, que se resume en los ingresos que se allega el gobierno y la manera como los gasta. Esa es, según dijo el cónsul romano Menenio Agripa, la panza del sistema en contra de la que se rebelan las distintas partes del cuerpo que necesitan recursos para sustentarse y funcionar y compiten por tenerlos.

May debió quedar muy complacida por la aceptación de sus compañeros del partido de su propuesta para cambiar el rumbo de la nación. Pero no se olía siquiera lo que pasaría apenas un par de días después.

En el mercado de divisas la libra esterlina se desplomó. En el último mes la libra se depreció de 1.33 por dólar a 1.24, pero el día 7 de octubre, en sólo dos segundos de operaciones se devalúo hasta 1.18. En el curso del día volvió a su nivel inicial; pero el hecho provocó una sacudida en los mercados.

Se especula si la variación la produjo el funcionamiento de un algoritmo que manda hacer operaciones según sean las condiciones de la liquidez del mercado, o si fueron los traders que actúan ante la incertidumbre a mediano plazo respecto de lo que sucederá con la economía británica tras el Brexit.

Las políticas y los discursos no se dan en el vacío, no se limitan a los votantes a los que se quiere cautivar en las temporadas electorales. May y su gobierno no podrán creer siquiera que están más allá de eso. Lo que no significa claudicar, pero sí admitir no con un poco, sino con mucho realismo, cómo funcionan los grandes operadores en los mercados, sin refundir al rincón lo que ocurre con la gente.

Por otro lado está la cuestión monetaria y lo que hacen los bancos centrales. May criticó en su discurso la política del Banco de Inglaterra: sus prácticas de expansión monetaria y de bajas tasas de interés. Esta es otra restricción que en la práctica política actual tiene un fuerte efecto, aunque su viabilidad no puede estirarse por mucho tiempo más.

Así que regresemos al tema de lo que los gobiernos dicen que quieren hacer y la contraparte que representa cómo pueden alcanzar los objetivos. Para May el asunto está enmarcado hoy en el proceso del Brexit. Esto tiene que ver con las fuentes de ingresos del gobierno y con los impuestos que recauda, y entre ellos de la City, el centro financiero.

Los gobiernos nunca tienen suficientes recursos y el conflicto social que marca la apropiación y uso de esos recursos es cada vez más agudo. May no es un caso aislado, lo uso aquí apenas como un argumento.

El meollo del asunto está más cerca de nosotros. El aumento de los impuestos frenó la leve expansión productiva y no detuvo los recortes presupuestarios. Claro que ahora se dice que hubo una anticipación oportuna al inicio del gobierno ante el colapso petrolero.

Delante de nosotros tenemos otro problema, la Constitución de la Ciudad de México no puede sólo conceder nuevos derechos y prerrogativas, todas ellas tendrán un costo que deberá cubrirse. El balance entre el necesario aumento del bienestar en la ciudad y los recursos para pagarlo es crucial. Más nos valdrá reflexionar bien sobre este documento, sus repercusiones y su legitimidad política.