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Aprender a morir

Juanga: más victorias

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eñala una lectora que en la columna anterior me distrajera con el Cid y Gardel, quitando espacio a lo mucho que debe decirse de la infinidad de logros en vida del Divo de Juárez, mexicano talentoso y ejemplar en muchos sentidos para vergüenza de tantos machitos incompetentes.

Se dice que en su fructífera carrera –45 años de profesionalismo y entrega– Juan Gabriel logró reunir alrededor de 30 millones de dólares, poco menos de 600 millones de pesos, en bienes raíces, joyas, obras de arte, cuentas bancarias y derechos de autor. Para los sencillos, como nos llama la Biblia a la mayoría, es una enorme fortuna; para los mexicanos de la revista Forbes entre los individuos más ricos del planeta, es nada, junto a los megacaudales acumulados –entre mil y 50 mil millones de dólares– por generar intereses y empleos, los más de salarios modestos. Ante esta desproporción, ¿a cuántos millones de personas emocionaron estos potentados en cuatro décadas?

Y las interminables vueltas para que un autor desconocido grabe su primer disco, y los padrinos poderosos que determinan –antes que los directores artísticos– el extraviado rumbo de la industria musical en la mayoría de los países, y los promotores, y la siniestra fórmula de la payola o fuertes cantidades de dinero a las radiodifusoras por tocar una pieza frecuentemente, tenga calidad o carezca de ella. Añejos sobornos mediáticos en plena era de la transparencia.

En el caso de Juanga, más que la payola fue su enorme capacidad de decirle al gran público –exquisitos, absténganse–, con palabras sencillas y melodías pegajosas, lo que muy pocos han logrado: llenar con frases afortunadas y actuaciones escandalizantes huecos sociales y emocionales de la población, siempre bien manipulada pero deficientemente estimulada y temerariamente reflejada en deslucidas selecciones de futbol o en intérpretes anquilosados sin apenas competencia, gracias a la nefasta fórmula de poco pan, mal circo y mejores ganancias.

Un antiguo colaborador de Juan Gabriel me dijo: Siempre estuvo muy seguro de lo que hacía; venció hambres, explotaciones, prejuicios, ninguneos y enfrentó a televisoras cuentachiles que al final perdieron más por no haberlo aprovechado. Contó con muy buenos arreglistas, pero incluso a ellos los corregía sin saber mucho de música, pues la sentía. Tras su partida, la venta de sus discos ha aumentado más de 400 por ciento. Más logros, pues.