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El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista
E

n el segundo tomo de la obra El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista, María Eugenia Sánchez Díaz trata sobre el pensamiento crítico, en este caso, frente a la seudoidentidad nacional, considerando que estamos al inicio del colapso de la modernidad/colonialidad, un escenario de grandes desgarramientos civilizatorios: las aspiraciones al desarrollo y su inviabilidad ecológica y política; la imposibilidad de articular ciudadanía y diversidad en una igualdad que no uniforme y una diferencia que no discrimine. Plantea deconstruir la llamada identidad nacional, que esconde relaciones de dominación, formas de racismo, xenofobia y xenofilia selectivas. Piensa que la lucha contra el racismo, incluyendo el racismo cordial, es una tarea a contracorriente, tan importante como otras vertientes de la lucha. Expone que la ideología mestizante construida en los siglos XIX y XX, y consolidada con el nacionalismo revolucionario, se arraiga en la sociedad de castas de la Colonia y en su componente de limpieza de sangre. Esta ideología constituye un proceso de desindianización forzada, considerada genocidio blando.

El racismo cordial está formadado de cachetadas racistas, pero edulcoradas, maquilladas y, por lo mismo, más difíciles de elucidar y evidenciar. Este tiene una vertiente religiosa que se cuela por el culto a la Guadalupana, quien es manipulada por los poderes políticos y religiosos. Considera que los Acuerdos de San Andrés permitían iniciar un proceso de restructuración del anclaje jurídico de la sociedad, y una reconfiguración de la seudoidentidad nacional, profundamente racista/clasista, para ir construyendo un espacio social de convivencia un poco menos inhumana.

Greg Ruggiero escribe sobre la ecología, fiebre, compañerismo e insurgencia y de cómo el trabajo que se hacía en los años noventa, que buscaba liberar a la humanidad de su propia capacidad para imponer injusticia, miseria y guerra, sigue siendo esencial, pero ahora definitivamente parece estar más en juego, y hay trabajo mucho más urgente que hacer para revertir el desbalance masivo que la actividad humana está causando en el clima global y en la biosfera como entidad viviente. Destaca que “hoy no sólo está en riesgo la democracia, la dignidad y la justicia. Hoy está en riesgo el bienestar de la red interconectada y diversa de todos los organismos vivos –la tierra viva y consciente– (…) necesitamos cuestionar nuestro lenguaje, pensamiento crítico, prácticas y formas de vivir para desarrollar nuevas formas de lucha y humanización que protagonicen por completo la lucha para acabar con la fiebre que tenemos ya encima (…) necesitamos las herramientas críticas, el lenguaje, los medios y el compañerismo, no sólo para liberarnos del capitalismo, sino para liberarnos de la capacidad para dominar y destruirnos entre nosotros y a la hamaca de la vida en la que estamos tejidos”.

Alicia Castellanos se refiere al tema del zapatismo y su horizonte de futuro, a la tarea de difundir los aportes de los pueblos indígenas para que crezcan conciencias que no contribuyan a la continuidad del capitalismo y la sociedad patriarcal. Coincide con varios de los autores sobre la gravedad de la crisis capitalista, que también califica de civilizatoria, y considera que a este sistema social le es consustancial la violencia, la cual se vuelve exponencial en esta etapa de la mundialización capitalista, y se relaciona con el poder y, en consecuencia, con el Estado. Pero la violencia del Estado no podría ejercerse sin la intervención de millones de otros actores que siguen este camino; sin la obediencia, colaboración, corrupción y traición de ideales y de luchas, que son signos de la ausencia de un horizonte colectivos.

Castellanos examina la dimensión del legado zapatista que se relaciona con la autonomía, los principios éticos, el humanismo y los valores para vivir en una comunidad más humana, inscritos en una lógica antisistémica. Piensa que destruir comunidad, valores y lazos comunitarios, solidaridad y fraternidad, en cualquier espacio social y nivel de relaciones, es objetivo primordial de las políticas de Estado.

En este contexto, afirma que la nación está siendo expropiada, su soberanía secuestrada y la igualdad, libertad y fraternidad negadas. Debate sobre el concepto de utopía, a la que considera como un necesario horizonte de futuro e identifica las utopías concretas, que pierden sentido de lo imposible y, en esa dirección, sostiene que el zapatismo es profundamente movilizador de las conciencias. “En la idea de ‘otro mundo es posible’ se encierra la proyección utópica del pensamiento zapatista, que busca recuperar la dignidad de los pueblos y de la persona”. Concluye que la acción movilizadora de la utopía concreta, en este caso, del zapatismo, reside en la organización, la mística del horizonte de futuro y la unidad de las fuerzas de la resistencia.

Ante la imposibilidad de glosar a todos los autores de la obra, basta mencionar que el lector encontrará, en este segundo tomo, trascendentes reflexiones de pensadores como Pablo González Casanova, Immanuel Wallerstein y Michael Lowy, así como cruciales aportaciones colectivas de la Compañía Tamérantong y de la extraordinaria experiencia de los kurdos, que fue representado en este seminario por la compañera Havin Guneser, quien trajo la solidaridad del pueblo de las montañas al pueblo de la selva.

Cabe finalizar con palabras de Pablo González Casanova que sintetizan una buena parte de las intervenciones del colectivo: Estoy seguro que ningún mensaje es más urgente y necesario que plantear la preservación de la vida en la Tierra, la emancipación del ser humano y la organización local, regional y global de colectividades y colectivos de jóvenes, de pueblos, de trabajadores, de campesinos, de profesionales que honren su palabra, articulen su voluntad y materialicen su experiencia, dominen su información y su forma de dialogar y acordar con serenidad y firmeza para defender efectivamente la libertad y la vida.