Opinión
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El sueño de la reforma educativa
E

l sueño contenido en el breve documento de la SEP titulado Los fines de la educación en el siglo XXI tiene dimensiones descomunales. El brevísimo apartado de este documento subtitulado Los mexicanos que queremos formar contiene el sueño aludido. Probablemente es exhaustivo respecto del lenguaje, los temas y conceptos, que internacionalmente se han utilizado en cualesquiera de las más ambiciosas reformas que en el mundo de hoy se han implementado o intentado. Su aspiración es extravagantemente ambiciosa. Haciendo a un lado solamente el contexto concreto en el que vivimos, esa ambición sería harto plausible, más allá de la eternas anfibologías de expresiones como una educación de calidad, o la cláusula que inicia diciendo que los mexicanos que queremos, “tiene valores, se comporta éticamente y convive de manera armónica…”; no hace falta subrayar demasiado que los valores y comportamientos éticos son mundos a veces inmensamente distintos en la diversidad cultural del planeta. La matriz que acompaña al documento aludido, titulado Logros esperados en cada nivel educativo, para prescolar, primaria, secundaria y media superior, refuerzan rotundamente la apreciación que hacemos sobre quienes un día, según el sueño, seremos.

Los mexicanos que queremos formar es un ser superior en el más recto y alto sentido que pueda imaginarse. No hay que decir mucho para ver que los políticos, los empresarios y banqueros, principalmente, pero puede incluirse a toda la población mexicana, se hallan a no sé cuántos años luz de los mexicanos que queremos formar. Es extraordinariamente difícil imaginar quién o quiénes son los mexicanos de hoy capaces de columbrar los pasos de un camino inacabable que es el que tenemos por delante para llegar, un día, a una sombra parecida al sueño de los mexicanos que queremos formar. ¿Quién va a educar a los educadores que a su vez van a instruir a los mexicanos que queremos formar?

Se dirá que es cuestión de tiempo. Sí, algo faltó en ese documentito: ¿cuántas décadas estima la SEP que requerirá el país para acercarnos a esas felicísimas metas?

El segundo (de tres documentos), se titula El modelo educativo 2016. El planteamiento pedagógico de la reforma educativa. La manufactura de este documento inicia con brevísimas referencias históricas a Vasconcelos y a Torres Bodet. Era la oportunidad de que el PRI mostrara, con valor político, una mínima autocrítica. Pero, después de las breves referencias aludidas, se dice: A pesar de los intentos por cambiar las prácticas, métodos y contenidos para fortalecer el ejercicio magisterial en el ámbito rural, estas acciones no fueron suficientes para hacer de la educación un verdadero motor de movilidad social. Si bien la expansión del sistema educativo permitió pasar de una cobertura de 10 por ciento en primaria en 1921 a una cobertura completa en primaria y casi universal en la secundaria al inicio de la segunda década del siglo XXI; en este largo periodo se hicieron evidentes diversos obstáculos para ofrecer una educación de calidad: tan tan.

Un manto cristalino fue echado pudorosamente sobre un periodo de casi un siglo, en el que la educación pública básica fue abandonada al estercolero de camarillas sindicaleras cada vez más numerosas y más corruptas. Una política de Estado de carácter inequívocamente clasista ha estado vigente casi un siglo: la educación pública para los jodidos, que crecían a una de las tasas más aceleradas del mundo, mientras las escuelas privadas, no pocas de las cuales fueron mejorando en su condición educativa, para los niños de las familias de la clase dominante. Un estúpido suicidio nacional.

Después se hace referencia al ar­tículo tercero constitucional, pero se escamotean sintomáticamente principios fundamentales del mismo, a pesar de los acomodos que le hicieron ya los señores del Congreso a este artículo histórico. Ese artículo dice en su párrafo sexto que el criterio que orientará a la educación “será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo…”; ¡chin!, se nos pasó ese rengloncito. Quien quiera revisar el documento que refiero, hallará que fueron muchos criterios del tercero constitucional que seguramente olvidaron.

Espero en otras contribuciones ocuparme de este segundo documento.

Por ahora no debo dejar pasar algunas simulaciones: a) que en 2014 se realizó un amplio proceso de discusión participativa, cuyos planteamientos se incorporaron a las propuestas que ahora se nos hacen; b) que habrá otro gran proceso de participación de todos los sectores de la sociedad que termina ¡el 29 de agosto!

Y la cereza: el triunfal discurso de Nuño termina así: “Los invito a que, este gran sueño educativo [ahí está: sueño educativo] pueda transformar la vida de los niños, las niñas y los jóvenes de México, y que transformando su vida puedan transformar la vida de sus familias y transformar la vida de sus comunidades y así transformar la vida de México”. Por supuesto, entre otras cosas, para hacer de México un país más competitivo.

Von Mises, Friedrich Von Hayek, Mrs. Thatcher. La sociedad no existe, dijo la dama. Existen hombres y mujeres cada uno de los cuales debe hacerse cargo de sí mismo; esto es responsabilidad. La sociedad –a lo sumo– es una agregación. Niños transformados por la educación de calidad, que transforman a sus familias y comunidades que transforman a México haciéndolo un país menos desigual y más justo. Algo más diremos de este mundo del revés.