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El sociólogo habla en entrevista de El jardín de las identidades, su libro más reciente

Peligran las comunidades locales en toda AL: Héctor Díaz-Polanco

El neoliberalismo está destruyendo los espacios donde se desarrolla el sentido de pertenencia, esencial para los humanos, alerta

Si esas formas comunitarias estuvieran sanas y activas, la penetración del crimen organizado sería mucho más difícil, considera el investigador

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El antropólogo se dice optimista. Señala que hay regiones del continente donde se observa un cambio de rumbo. Paradójicamente, señala, la tendencia a homogeneizar la sociedad ha causado que las identidades asuman protagonismoFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Domingo 2 de octubre de 2016, p. 2

Desde hace varias décadas ocurre, de manera alarmante, la destrucción de comunidades a raíz de las nuevas relaciones globalizantes y el neoliberalismo, advierte el antropólogo y sociólogo Héctor Díaz-Polanco, autor del libro El jardín de las identidades: la comunidad y el poder, por el que obtuvo el Premio Libertador del Pensamiento Crítico 2015 que otorga el gobierno de Venezuela.

Esta destrucción de comunidades, es decir, la destrucción del jardín de las identidades, del terreno en que las identidades encuentran el espacio de incubación, de desarrollo, de florecimiento, ese es el fenómeno alarmante y acentuado que tenemos en las décadas recientes. El neoliberalismo prácticamente ya colocó en el centro de su proyecto destruir toda forma comunitaria que obstaculice su paso, su desarrollo, su expansión; eso lo vemos no sólo en el campo teórico, sino todos los días en la práctica, en todo el país, en toda América Latina, en todas las regiones del mundo a escalas diferentes. Por ejemplo, en México se ve en la escala de las comunidades que tienen recursos y que empresas determinadas, por ejemplo las mineras, quieren explotar o apropiarse de esos recursos y, por tanto, una de las prácticas más recurrentes consiste en torpedear a la comunidad, que resiste ante esta ansia de apropiación, expresa en entrevista.

–¿Quiénes están en mayor peligro?

–Las comunidades locales, porque son las que tienen más vulnerabilidad, pero yo diría que está en peligro toda forma humana de vida comunitaria, lo que llamo las comunidades ancestrales con solidez con acumulación histórica. ¿Cuál es el dilema? Que si destruyes la comunidad no sólo imposibilitas las identidades, sino que creas una especie de patología social, porque la gente se queda sin referente, sin sentido de pertenencia y eso es esencial para los humanos, por lo menos como lo conocemos hasta hoy.

Así que hay un experimento siniestro detrás de esto: la idea de destruir las comunidades y en consecuencia sustituirlas por otras ficticias, líquidas, precarias, pasajeras, de todo tipo, desde económicas, socioculturales hasta religiosas, toda esta tendencia a crear religiones artificiales que fueron creadas especialmente para dar un espacio de sentido de pertenencia, como la cienciología.

Díaz-Polanco, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, subraya: “Es un peligro a escala global. Frente a esto he insistido en que nuestra respuesta debe ser proteger, apuntalar las comunidades ya existentes, esos jardines de las identidades; reconstituir, regenerar las lastimadas, que son miles, que son probablemente cientos de miles e incluso construir, inventar nuevas formas comunitarias fundadas en la raíz.

Existen por fortuna muchas formas de identidad, no sólo en el mundo rural, sino incluso en nuestro mundo urbano; sólo hay que mirar en esta ciudad enorme hacia la periferia, hacia los bordes, y encontrará muchísimas formas identitarias. Ahora, con lo de la Constituyente, por cierto, a raíz de los planteamientos que ha presentado Morena, están en un escenario de redescubrimiento de la naturaleza multicultural y de la multiplicidad de identidades que componen esta ciudad, que es una ciudad en realidad de pueblos, que no están visibilizados, pero que ahí están, aquí mismo, cerca, en Tlalpan, en el sur de Tlalpan están todos los pueblos como San Andrés Totoltepec, y luego en el mundo en la parte urbana, propiamente dicha, no rural o subrural, están los barrios y los pueblos que han quedado atrapados por la mancha urbana, pero que siguen teniendo un sistema de relaciones socioculturales que da la identidad de barrio, pueblo, de tal manera que todavía existen estas formas.

