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Aznar en Pachuca
E

l pasado julio se dio a conocer en Londres el documento The Iraq Inquiry o Informe Chilcot, resultado de las investigaciones independientes que durante siete años encabezó Sir John Chilcot para esclarecer la participación de Gran Bretaña en la guerra de Irak iniciada en marzo de 2003 con Estados Unidos a la cabeza (http://www.iraqinquiry.org.uk/the-report/). Las conclusiones confirman lo que ya sabíamos y sitúan a la sociedad civil global ante el imperativo de impulsar con mayor energía las acciones necesarias para llevar ante la justicia a los responsables de aquella guerra probadamente ilegal.

Del informe destacan cinco puntos que corroboran el criminal proceder del denominado trío de las Azores que formaron George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar: que la guerra contra Irak no tuvo base legal; que los informes de inteligencia fueron manipulados, pues no habían probado la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein; que las vías diplomáticas no se habían agotado para evitar la guerra; que sus promotores fueron advertidos oportunamente sobre los beneficios que la destrucción de Irak traería al extremismo islámico, y que Blair y Aznar se reunieron en Madrid en febrero de 2003 para acordar una estrategia dirigida a crear la falsa percepción ante sus respectivos países de que intentaban evitar la guerra, cuando en realidad ya estaba decidida por Bush y servilmente avalada por Aznar.

Si bien el informe mantiene un especial interés en Tony Blair, aporta datos fundamentales sobre la manera en que Aznar arrastró a España a uno de sus episodios históricos más vergonzosos. Recordemos que Aznar, como miembro del ultraconservador Partido Popular, fue presidente del gobierno español entre 1996 y 2004, y que durante su gestión desarrolló un protagonismo ególatra para venderse como un presunto estadista con influencia en el ámbito político internacional. En 2004, por ejemplo, la comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados de España recibió todas las pruebas del apoyo que en 2002 Aznar dio al malogrado golpe de estado en Venezuela en contra del entonces presidente democráticamente electo Hugo Chávez.

En 2003, y sin importarle las multitudinarias manifestaciones de los españoles en contra de la guerra, Aznar posicionó a España en el primer plano de los acontecimientos durante la crisis con Irak, pero no como un país decisorio, sino como un simple secuaz de Estados Unidos. Un año después de haber sido involucrada en una guerra atroz e ilegal, España enfrentó los atentados del 11-M en Madrid. En esa ocasión Aznar movilizó al cuerpo diplomático español para intentar engañar a la opinión pública mundial responsabilizando a Euzkadi Ta Askatasuna (ETA), cuando las primeras evidencias apuntaban la autoría del integrismo islamista.

Ya como ex presidente, Aznar se dedicó a sacar provecho personal como cabildero de corporativos empresariales. En 2006 se integró como consejero de medios en News Corporation. Mientras llenaba sus alforjas impartiendo conferencias sobre desarrollo y democracia, en 2010 Aznar firmó un contrato con Befesa, filial de la multinacional española Abengoa, para gestionar ante su amigo Muamar Gaddafi multimillonarios contratos de obra pública en Libia que, de no haber estallado la guerra civil inducida por Estados Unidos en ese país, le habrían generado una comisión de al menos seis millones de euros. El rechazo que entonces manifestó Aznar a la intervención militar de Occidente sobre Libia no tuvo como fondo la defensa de la paz sino la pérdida de aquel negocio.

En 2011 Aznar se convirtió en uno de los esbirros más importantes para diversas empresas trasnacionales con intereses sobre Latinoamérica. Primero fue reclutado como miembro del Consejo Asesor Internacional de Barrick Gold, minera canadiense asociada a la familia Bush y responsable de enormes desastres socioambientales en África y Sudamérica. Al mismo tiempo fue incorporado al Consejo de Administración de Endesa, perteneciente al también depredador corporativo italiano Enel, como asesor para Latinoamérica, región en la cual dicha trasnacional de la electricidad ha inducido violencia, conflictos y despojos de tierras en comunidades campesinas para imponer hidroeléctricas y megaparques eólicos. En 2012 Aznar se integró también como asesor de la red global de servicios de finanzas y negocios KPMG.

A través del Comité Internacional para la Democracia en Cuba, o con su adhesión a la Declaración de Panamá contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, Aznar mantiene activo su injerencismo hacia Latinoamérica. Frente a estos méritos resulta congruente, por tanto, que Aznar sea también presidente honorario del corrupto y gobernante Partido Popular en España, imputado judicialmente por financiación ilegal y organización criminal. En contraste, resulta patético que a pesar de todo lo que ahora sabemos sobre su negro historial como político y operador de puertas giratorias o de sus causas pendientes con la justicia internacional por los miles de muertos que provocó en Irak, Aznar haya sido distinguido el pasado mayo con el doctorado honoris causa de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, el cual recibirá públicamente el próximo 26 de agosto durante la inauguración de la Feria Universitaria del Libro en Pachuca, a donde arribará desde España por cuenta de nuestros impuestos.

Queda ahora la duda sobre la dignidad que la comunidad de profesores y estudiantes de dicha universidad pueda mostrar para manifestar su rechazo no sólo a la presencia de Aznar en Hidalgo, sino a los desvaríos y devaneos de sus autoridades universitarias, mismas que han envilecido a su institución galardonando a un personaje que debe ser juzgado por crímenes contra la humanidad.

* Investigador de El Colegio de San Luis