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Otra promesa incumplida: el ordenamiento territorial
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l 1º de marzo de 2010, el presidente Felipe Calderón efectuó una visita a la zona donde se construía la lumbrera 10 del Túnel Emisor Oriente. Allí aseguró que esa obra solucionaría definitivamente las inundaciones en la ciudad de México y su área metropolitana. Enfatizó que cuando se concluyera en 2012, desaparecerían para siempre las inundaciones catastróficas como las registradas durante los cuatro años que llevaba su sexenio y de tiempo inmemorial en el Valle de México.

Calderón dijo que era un proyecto descomunal por su tamaño: abarca entre 60 y 70 kilómetros a una profundidad que va de 30 a 150 metros. Es como si se hiciera una carretera de México a Pachuca por el subsuelo, ejemplificó. Con una inversión superior a 15 mil millones de pesos, el entonces presidente de la República comentó que por sus dimensiones, su complejidad técnica y su impacto social, el Túnel Emisor Oriente era una de las obras hidráulicas más importantes en México y del mundo. Y que para efectos políticos no sirve, pues va por abajo, no se ve, y a lo mejor por eso nadie la quería hacer. Casi un mes antes, el 4 de febrero, las lluvias atípicas colapsaron el sistema hidráulico de la capital del país y se desbordaron el río de los Remedios y el canal de La Compañía, lo que afectó a miles de familias. Felipe Calderón insistió en que se debe restaurar el equilibrio hidráulico en el valle de México y tratar el agua que se usa, pues en la actualidad sólo se le da a menos de 10 por ciento. Anunció entonces la construcción de la mayor planta de tratamiento de agua de toda América Latina, en Atotonilco, Hidalgo, justo donde sale el enorme tubo del Emisor Oriente.

Esas lluvias demostraron hace seis años, una vez más, la insuficiencia del sistema de drenaje en la cuenca de México, la imposibilidad de desalojar el agua de lluvia y las negras de la megaurbe. Pero la causa principal no son las lluvias intensas ni las negras. Es la expansión anárquica, sin control alguno, de la mancha de asfalto al urbanizar áreas forestales y agrícolas, que antaño propiciaban la infiltración del agua de lluvia al manto freático de la cuenca. A lo que se suma la estrategia de enviarla hacia el mar con obras descomunales, cuando lo sensato es aprovecharla para recargar el acuífero. Explotado desmedidamente, a su vez origina el hundimiento de la megaurbe, especialmente en su parte oriente. Este año, como los anteriores, resienten las inundaciones las familias que viven allí. Como Iztapalapa y áreas vecinas. Y al poniente, quienes habitan en las márgenes del río La Magdalena y sus afluentes. Esto, pese a un ambicioso programa para restaurar su calidad ambiental y evitar asentamientos humanos por donde va dicho río. Este año van dos inundaciones, La última, la semana pasada, en Héroes de Padierna y Puente de Sierra, con 64 familias damnificadas.

La megaurbe que forman la ciudad de México y las entidades que la circundan sufrió entre abril y junio una virtual parálisis por la mala calidad del aire. La movilidad del transporte y de la población fue una pesadilla, pese a las promesas oficiales de que esa movilidad sería un logro en beneficio de todos. Ahora son las lluvias, los encharcamientos, los que crean severos problemas. Los tienen también otras ciudades. Como Guadalajara, Monterrey, Puebla, León, Tijuana, Xalapa y Querétaro. Y algunas menos pobladas, como Tlajomulco, en Jalisco.

Una de las promesas del presidente Peña Nieto al inicio de su sexenio fue alcanzar el ordenamiento territorial del país en su área rural y urbana. Llevarlo a cabo es tarea de la dependencia que encabeza la señora Rosario Robles, la de la frase de que los periódicos sólo sirven para matar moscas y limpiar vidrios. En ese ordenamiento juegan un papel clave los gobiernos estatales y municipales y la ciudadanía. Pero hasta hoy se desconocen los avances de dicho ordenamiento. Más bien su fracaso, pues el medio rural y las ciudades carecen de planes de desarrollo sostenible. Por eso cada año las lluvias, las inundaciones y los huracanes dejan destrozos por doquier, decenas de muertes y damnificados. Y han hecho trizas las promesas oficiales. Una más este sexenio: alcanzar el ordenamiento territorial del país.