Deportes
Ver día anteriorMiércoles 7 de septiembre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Una pareja en ascenso asegura que no fue un fracaso abandonar la expedición

Atacar la cumbre del K2 con mal clima habría sido un suicidio

Ante la fuerte nevada, Badía Bonilla y Mauricio López evitaron correr riesgos durante la misión en julio

La montaña es una de las más mortíferas y la segunda más alta del mundo

Foto
Mauricio encabezó el equipo que pretendía conquistar la novena de las 14 cimas de más de 8 mil metrosFoto Una pareja en ascenso
 
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de septiembre de 2016, p. a13

Badía Bonilla no se lo dijo a su esposo, pero por dentro la carcomía el miedo. Una inquietud que la persiguió durante la expedición que emprendió junto a él, Mauricio López, para conquistar el K2, una de las montañas más altas y mortíferas del mundo.

La estadística funesta de mujeres que conquistaron esa cumbre de los Himalaya y que murieron tiene tintes de leyenda. La primera alpinista que lo consiguió fue la polaca Wanda Rutkiewicz, en 1986. Cinco féminas más lo hicieron en los siguientes seis años. Todas fallecieron. La mitad de ellas mientras descendían de esa montaña.

Mauricio también se guardó algunas preocupaciones para no inquietar a su compañera. La madrugada del 22 de julio despertó por la nieve que caía sin cesar y el viento que golpeaba la tienda donde dormían en el campo I. Mala señal: al amanecer, afuera la montaña tenía un aspecto temible. Las condiciones del clima eran hostiles y provocaban remolinos de nieve.

López sabía que en la montaña hay una regla de oro a la que debe estar atento todo alpinista experimentado. Si la cantidad de nieve sobrepasa ciertas proporciones, al salir el sol crece el riesgo de avalanchas. Un miedo profundo y genuino para un montañista que sobrevivió a dos aludes en otra expedición.

Sin embargo, prefirió guardárselo para no alarmar a Badía ante un inminente aborto de la misión.

Para ese momento ya ni los sherpas –pobladores que conocen los secretos de los Himalaya– se atrevían a emprender el ascenso al campo II.

–¿Qué tienes? –le preguntó Badía.

–Nada –respondió Mauricio, preocupado porque la inclinación de esas paredes de hielo, roca y nieve aumentaban el riesgo de avalanchas.

Sincronía en la decisión

Por primera vez en las 16 expediciones, en las que han conquistado ocho cumbres de más de 8 mil metros, ambos estaban en sincronía con la decisión. Nadie tuvo que convencer a nadie. Los dos sabían que continuar el ascenso a la cumbre era imposible.

–Esto es una locura. Puede caer una avalancha –dijo López.

–Sería un suicidio seguir adelante –secundó Badía.

La expedición que les costó un año de planeación, mucho dinero que reunieron con patrocinios y dos meses de travesía, desde que salieron de Ciudad de México, todo terminó en ese momento. Y emprendieron el regreso sin que la nevada cesara.

Fue absurdo –recordó Mauricio–, pero mientras trataban de descender, decenas de alpinistas intentaban subir. Era como si no se dieran cuenta del peligro que acechaba en una montaña que se ha hecho célebre por las vidas que ha cobrado.

Empresas dedicadas a hacer una especie de tours extremos –explicó Mauricio–, cuyos costos son de alrededor de 35 mil dólares, proporcionan estas experiencias muchas veces a montañistas aficionados, sin experiencia ni criterio para tomar decisiones vitales.

Los expusieron innecesariamente. Era evidente que habría avalanchas enormes. Fue muy irresponsable lo que hicieron y sólo por unas horas se salvaron de que ocurriera una tragedia en la que pudieron haber quedado sepultadas cerca de 70 personas por un alud, expuso Mauricio.

Ya transcurrió más de un mes de que abandonaron esa expedición. Es septiembre y llueve, mientras ellos, que se hacen llamar Una pareja en ascenso, aún tratan de reincorporarse a los rigores de la vida cotidiana.

Al volver de aquellas aventuras disfrutan con ojos de asombro las simplezas que les otorga la vida urbana. Celebran volver a usar un retrete y no ese hoyo en el campamento, en medio de temperaturas extremas. También meterse bajo la ducha caliente.

En 39 días sólo pudimos lavarnos cuatro veces, recordó Badía, porque el resto de la higiene tenían que resolverlo con el uso de toallitas húmedas y la disposición a resistir la acumulación de grasas y sudores a los que se someten en este deporte de aventureros.

No conquistaron la cumbre del K2, el más temido y anhelado de los 14 ochomiles que persiguen los montañistas profesionales.

La primera mujer que conquistó todas esas cimas, la española Edurne Pasaban, reveló las proporciones de esta aventura cuando dijo que el K2 fue la más difícil de todas, en la que más temió por su vida, pero la cumbre espera, piensan ambos escaladores con optimismo.

Abandonar la misión no representa un fracaso en el alpinismo. Si acaso les queda una sensación de vacío, de que algo les hace falta, describió Mauricio.

“No es un fracaso porque sabemos que tomamos la decisión correcta –hacer lo contrario les habría costado la vida–. No conquistamos la cumbre porque la situación no estaba en nuestra manos, por eso no me siento frustrado”, dijo.

Badía señaló que trabajan como equipo para reforzar su equilibrio emocional y mental durante los ascensos difíciles. Aún hay que trabajar para ahuyentar los fantasmas que atormentan en el silencio de la montaña. Pero el K2 ahí está, con su leyenda negra de mujeres que mueren y la promesa de una conquista para la pareja que asciende.