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Ruta Sonora

La noche chilena en que Los Tres fueron uno con Juan Cirerol

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Los Tres con Juan Cirerol en Santiago de ChileFoto Carlos Müller
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antiago de Chile. Hay caminos destinados a cruzarse, con o sin el diablo de por medio. Basta que una guitarra acústica, un corazón sensible, un alma apesadumbrada, una lírica triste, desgarrada y una disciplina instrumental se hermanen en la distancia, al grado de la paternidad inusitada. Y es que algo así de lindo tuvo lugar el 2 de julio, cuando un sueño anhelado intercambió latitudes: en el teatro Caupolicán, por un lado, la legendaria agrupación Los Tres celebró 20 años de su Unplugged MTV, bello álbum que internacionalizó un estilo que fusiona el rocanrol primigenio con foxtrot y cueca; por el otro, el cantautor mexicano Juan Cirerol fue invitado a abrir con éxito tan emblemático concierto, además de compartir tres canciones con la banda, honor que mereció por encima de cualquier otro artista local, aun siendo poco conocido entre tan exigente público austral. Aunque Juan ya había actuado en Chile, esta vez contó como bautizo, como emotiva adopción artística, generacional, entre el capo Álvaro Henríquez, líder de Los Tres, y el joven prodigio de Mexicali.

La conexión comenzó en 2012, cuando al saber del trabajo artístico de Cirerol, una cruza sonora de Johnny Cash con Chalino Sánchez, algunos cercanos le hicimos saber a Henríquez, apasionado de la música norteña mexicana, que debía conocerlo, y en efecto, cuando lo oyó, supo que provenían de una misma raíz. Lo mismo se le dijo a Cirerol, con menor éxito, dado su conocido orgullo. Deberías ir a Chile a tocar con Los Tres, ellos te invitan, se le decía, a lo que contestaba: No los conozco; me emocionaría más si me invitara Ramón Ayala. Fueron presentados en varias ocasiones y Juan ya tocó con ellos dos veces en la CDMX, pero el clic llegó hace unas semanas, en que grabaron juntos en México un tema homenaje a Los Bukis, vía el tacubo Emmanuel del Real.

El Bob Dylan de Latinoamérica

La cordillera de los Andes, que te mata de belleza y estupor al verla, vigilaba la noche. El teatro Caupolicán albergaba históricos encuentros políticos y artísticos: desde Salvador Allende y Pablo Neruda hasta Louis Armstrong, Jorge Negrete, Lucho Gatica, Lola Flores, Gustavo Cerati. Su domo metálico poco guarecía de los cinco grados centígrados que cubrieron a Santiago el sábado –allá es invierno. Pero Los Tres en Chile son la banda de rock más grande y no hubo frío que detuviera a su público.

El bullicio cantadito, lleno de Ya, po y la wea, cesó al aparecer el telonero Paolo Murillo, excelso guitarrista de jazz de 21 años, capaz de tocar en bi-ritmia dos instrumentos en uno, quien dejó boquiabierto al respetable. No hay que perder de vista a éste, quien además encabeza la agrupación Julia Smith.

El turno llegó para Cirerol, de voz barítona intensa, estilo norteño, virtuoso de la docerola, hábil para la composición elegante pero guarra, noctámbula y enamorada. Sus manos sudaban; sentía que no entenderían su slang, que lo abuchearían… Temor que fue olvidado cuando Henríquez lo presentó como el Bob Dylan de Latinoamérica y salió a comerse al teatro. 20 minutos le bastaron para echarse al bolso al monstruo de 7 mil cabezas. Clonazepam Blues, Se vale soñar, Eres tan cruel, y un cóver a La primera vez, de Los Tres (contra Augusto Pinochet), entre otras, arrancaron ovaciones (http://bit.ly/29tpdz7).

La memoria incendiada

La memoria, agrupada en 15 clásicos conmovedores, incendió al recinto circular: Los Tres al centro sobre un escenario giratorio pusieron al día tan fino trabajo acústico que además rescató y expandió la cueca tradicional. Con los invitados originales, el pianista Cuti Aste y el mandolinista Toño Restucci, Sudapara, La espada y la pared, Amor violento, Pájaros de fuego, Déjate caer, He barrido el sol y El arrepentido sonaron espléndidas, bien añejadas, como los vinos de la región. Convidados profundos del folclor chileno, Quilapayún e Inti Illimani dieron el toque exquisito en dos temas. En la segunda parte, la banda ejecutó selectas canciones de su discografía a la fecha. Cirerol tocó en conjunto dos rolas suyas (Metanfeta y Hey Soledad, a la que Los Tres hicieron un cóver en 2015) y El celoso, de Los Bukis. Linda fue la participación de la cantautora chilena María Colores, a voz y piano, en Quizás con quién. El refinamiento del grupo, con Henríquez, Roberto Lindl Titae, Sebastián Cabib y Boris Ramírez, demostró por qué es una de las bandas de rock en español más respetadas del orbe.

Bautizo final

El domingo, Cirerol fue llevado a la catedral de la música popular en Santiago, La Casa de la Cueca, regenteada por dos próceres del género: la gran cantante María Esther Zamora y el músico Pepe Fuentes, quienes al oír al de Chicali lo aprobaron maravillados. Juan no cabía de felicidad. El círculo de su adopción artística en Chile quedaba sellado, periplo que seguirá este fin de semana: abrirá a Los Tres en Talca y actuará en el foro La Yein Fonda, con la promesa de un gran futuro en ese país. Larga vida a Los Tres y a Juan Cirerol.

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Twitter: patipenaloza