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El artista ayudó a reconstruir Parsa, organismo social que dirige Marni Gustavson, de EU

Prince impactó en la vida de miles de niños de Afganistán

Por años donó de manera discreta al movimiento de exploradores

Es importante que los pequeños sepan que un artista tan querido por los estadunidenses se preocupó por ellos, especialmente ahora, con toda la retórica antimusulmana que prolifera, dijo la nativa de Seattle

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Chicos y chicas de entre 12 y 17 años se aprendieron Purple Rain, en una hora, para homenajear al artista fallecido el pasado abril. Afuera, disparos de armas automáticas sonaban desde un cercano campo de tiro militarFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de agosto de 2016, p. a12

Kabul.

A Marni Gustavson se le salieron las lágrimas al ver a una docena de niños afganos aprendiendo la letra de Purple Rain, de Prince.

Es un homenaje, dijo, a un artista que discretamente donó fondos para ayudar a pagar por el edificio en el que estaba parada: la sede del movimiento nacional de niños exploradores de Afganistán, a las afueras de Kabul.

Los chicos y chicas de entre 12 y 17 años, con bandanas azules y amarillas atadas cuidadosamente alrededor del cuello, se aprendieron la canción en tan sólo una hora. Afuera, disparos de armas automáticas sonaban desde un cercano campo de tiro militar.

Gustavson, nativa de Seattle radicada en Kabul, dirige una organización que ha revivido un movimiento de niños exploradores afgano con 80 años de historia. Dijo que es importante que los pequeños sepan que un artista tan querido por los estadunidenses, como Prince, se preocupó por ellos.

Especialmente ahora, manifestó, con toda la retórica antimusulmana que estamos oyendo de Estados Unidos.

Labor social

Gustavson es directora ejecutiva de Parsa, que significa integridad en persa, pero cuyas siglas en inglés también se refieren a Servicios de Fisioterapia y Rehabilitación para Afganistán, organización benéfica independiente que realiza proyectos alrededor del país. La sede estaba en mal estado hasta que un amigo de Gustavson conoció a Prince entre bambalinas durante un concierto en Los Ángeles, en 2007, y le dijo cómo podía ayudar a niños afganos. Al día siguiente hizo un cheque de 15 mil dólares, relató, y pagó por los cimientos del nuevo edificio.

Prince, quien murió en abril pasado, nunca estuvo en Parsa y Gustavson nunca lo conoció. Pero el cantante hizo una gran diferencia para los niños exploradores de Afganistán.

La mayoría de los patrocinadores de Parsa son pequeños donantes, señaló Gustavson, gente corriente que no tiene mucho dinero pero que contribuye con 10, 50, 100 dólares cuando puede, y eso nos ha mantenido a flote. Pero son grandes donantes como Prince los que realmente ayudan a que sus nuevos proyectos despeguen.

Tras su dádiva inicial, Prince hizo una contribución anual a Parsa, que fue fundamental para desarrollar nuestro programa de niños exploradores a lo que es hoy, dijo Gustavson.

Los niños exploradores se establecieron originalmente en Afganistán en 1931. El programa fue reconocido por la Organización Mundial de Niños Exploradores en 1964. Cuando estalló la guerra en Afganistán, en la década de 1970, el movimiento se desintegró, hasta que Parsa lo revivió en 2003.

Ahora, dijo Gustavson, hay 2 mil niños exploradores en 14 provincias. Además de ir a acampar, las niñas exploradoras, que representan 40 por ciento del movimiento a escala nacional, participan en las mismas actividades que los niños y Gustavson espera enseñarles herramientas de liderazgo que les ayuden a convertirse en adultas seguras de sí mismas en un país donde las mujeres suelen ser discriminadas.

Al igual que con todos los proyectos de Parsa que supervisa, Gustavson no recibe fondos del gobierno para los niños exploradores. Los programas de Parsa son diseñados para que otras organizaciones no gubernamentales pequeñas las acojan, algo que dice que les da a las comunidades un sentimiento de propiedad.

“Vamos a las comunidades y les decimos: ‘¿qué necesitan?’. Puede que digan una escuela o una clínica”, dijo Gustavson. Somos una organización pequeña, podemos financiar a un docente, pero (les decimos) que ellos tienen que proveer el salón de clase. Así que siempre hacemos nuestros programas de la mano.

Parsa frecuentemente tiene que forcejear con la naturaleza conservadora de la sociedad afgana, donde las vidas de las mujeres son ampliamente controladas, primero por sus padres y hermanos, y después por sus esposos e hijos. Como dice Gustavson: Realmente tuvimos que luchar con los hombres.

Sin alfabetización sólo soy una vaca

Cita un programa en Bamiyán, una de las provincias más pobres de un país que de por sí está entre los más pobres del mundo. Era un programa de alfabetización para mujeres y los hombres locales se mostraron abiertamente apáticos, no veían la necesidad de implementarlo. Pero las mujeres con las que habló literalmente le rogaron que ofreciera el programa.

“Una mujer me dijo, y nunca lo voy a olvidar: ‘Sin alfabetización sólo soy una vaca, como una del ganado”’, dijo Gustavson.

Cinco años después, volvieron para ver cómo iba el programa y los hombres le dijeron: Ellas están haciendo todo su trabajo. Nuestros hijos están más limpios y sanos, y las mujeres están más felices. Nos encanta ese programa.

Gustavson pasó cuatro años en Afganistán, de los nueve a los 13, cuando su padre enseñaba biología en la Escuela Americana Internacional en Kabul. Volvió a casa 30 años después, luego de que la invasión estadunidense de 2001 sacó al Talibán; en 2003 convenció a su esposo de que se mudaran a Kabul de manera permanente.