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El matón que soñaba con un lugar en el paraíso es la tercera novela del autor sueco

Jonas Jonasson hace una reflexión mordaz de un mundo a la deriva

El ser humano no sólo es malo o estúpido, también es bondadoso y solidario, por eso me gusta dejar un punto de esperanza en mis historias, afirma el escritor en entrevista con La Jornada

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A Jonasson le preocupa el periodismo de hoy, no tanto la ética de los periodistas, sino más bien los nuevos canales donde se ejerce cortesía de la editorial Salamandra
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 12 de junio de 2016, p. 2

Madrid.

Jonas Jonasson vive en la isla Gotland, un rincón de su natal Suecia, donde se aísla para escribir sus novelas desde que hace más de ocho años de repente cambió su vida de empresario y periodista de éxito por la de un novelista que sin proponérselo se ha convertido en fenómeno literario.

El matón que soñaba con un lugar en el paraíso (publicado por Salamandra y distribuido en México por Océano), su tercer libro, es una historia en la que hay intriga, acción y humor, pero también una reflexión sarcástica y mordaz de un mundo que va a la deriva.

En entrevista con La Jornada, el autor sostiene que el ser humano no sólo es malo o estúpido, también es bondadoso y solidario, por eso siempre me gusta dejar un punto de esperanza en mis historias.

El escritor, de 55 años, tiene varias decenas de millones de libros vendidos en el mundo. Sobre todo a partir de que publicó su primera novela, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, en la que construye un personaje –un anciano que huye del asilo para no ser víctima de su fugaz estrellato mediático por su avanzada edad–, con el que además recorrió buena parte de las miserias y dramas del siglo XX.

La guerra, la persecución, el hambre, el dolor de los pueblos arrasados o la peregrinación silenciosa de los desposeídos, pero con un sentido del humor singular y al mismo tiempo crítico.

Realismo mágico, presente

Sus referentes literarios son Stieg Larsson, Milan Kundera y Gabriel García Márquez, del que dice que siempre aspira a mostrar algo de su realismo mágico en sus novelas.

Después publicó La analfabeta que era un genio con los números, en la que también desde un personaje central –una mujer negra originaria de Sudáfrica– muestra el racismo soterrado de la sociedad occidental o los prejuicios latentes y crueles que promueve.

Ahora, en su tercera novela, Jonasson relata la historia de un asesino recién salido de la cárcel que decide dedicarse al prominente negocio de la extorsión, con la ayuda de una recepcionista mediocre y derrotada, así como una pastora descreída de la existencia de Dios y ambiciosa.

“Espero que sí haya evolucionado un poco con esta tercera novela en mi lenguaje literario. Tengo en mente expresarme un poco diferente en la cuarta, que ya tengo en la cabeza, pero puede ser que también sea así porque el libro lo requiere.

En mi primera novela me expresé a través de un señor muy mayor y por eso se comunicaba de una forma particular y un poco antigua y, en ocasiones, en tercera persona. Pero hay muchas cosas que unen mi estilo en los tres libros; por ejemplo, un lenguaje directo y claro, una historia rápida y que nunca me detengo a describir situaciones, lugares o personas, explica.

Añade que en todos mis libros siempre subyace el recordatorio de cómo nos equivocamos los seres humanos, de cómo repetimos una y otra vez los mismos errores. Muchas veces me han dicho que tengo un humor sueco o británico, pero yo intento centrar el humor poniendo en el punto de mira precisamente los errores de la humanidad. Mis personajes son muchas veces cínicos, pero al no juzgarlos conseguimos más cosas.

En cuanto al talante de sus dos personajes centrales, Jonasson indica que “tenemos dos polos contrapuestos. Por un lado, un recepcionista que trabaja en un hotel y en todo momento culpa a los demás de su situación. Por otro, al matón que viene de una familia absolutamente desestructurada, con maltrato y drogas y que es absolutamente inocente de su situación.

“El recepcionista culpa a todo mundo de su propia miseria en lugar de responsabilizarse él mismo de su situación; en cambio, el asesino que tendría muchos motivos para culpar a los demás no lo hace y simplemente lo asume con naturalidad.

Esta idea si la llevamos a la política internacional, por ejemplo, es lo que ocurre en la actualidad con la mayoría de los líderes políticos, que normalmente culpan a otros de sus actos.

Al respecto, Jonasson cree que el ser humano no es sólo malo o estúpido, tiene muchas más características. Por ejemplo, recientemente murieron miles de personas en el mar Mediterráneo, cuando intentaban llegar a las costas europeas huyendo de la guerra de Siria y nadie, o pocas personas, se indignaban. Esto cambió cuando apareció un niño de tres años, Aylan, muerto en la playa y una fotografía se hizo viral en las redes sociales. No fue hasta ese momento que la sociedad europea entendió lo que ya sabíamos, lo que demostró lo estúpidos que somos pero también que tenemos una enorme porción de bondad, como se vio en la posterior campaña de recaudación de fondos y ayuda a los refugiados.

En su novela también hay una crítica soterrada a los medios de comunicación y su culto al espectáculo gratuito e irreflexivo, que él conoce bien por su propia trayectoria profesional. Me preocupa el periodismo de hoy en los medios de comunicación. No me preocupa tanto la ética de los periodistas, sino más bien los nuevos medios o canales donde se ejerce el periodismo hoy y del futuro, en los que la información se controla con una serie de parámetros que nada tienen que ver precisamente con este oficio. Los periodistas tienen que ser consecuentes y neutrales.

Jonasson ya tiene en la cabeza la historia de su próxima novela, sólo esperará volver a su isla sueca, aislarse un poco y sentarse a escribir.