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69 Festival de Cannes
El día de la mística femenina

Cannes.

E

l buen nivel que ha mostrado la competencia hasta ahora, se mantuvo por cortesía del sudcoreano Park Chan-Wook y su reciente realización Agassi (La sirvienta). Situada en los años 30, durante la ocupación japonesa, la película describe en tres tiempos una intriga por la cual una carterista coreana llamada Sookee (Kim Tae-Ri) es reclutada por un impostor (Ha Jung-Woo), quien se hace pasar por un conde japonés, en un elaborado fraude para seducir a la heredera japonesa Hideko (Kim Min-Hee) y quedarse con una fortuna.

Inspirado por la novela Fingersmith, de la inglesa Sarah Winters, el argumento trata de un intrincado juego de engaños, en el que nadie es lo que aparenta ser. Partiendo de la premisa de que algunos coreanos en ese entonces querían hacerse pasar por nobles japoneses, Park establece dicho juego con suntuosos movimientos de cámara y, en general, un llamativo diseño visual que subraya el erotismo subyacente en el encuentro emocional de dos mujeres de intenciones ocultas.

Si alguien esperaba la violencia gráfica de la Trilogía de la venganza de este cineasta se quedó decepcionado. En su primera película de época, Park ha querido demostrar una mayor sutileza y un evidente formalismo en su oficio narrativo. (Sólo al final hay algo de sangre, pero la crueldad aparece en varias instancias).

La otra concursante del día parecía contener lo que debe evitarse a toda costa. En primer lugar, presentarse como una comedia alemana, oxímoron si los hay. En segundo, ser una comedia alemana con casi tres horas de duración. El asunto se antojaba perfectamente resistible. Sin embargo, Toni Erdmann, tercer largometraje de la realizadora Maren Ade, ha sido la sorpresa del festival y, al término de su función de prensa, recibió el aplauso más largo hasta el momento.

El chiste es que el personaje titular no existe. Es el seudónimo utilizado por un hombre semijubilado llamado Winfried (Peter Simonischek) para realizar sus bromas pesadas. Resulta que él está distanciado de su hija Inés (Sandra Hüller), una seria profesional en el terreno de los hidrocarburos, demasiado comprometida con un proyecto a realizarse en Rumania. Winfried decide ir a visitarla a Bucarest y aparecerse en las situaciones más inesperadas, disfrazado de su alter ego con dentadura postiza y peluca de espanto.

Al margen de que el padre no puede salvarse de ser un viejo sangrón, su táctica funciona para vencer la resistencia de Inés. En el muy gracioso tercer acto, la mujer da muestras de ser capaz de actos espontáneos, que desmienten su aparente solemnidad. La historia tiene el potencial de ser adquirida por Hollywood, adaptada por David O. Russell, para un remake interpretado por Robert De Niro y Jennifer Lawrence.

Fuera de competencia, el día le perteneció a Steven Spielberg y la proyección de The BFG (Mi amigo el gigante). Basada en el célebre libro infantil del británico Roald Dahl, la película es el temido regreso del director a su chabacanería de antaño, después de que había mostrado madurez en proyectos como Munich (2005) y Lincoln (2012). Pero ¿qué podía esperarse de su primer trabajo para la casa Disney?

El asunto gira en torno a la niña londinense Sophie (Ruby Barnhill), secuestrada por un gigante (Mark Rylance) al que ella llama BFG (las siglas de Big Friendly Giant) y llevada al país de los gigantes. En la monótona primera hora, la humana debe evitar ser comida por otros gigantes que sí son antropófagos y acosan a BFG por ser menor a ellos. A la niña se le ocurre acudir a la reina de Inglaterra (Penelope Wilton) para que los ayude a deshacerse de los gigantes malos. (El imperio británico como presencia heroica no deja de parecer un concepto algo retrógrado. Sólo faltaba que la isla rabona donde se deposita a los gigantes malos sea de las Falklands).

En los últimos días, las medidas de seguridad ya se han hecho algo molestas. A la entrada de las salas, no sólo confiscan las botellas de agua, sino también cualquier producto alimenticio. ¿Qué suponen, un ataque terrorista mediante un sándwich? Asimismo, en un arranque de mancerismo, han cerrado varias calles que dan acceso peatonal al Palais. Las aglomeraciones han estado peor que nunca. No cabe duda, el terrorismo islámico ha dejado su marca.

Twitter: @walyder