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El bloque de países extiende un año las restricciones contra Crimea

Rusia y la UE buscan normalizar nexos, pero sin disminuir la hostilidad militar
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 18 de junio de 2016, p. 21

Moscú.

Mientras en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo –la gran cita anual de altos funcionarios y magnates promovida por el Kremlin– Rusia y los países europeos tratan de encontrar fórmulas para normalizar relaciones sin renunciar a las posiciones de origen que, desde la anexión de Crimea hace dos años, provocaron el actual distanciamiento, nada hacen para disminuir su confrontación militar.

Por el contrario, Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) acometen provocaciones recíprocas al interpretar a conveniencia los acuerdos firmados que permitieron establecer cierto equilibrio en materia de seguridad tras la disolución de la Unión Soviética, un cuarto de siglo antes.

En este contexto, el titular del Kremlin, Vladimir Putin, y representantes de la Unión Europea, tanto oficiales (Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, o el primer ministro de Italia, Matteo Renzi) como oficiosos (Nicolás Sarkozy, ex presidente de Francia) se reunieron ayer y hoy en la Ciudad del Neva para explorar cómo salir, sin perder la cara, de una situación adversa para todos.

Mucho se especuló estos días acerca de qué podría hacerse al respecto y quién debería renunciar primero a aplicar sanciones contra el otro, pero en lugar de un anuncio que pudiera interpretarse como luz verde para pasar página llegó desde Bruselas la noticia de que este viernes el Consejo de la Unión Europea (UE) extendió un año más, hasta el 23 de junio de 2017, las restricciones contra Crimea acorde con su posición de no reconocer la incorporación de la estratégica península a Rusia.

Esta decisión –que se inscribe en la política de sanciones de la UE contra Rusia, junto con medidas como prohibir la entrada a su territorio y congelar cuentas bancarias y otros activos de decenas de funcionarios públicos y empresarios cercanos al Kremlin, así como restringir a los bancos rusos el acceso a los mercados internacionales y no permitir la venta de armamento a Rusia, productos de doble finalidad y tecnologías para la extracción de hidrocarburos–, devuelve al punto de partida la búsqueda de soluciones.

Dos días antes, los ministros de Defensa de los 28 miembros de la OTAN –los mismos países que forman parte de la Unión Europea, sin Albania, Finlandia y Noruega, pero con Canadá, Estados Unidos y Malta– aprobaron en Bruselas desplegar, con carácter temporal y rotatorio, cuatro batallones multinacionales en países colindantes con Rusia: Estonia, Letonia, Lituania y Polonia.

Moscú no tardó en calificar ese despliegue de violación del Acta Fundacional, que desde 1997 regula las relaciones entre Rusia y la OTAN y proscribe instalar de forma permanente tropas de la alianza noratlántica en la cercanía de la frontera rusa. Para el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, no hay tal violación al tratarse de un emplazamiento no permanente, sino persistente (de entre seis y nueve meses) y rotatorio.

Malabarismos semánticos al margen, la presencia a partir de 2017 de 4 mil soldados de la OTAN cerca de sus fronteras difícilmente represente un peligro para las más de mil 750 ojivas nucleares que, instaladas en misiles y otros portadores en activo, garantizan la seguridad nacional de Rusia, pero –sin sombra de duda– son un gesto hostil que pone en entredicho la supremacía que aspira a tener el Kremlin en la zona.

Del mismo modo, la inspección sorpresa que, en respuesta al despliegue de tropas de la OTAN, ordenó Putin el mismo día no es ninguna amenaza a los países vecinos de Rusia y, como era de esperar, Stoltenberg de inmediato dijo que esas maniobras del ejército ruso dañan la transparencia y la previsibilidad, ya que violan lo pactado en Viena en 2011 para fortalecer la confianza y la seguridad.

Rusia, en realidad, utilizó uno de los resquicios de ese acuerdo para no comunicar con al menos 42 días de anticipación el comienzo de ese ejercicio militar, alegando que se trata de una situación de emergencia, acaso motivada por las maniobras Saber Strike 2016, que la OTAN lleva a cabo esta semana en Estonia, principalmente, con 10 mil soldados de trece países miembros.

El simulacro de la OTAN concluirá el 21 de junio y la inspección rusa un día después.