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Nuevo vuelco a la historia de la música grabada
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Robert Schumann
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Periódico La Jornada
Sábado 30 de julio de 2016, p. a16

Ayer se cumplieron 160 años de que trascendió el compositor alemán Robert Schumann, quien nació el 8 de junio de 1810 en Zwickau, Alemania, y murió de neumonía en el asilo de Endenich, cerca de Bonn, el 29 de julio de 1856.

Vida de crueles ironías: si le añadimos una t al nombre del poblado donde murió Schumann, veremos que su suplicio no ha concluido: Endenich = Ende Nicht = Sin Final.

Sicoanalistas, terapeutas, neurólogos, equipos enteros de científicos han retomado el tema de la locura de Schumann. Lo más recientemente descubierto: trastorno bipolar. Pero no murió de esquizofrenia, sino de una complicación extrema de su condición maniaco-depresiva. Y así se debaten entre tests, cuadros clínicos, análisis y otras teorías. Sobrevuela durante más de 200 años la hipótesis más consistente: murió de melancolía.

En realidad Robert Schumann escapa de las mentes mórbidas y de los escritores de telenovelas. No murió de loco sino de neumonía. La muerte del romántico Schumann no es tan romántica como quisieran muchos.

Lo único cierto es que su música es un referente definitivo en la historia. Junto con Chopin es el compositor-emblema del romanticismo. Más que Chopin, dotó a la música para piano de una profundidad hasta ahora insuperable.

Labios redondeados, como si estuviera silbando, y la expresión absorta y ausente, lo describe Frederick Niecks. El compositor Heinz Holliger lo ubica a perfección: es autor de una música de diferenciación extrema.

Los Himnos a la noche, de Novalis, y el Fausto, de Goethe, fueron las guías literarias de Schumann.

El ciclo de poemas de Novalis acontece en la música de Schumann hacia la transfiguración de la noche que no apunta precisamente a la nada, sino a una plenitud sobrecogedora. Pero antes ha de romperse el vínculo del nacimiento, tiene que disolverse lo que ata a la vida terrestre; debe producirse un renacimiento, capaz de liberar las ataduras de la luz, y puede producirse por el amor.

El amor entre Clara Wieck y Robert Schumann es una de las más hermosas historias de amor en la cultura occidental. Fue ella el motor, la luz, la guía, la salvación de Robert Schumann. Aunque el compositor murió de neumonía y no de locura, a pesar de que su marido fracasó en muchas empresas en la vida, el mundo le debe a Clara Wieck la música de Schumann.

Fue ella quien inspiró las páginas más hermosas escritas por el hombre de su vida. Fue Clara quien le brindó seguridad en los momentos más difíciles de su vida.

Fue Clara Wieck quien lo encauzó por los caminos de la orquesta, cuando le aportó un método de composición orquestal, a pesar de que el mismísimo Gustav Mahler dijera años después que la Segunda Sinfonía de Schumann estaba mal orquestada, frente a lo cual Schumann rescribió, de plano, sus cuatro sinfonías.

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Clara Wieck

Cuando Schumann murió, Clara Wieck dejó de ejercer su oficio de compositora. Preservó las partituras de su marido y logró su amplia difusión, apoyada por el alumno de Schumann, Johannes Brahms, quien se enamoró perdidamente de Clara y la cuidó a su vez.

La vida de Schumann fue un pendular extremo entre el dolor y el gozo. Y esos extremos no producen sino misterio. En consecuencia, la música de Robert Schumann es un misterio.

La música de Schumann, admitió sir Simon Rattle el 24 de mayo de 2014, nunca ha sido un valor seguro de grandes ventas pero esa música está cerca de nuestros corazones como casi ninguna otra.

Esa fue la razón por la que decidió dar un vuelco a la historia de la música grabada, pues en esa fecha anunció la creación del sello discográfico Berliner Philharmoniker, cuyo primer trabajo es precisamente la edición de las sinfonías de Robert Schumann, en un paquete de lujo, bellamente diseñado, y que incluye un libro de gran formato con las partituras.

El vuelco consiste en eliminar los intermediarios, pues es sabido que las trasnacionales dictan la agenda de qué se graba y qué no y el cómo y el cuándo y el por qué.

Otra razón fundamental por la que Rattle decidió romper con la industria del disco, fue precisamente la caída en las ventas del disco en soporte cedé.

Y eso nos lleva a comunicar una mala noticia: la bella tienda de discos de la Sala Nezahualcóyotl cierra sus puertas por la misma razón.

Durante muchos años, Carla Berges y Theo Hernández sostuvieron ese importante proyecto cultural, que incluyó una tienda de discos, ya también desaparecida y sustituida por un local de souvenirs, en el Palacio de Bellas Artes.

Y eso nos lleva a conmemorar otra gesta cultural, también desaparecida: la legendaria tienda de discos Margolín, cuyos últimos respiros los debemos a Luis Pérez, esa bella persona poseedora del mejor oído musical en México así como los conocimientos más asombrosos en música.

Ya vendrán tiempos mejores.

La Caja Schumann, como es conocida entre melómanos, se consigue en la Philharmonie, la Sala de Conciertos de la Filarmónica de Berlín, en la página web de esa orquesta y por otros medios, pero es muy cara, según la queja generalizada, así que el Disquero mejor recomienda adquirir los dos discos en iTunes, donde se incluye un video en el que Simon Rattle habla acerca del misterio de la música de Schumann.

Porque la música de Schumann es un misterio.

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