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Disquero
Un maestro de la sencillez
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Periódico La Jornada
Sábado 23 de julio de 2016, p. a16

El arte de la invención espontánea, la belleza emocional, la exploración como signo, la búsqueda y el hallazgo, el significado profundo del viajar como una forma de autoconocimiento. El bello sonar de lo sencillo, lo prístino, lo más bello. Todo eso contiene el nuevo disco del gran maestro del piano contemporáneo en jazz: Brad Mehldau, con su trío perfecto: Larry Grenadier en contrabajo y Jeff Ballard en batería.

Blues and Ballads (Nonesuch records) se titula esta maravilla donde el blues campea, se desliza, se solaza mientras el oído goza, el alma vuela y el corazón se regocija.

El maestro Brad Mehldau (Jacksonville, Florida, 1970) personifica la grandeza de la gran tradición pianística del jazz clásico devenido actualidad.

Fundó su trío en 1992 y ha grabado con él una docena de discos. El baterista inicial, Jorge Rossy, fue sustituido en 2005 por Jeff Ballard.

Esta es la estirpe a la que pertenece Brad Mehldau: descendiente directo del estilo e idea, transformado y personalizado, por supuesto, de Keith Jarrett, quien a su vez debe mucho a Bill Evans, quien a su vez obedece a las reglas mágicas del universo de la invención divina.

El Disquero ubicaría de la siguiente manera el árbol genealógico del trío de Mehldau (para recomendar, por supuesto, la escucha, ya sea en YouTube, Spotify, Apple Music, Deezer… de la música que han hecho los siguientes tríos):

Count Basie Trio: él al piano, Ray Brown al contrabajo y el genial Louie Bellson en batería.

Oscar Peterson Trio: él al piano, Ray Brown en contrabajo, Ed Thigpen en bataca.

Bill Evans Trio (super palabras mayores): él al piano, sublime, Scott LaFaro al contrabajo, la divinidad encarnada, y el artífice Paul Motian en los tambores. La gloria.

Keith Jarrett Trio: el maestro descrucifica las teclas del piano, mientras Gary Peacock acaricia una mujer desnuda y en lo oscuro: su contrabajo, y el maestro Jack DeJohnette extrae magia de tambores.

En su nuevo disco con su trío, Brad Mehldau toma siete piezas del repertorio tradicional para convertirlas en diamantes.

El título explica el espíritu del disco entero: Blues and Ballads. A partir de baladas conocidas, Brad conjuga el verbo blusear, entablar el espíritu del blues y todos sabemos que el blues es un estado del alma, una actitud, una forma de entender el mundo de manera profunda y comprometida y eso hace Brad Mehldau, se compromete y extrae de las profundidades gemas preciosas, insospechadas.

Su capacidad inventiva es inaudita. A partir de melodías muy conocidas deconstruye, desarma y arma, ubica en el principio del camino lo que se suponía muy avanzado. Hace magia.

Escalas descendentes, caricias, susurros, matices, asomos, guiños, pequeños saltos suaves en el teclado, mientras Jeff Ballard arrastra la escobilla sobre la mugre del tambor y la hace saltarina y lo que suena es como un embrujo.

Enseguida, Larry Grenadier pone a hervir las cuerdas gruesas de su contrabajo en una serie de riffs insólitos, improbables en territorios supuestamente manidos, como las baladas.

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Balar. Ballard sabe balar, gruñir, germinar con sus tambores que mugen, graznan, pían. Trinan.

Since I Fell for You abre el disco. Ese clásico de Buddy Johnson, cuya máxima versión es la de la diosa Nina Simone, se convierte en el piano de Brad Mehldau en un poema pleno de pasión, entrega, fe, hazañas formales, sucesión de notas sorpresivas. Invención pura.

En los momentos más intensos, Brad blusea, suelta la desfachatada dirty note que caracteriza al mejor blues, al verdadero. Las sucesiones de notas en ráfaga culminan con una sola de ellas percutida a todo lo alto. Un arrebato.

La belleza campea. En cada giro, cada módulo, cada vals convertido en danza hierática, mora la magia, el encanto de lo sencillo, lo bello, lo contundente por delicado.

El canto anima el álbum. No es que participe cantante alguna. El canto como el sonido de la especie, el cantar, impregna todo el sentir que percibimos en cada pieza, cada compás, cada nota dicha o insinuada, sonada o soñada, soltada a volar o puesta en órbita.

I concentrate on You, la segunda pieza del disco, contiene por momentos rumba y desborda todo rumbo para ubicarse en una rítmica de frenesí y alivio, de arrullo y grito, de canto y murmullo. Así de sofisticadamente sencillo es el arte pianístico de Brad Mehldau, maestro de la insinuación, la frase entera dicha apenas con la mitad de una palabra.

A la manera de Picasso y sus dibujos de un solo trazo, Brad Mehldau pinta el mundo entero con tan solo media nota, esboza el universo con el tercio de un compás, plasma un mural completo con apenas el roce de la yema de sus dedos sobre el marfil del piano.

Prodigio.

El track cinco: These Foolish Things (Remind Me of You) es un dechado de belleza, sentimiento, emociones positivas. Sencillamente hermosa interpretación.

En el track siguiente resulta palpable el argumento central de esta reseña: And I love her. Melodía más conocida no puede haber en este álbum. Y es aquí donde el escucha puede percibir con claridad la capacidad de Brad Mehldau para desbaratar una estructura melódica y a partir de su vertebración rítmica, pero sobre todo su armadura armónica, construir algo completamente nuevo, fresco, sorprendente.

Blues and Ballads, el nuevo disco del Brad Mehldau Trio, es una brizna fresca del bosque, un manantial, una gota de rocío en el pétalo de una rosa al amanecer. Pone en sonidos la belleza del vuelo gentil y colorido de la mariposa, la elegancia del nadar de una sirena. El esplendor de una sonrisa.

Es el sonido del universo, el OM, el sonar primigenio, convertido en música bella. En magia.

Es una verdadera maravilla.

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