El jardín de las identidades…, que se presentó el año pasado en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo, habla también de la autonomía indígena y de cómo se ha querido interpretar esta demanda como un planteamiento de separación. De lo que se trata en realidad es de que puedan mantener sus comunidades, y que puedan desarrollar todo el potencial que esas comunidades tienen. O que puedan reconstituirse en los casos en que están tan golpeadas, por ejemplo, las comunidades de esta ciudad, pero incluso las de las regiones del país, y que puedan además acceder a dos cosas fundamentales: a la justicia en el plano socioeconómico y a la democracia; no puede haber justicia social si estos pueblos siguen excluidos.

–¿Qué tanto tiene que ver la violencia con esta destrucción del sentido de comunidad?

–Tiene que ver porque, a mi juicio, si esas comunidades estuvieran robustas, sanas, activas, la penetración del crimen organizado sería mucho más complicada y difícil, porque no serían eventualmente zonas de reclutamiento para el crimen organizado. Segundo porque si estuvieran sólidas y organizadas el accionar de estos grupos delincuenciales sería mucho más difícil. Tercero, porque el caldo de cultivo de este tipo de actividad criminal, el mejor caldo de cultivo, es el otro fenómeno, el de la individualización de la sociedad que está provocando el sistema neoliberal; es una cosa de sálvese quien pueda, cada uno busca su salida, de tal manera que está relacionado con esto.

Lamentablemente estamos entrando en una etapa cada vez más crispada en el país, debido a la falta de reconocimiento de cómo se constituyen históricamente las identidades en la sociedad, de cómo se desarrollan visiones diferentes del mundo, de las relaciones sociales, de las preferencias sexuales, etcétera, y que una sociedad no puede vivir sanamente si no asume esa realidad sociocultural.

–¿Es optimista o pesimista en el sentido de que sí vamos a poder reconstruir la comunidad?

–Soy absolutamente optimista, porque creo que –y ya hay indicio de ello– la sociedad humana va a reaccionar ante esto. Que constituye una etapa histórica, y que ya tenemos manifestaciones en diversas regiones del mundo, en nuestro continente, en nuestro subcontinente en Latinoamérica que apuntan en dirección a corregir ese camino que lleva al abismo.

“Los casos latinoamericanos son bien conocidos; en el propio México los intentos uno tras otro de retornar a estas concepciones medio cavernarias han encontrado una reacción muy positiva en la sociedad. La gente tiene cada vez más conciencia del valor de sus culturas, hay una preocupación mucho más acentuada respecto de etapas anteriores sobre el gran valor de proteger, expandir, nuestro patrimonio cultural, histórico.

En consecuencia y paradójicamente, el intento de homogeneizar la sociedad en todos los planos, incluyendo el de lo sociocultural y de las identidades, ha provocado un renacimiento en la sociedad a escala global también y en cada una de las regiones en favor de las identidades, y éstas empiezan de nuevo a asumir protagonismo. Creo que se puede ser optimista, pero ya sabemos que las cosas no ocurren sólo porque uno las desee. La intención de este tipo de trabajos es justamente contribuir en alguna medida a llamar la atención sobre la importancia de esta cualidad humana que podríamos perder y que nos puede llevar a una fase de intolerancia.

El jardín de las identidades… cuya publicación coincidió con los 50 años de la publicación de los libros Siete tesis equivocadas de América Latina y La democracia en México, de Rodolfo Stavenhagen y Pablo González Casanova, en ese orden, obtuvo el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2015, luego de que el jurado consideró que constituye un excelente antídoto contra el etnocentrismo aún latente en el pensamiento político contemporáneo, incluídas las versiones de izquierda. Al mismo tiempo es una herramienta para aprender a encarar y combatir el carácter etnófago de la globalización neoliberal, al estimular las luchas por la igualdad humana sin destruir las diferencias y la heterogeneidad cultural. En el concurso participaron 55 obras publicadas de 16 países.

Este título tiene ya su continuación: El nacimiento de la antropología: positivismo y evolucionismo. Ambos, publicados por Orfila Valenti, se presentarán el 17 de octubre en el foro que organiza La Jornada en Casa Lamm, a las 19 horas, con la presencia de Paco Ignacio Taibo II, Armando Bartra y el autor.