Opinión
Ver día anteriorSábado 30 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
OFJ + LVB
I

ndependientemente de sus resultados musicales, a los que me referiré en seguida, la reciente visita de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ) al Teatro de Bellas Artes dejó algunos temas para la reflexión. Para empezar, a diferencia de su anterior visita, no se escucharon desde la galería los gritos destemplados contra su director artístico, Marco Parisostto, de modo que el concierto transcurrió en paz. Sería interesante saber, en todo caso, si la orquesta y su director están, efectivamente, en paz. Así sea.

Un atractivo y bien conformado programa Beethoven, una muy buena entrada en Bellas Artes y, sobre todo, una muy poderosa actuación, de principio a fin, de Parisotto y la OFJ. Para comenzar, la versión más apasionada que he escuchado en vivo de la obertura Egmont, perfilada desde sus primeros acordes con mucho drama, mucha intensidad y, detalle muy importante, dándole tiempo al tiempo de las pausas y silencios que son materia prima de esta pieza. De ahí en adelante, una lectura intensa y heroica de esta música que Beethoven dedicó al infortunado prócer holandés, llevada a buen puerto con una apreciable unidad y coherencia de intención de principio a fin. Desde este furioso Egmont, la Filarmónica de Jalisco estableció una línea de conducta general que no amainó a lo largo del concierto: potencia, empaque, sonoridad desinhibida y una buena dosis de enjundia. Y también, en momentos cruciales de la obertura, la orquesta lució especialmente una sección de cornos de muy buen nivel, que se atreve y que triunfa.

En la segunda obra del programa, el Concierto Emperador, la orquesta y su director mantuvieron el nivel mostrado en Egmont, lo que ocasionó que por momentos el pianista Peter Jablonski, profesional y competente, pareciera estar tocando con un menor nivel de energía. Sin embargo, el Emperador tuvo algunos buenos momentos colaborativos entre el solista y el conjunto. Después, la obertura Coriolano, dedicada a otro héroe malogrado, que fue ejecutada bajo los mismos parámetros que Parisotto aplicó a Egmont, con intención dramática semejante y con algunos pasajes realmente desafiantes.

Este muy buen panorama Beethoven concluyó con una vital, por momentos desbordante interpretación de la Séptima sinfonía, marcada en general por una visión muy unitaria en el ensamble de sus distintas partes. A título muy personal, prefiero ejecuciones más lentas y contemplativas del soberbio segundo movimiento de la sinfonía, aunque no puedo discutir ni con Beethoven, que lo marcó Allegretto, ni con los directores que siguen con fidelidad su indicación. En las páginas finales del primer y cuarto movimientos, los cornos de la OFJ volvieron a tocar con gran proyección y solidez. A lo largo de la Séptima, y en momentos selectos de Egmont y Coriolano, Marco Parisotto trajo a primer plano algunas sonoridades individuales entre las que destaco, por afición personal, el singular color de las trompetas de válvulas rotatorias.

Al final de esta muy satisfactoria sesión Beethoven, algunos melómanos comentaron que les había parecido excesiva la proyección sonora de la OFJ para este repertorio. A reserva de la oportunidad de discutirlo más a fondo, opino que un Beethoven energético y vitaminado como el que el conjunto jalisciense y su director ofrecieron esa tarde en Bellas Artes es un bienvenido contraste con las versiones apelmazadas y fofas, por no hablar de lo rutinario, que suelen obsequiarnos algunas de nuestras orquestas, suponiendo, muy erróneamente, que Bee-thoven se toca solo. En todo caso, los más asiduos entre esos melómanos tuvieron (tuvimos) la oportunidad de comparar este Beethoven flamígero con el Bee-thoven más diáfano y escueto que ofreció unos días más tarde el gran director inglés Paul McCreesh al dirigir la Octava sinfonía con la Sinfónica de Minería. Me parece que no es necesario elegir entre uno y otro enfoque: ambos, en sus propios términos, producen un Beethoven fresco y luminoso, alejado del lugar común de la complacencia. Por muchas razones, y sobre todo si los resultados son del nivel del concierto Beethoven de la OFJ, urge que las orquestas del interior vengan con mayor frecuencia a la CDMX, como urge que las orquestas chilangas se presenten en las provincias; tal intercambio no puede ser sino positivo y benéfico para todos.