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Charló con la narradora Myriam Laurini y el público en el ciclo Mujeres en las letras

Leer películas sólo con las imágenes me convirtió en guionista nata, señala Paz Alicia Garciadiego
 
Periódico La Jornada
Jueves 9 de junio de 2016, p. 4

Creo que debo ser la única guionista de México que ha pasado por todos los medios en los que se usa la palabra guión, dijo la guionista Paz Alicia Garciadiego durante la plática que ofreció la noche del martes en el ciclo Mujeres de letras.

Fue primero una charla entre dos amigas: Garciadiego y la narradora argentina radicada en México Myriam Laurini, y después con el público que llegó a la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Una plática de lo que significa escribir para cine y la diferencia que existe con la escritura de novelas, de cómo se convirtió en cinéfila antes de cumplir dos años y aprendió a leer las imágenes antes que las palabras, de su trabajo en adaptaciones como Principio y fin y El coronel no tiene quien le escriba.

Paz Alicia Garciadiego pasó por la escritura de guiones para comerciales, historietas, radionovelas hasta llegar al cine. Hace 34 o 35 años “comencé a hacer cine. El origen de todo esto radica en que fui obligada por la vida a ser cinéfila desde los dos años. Digo obligada por la vida porque quien trabajaba en mi casa era una gitana.

“Le pregunté a una tía si quien le ayudaba a mi abuela era una gitana y me dijo que sí. A mí me daba mucho miedo, tenía un bigote como naranja por el agua oxigenada. Cuando tenía un año y ocho meses, a los 3 años y cuatro meses decía que me llevaba al parque pero me llevaba a un cine, a la función de las tres. El cine estaba desierto. Ella se subía a la cabina del proyeccionista y me dejaban abajo solita en el cine, me daban los gaznates y las palomitas rancios del día anterior, y me sentaban a ver lo que hubiera. Vi de todo.

“La característica que me marcó es que no sabía leer todavía y las películas eran todas subtituladas, lo que me convirtió en guionista nata es que aprendí a leer las películas sin leerlas, a partir de imágenes, como las veía muchas veces –porque no las cambian diario–, aprendí a entender de qué se trataba y cómo se contaba; esto fue de manera inconsciente”. Después estudió letras, pero se inclinó más al cine que a la literatura.

El cine, heredero de la literatura

El cine, dijo Garciadiego, “sigue siendo heredero de la literatura, sigue contando cuentos. Hay películas aisladas que se cuentan sin contar un cuento, con o sin guión, la famosa película de John Lennon, donde siete horas fotografiaba traseros de personas. Han habido muchos ejemplos de ese estilo, pero el cine sigue siendo heredero de la novela del siglo XIX, aunque las diferencias centrales están en la estructura. La literatura es más flexible, incluye el pasado y el presente, mientras en el cine el pasado no existe.

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Paz Alicia Garciadiego en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas ArtesFoto Yazmín Ortega Cortés

La literatura es un árbol muy frondoso y el cine es un árbol con muchas raíces.

Respecto de la adaptación de la literatura al cine, destacó que “es mucho más fácil inventar una historia original que adaptar una novela. Muchas de las buenas novelas son difíciles de adaptar, como el Ulises, de Joyce. Nadie puede pretender adaptar En busca del tiempo perdido. Se adaptan las que tienen una trama clara”, como ocurrió con Principio y fin, adaptación de la novela de Naguib Mahfouz.

“Para adaptar tienes un deber: asesinar al autor. Tienes que arrebatársela porque son dos lenguajes distintos. Si soy fiel a la novela garantizo una mala película. Tengo que hacerla mía, quitársela al autor, desmenuzarla y que corresponda a la película que quiero hacer.

“Por ejemplo, en El coronel no tiene quien le escriba, que no me alejé de la trama original, pero la había leído en el arcano de los tiempos, al adaptarla me di cuenta de que tenía varios niveles de narración: la pelea de conservadores y liberales en Colombia que no me interesaba; otro segundo nivel, que es la espera del coronel de esa pensión que no llega.

“Había un tercer nivel donde me acercaba más que es el hijo, era gallero; lo matan por una pelea de gallos y ahí me acercaba a mi terreno que es el melodrama: un par de viejos que tienen el cadáver del hijo entre ambos, y el destino inexorable. Ahí ya me sentía más cómoda, pero hablando lenguaje cinematográfico en la novela la mujer del coronel casi no existe, es indiferente, lo regaña, es distante.

Me di cuenta de que tenía una historia que no me había tocado contar, que es la historia de un amor senil, de una pareja que lleva muchísimos años y está viendo quién traiciona al otro y se muere primero. Esa historia me conmovió muchísimo, al tener ese nivel le dije a García Márquez adiós y comencé a describir la casa de mi abuela en Santiago Tuxtla, Veracruz, en la medida en que avanzaba en la descripción desaparecía Aracataca. Se la arrebatas al autor, es obligatorio.