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Ver día anteriorSábado 17 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Corrupción y elecciones
S

i bien la corrupción tiene hondas raíces en el gobierno mexicano, su crecimiento a partir del régimen de Carlos Salinas ha adquirido dimensiones que hoy ponen en riesgo la viabilidad nacional. Este crecimiento está íntimamente ligado a los mecanismos que desde 1988 han burlado la voluntad ciudadana, imponiendo gobiernos ilegítimos, por tres razones básicas :

1. Quienes acceden al poder mediante fraudes muestran con ello su nulo respeto a las leyes y su inmenso deseo de poder, no para resolver los problemas nacionales, ni para lograr un destino mejor para México, sino para la satisfacción de sus intereses personales. Cuando un gobernante llega al poder mediante actos delictivos, él y sus colaboradores han probado ya las mieles de la corrupción, convirtiéndose en ejemplo a seguir para otros funcionarios menores, formando una cadena sin fin.

2. En los regímenes democráticos los procesos electorales constituyen el mecanismo de gestación de cada gobierno, conforme a la voluntad mayoritaria y las leyes establecidas. Cuando ello no se cumple, se da lugar a gobiernos ilegítimos surgidos de la comisión de delitos que requieren de la existencia de cómplices, participantes o encubridores de los delitos, quienes cobran facturas por sus servicios a quienes logran así el poder, facturas que a su vez transfieren esos costos a la nación, generando nuevas conductas delictivas.

3. Los gobiernos surgidos a partir de la comisión de fraudes requieren también del reconocimiento de los países y organismos más poderosos del planeta para poder gobernar. Tales reconocimientos son igualmente objeto de pagos de facturas, mediante acuerdos internacionales lesivos a la nación.

Tomemos el caso de Felipe Calderón, cuyo triunfo electoral fue calificado por él mismo con su Haiga sido como haiga sido, para lo cual contó con la complicidad de Vicente Fox, la entonces lideresa del SNTE y las autoridades electorales, así como el reconocimiento del gobierno estadunidense, dominado por los intereses de la industria de armamentos. A cambio de su participación confesada por él mismo, Vicente Fox obtuvo la impunidad para su esposa Marta Sahagún, para los hijos de ésta y para él mismo, envueltos todos en escándalos de tráfico de influencias, fraudes diversos y enriquecimiento inexplicable.

De igual manera, para la entonces líder del magisterio, canonjías, recursos económicos y capacidad para imponer gobernadores y funcionarios de gobierno, fueron parte del pago por su participación en ese fraude electoral. El costo más alto que pagó el país fueron los acuerdos con el gobierno estadunidense, haciendo posible la introducción masiva de armas a nuestro país, como parte del supuesto apoyo a la guerra contra el narcotráfico; armas que dieron como resultado más de 100 mil muertes en ese sexenio, con toda la secuela de violencia que continúa.

Resulta difícil olvidar el fraude de 1988, que llevó a Carlos Salinas al poder; no obstante el descrédito del gobierno anterior, marcado por el desempleo, la inflación, el crecimiento de la pobreza y el enojo del pueblo, luego del terremoto de 1985, que llevó a ese gobierno a modificar las cifras de votación para imponer a su candidato sobre Cuauhtémoc Cárdenas, fraude que tuvo igualmente costos importantes en términos de los niveles de corrupción que caracterizaron al gobierno de Salinas, dando lugar al crecimiento del narcotráfico y del crimen organizado.

Todo esto nos lleva al actual gobierno, cuyo acceso al poder se dio de manera fraudulenta, con la participación y complicidad directa de Televisa, siendo del conocimiento público las operaciones de compra de varios millones de votos, mediante las tarjetas Monex, así como los de la cadena de Soriana, realizados con la complicidad del sistema bancario, que facilitó transferencias electrónicas de carácter ilegal, reportadas por Proceso y por Carmen Aristegui, tapadas ambas con la complicidad del gobierno de Felipe Calderón.

Ante el cúmulo de irregularidades señaladas, la legitimación del fraude por las autoridades electorales, así como del gobierno de Estados Unidos se dieron no porque éste no supiera lo ocurrido o por miedo a un gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, sino a partir de acuerdos con los organismos financieros internacionales interesados en participar en los mercados de energía y educación; por ello no debieran sorprendernos los altos funcionarios del gobierno, con sus actos fallidos y torpes en busca de reflectores, como tampoco sus políticas de enajenación de los recursos naturales, ni las pretensiones de privatización de la educación envueltas en la demagogia del nuevo modelo educativo.

Así, mientras los costos que ahora debemos pagar a los cómplices del gran fraude electoral comienzan a concretarse, los conflictos de interés del Presidente y sus colaboradores cercanos constituyen ejemplos de los niveles de corrupción que se replican a lo largo del país, siendo emblemáticos los casos de gobernadores responsables de fraudes multimillonarios, que en su momento colaboraron con la singular campaña de Peña Nieto, llevándonos a recordar la frase de Cicerón: Los pueblos, como los pescados, comienzan a pudrirse por la cabeza.

Ahora nuevos tiempos se acercan; de ello dan cuenta las pugnas soterradas que ocurren en el entorno del poder, en busca ya de un nuevo sexenio de pillaje. Es por ello imprescindible que los hombres y mujeres independientes y conscientes de México nos organicemos desde ahora para impedir la repetición de estos actos en las elecciones de 2018. No se trata de una tarea sencilla; habrá de requerir la superación de la apatía y de diferencias que hoy debieran ser menores, cuando se busca luchar por un país mejor al que hoy tenemos, en donde vuelva a surgir la esperanza y la justicia para las nuevas generaciones de mexicanos.

consultas.jornada.com.mx

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